Mauricio Macri llegó a la presidencia de Argentina de la mano de una coalición electoral: Cambiemos. El frente está integrado por Propuesta Republicana (fuerza política macrista), la Coalición Cívica (partido de la diputada nacional Elisa “Lilita” Carrió) y la Unión Cívica Radical. El centenario partido argentino, si bien no cuenta con el caudal de votos de otros años, mantiene la estructura y presencia a nivel nacional, elementos indispensables para que Macri llegue al sillón de Rivadavia.
Cuando nació el frente, cada partido llevó una fórmula presidencial para competir en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) de 2015. Si bien el triunfo de Macri sobre sus aliados era “cantado”, el mecanismo sirvió para legitimar la fortaleza de la coalición, que pasó por un proceso institucional de elección de candidatos. Pero una vez que tuvieron lugar las elecciones, Cambiemos pasó a ser una alianza electoral y legislativa. El PRO estaba a cargo del Poder Ejecutivo, y aunque Macri repartió algún ministerio, el radicalismo nunca participó de “la mesa chica”.
En estos tres años el macrismo siempre se negó a “abrir el juego” a los correligionarios, pero la grave crisis económica le bajó las acciones al PRO y se las subió a la UCR. En las últimas semanas el radicalismo le marcó el pulso a Cambiemos y hasta amenazó de muerte a la coalición. Por su parte, los radicales más díscolos ya hicieron pública la intención de romper el frente para respaldar a Roberto Lavagna. Los más alineados con la Casa Rosada dijeron que el partido permanece en la coalición, pero con condiciones claras. Los aliados naturales de Macri le hicieron saber al presidente que si quiere mantener Cambiemos, los radicales pondrán al compañero de fórmula. Es decir, la UCR pasaría a “co-gobernar” en un momento delicado donde, en realidad, ni Macri tiene asegurado el segundo mandato. La suerte del presidente depende en cierta manera de que Cristina Fernández se postule. Con un candidato “peronista de unidad” y sin el kirchnerismo compitiendo, las chances del oficialismo son considerablemente menores.
“Sin reformulación, no hay continuidad”
Federico Storani, vicepresidente de la UCR, fue uno de los dirigentes que manifestaron las diferencias con el macrismo en las últimas horas. Para el dirigente radical, en su partido hay “enorme malestar con el PRO”. En su opinión, el radicalismo no puede hacerse cargo de los fracasos económicos del macrismo, ya que “no fue consultado” sobre las políticas que adoptó el gobierno nacional. “Si no hay una reformulación de las reglas de juego sustanciales en Cambiemos, no tiene objeto la continuidad del partido en esa alianza”, señaló.
Otro dirigente del radicalismo que calentó el ambiente esta semana fue Jorge Sappia, presidente de la Convención de la UCR. Consultado por la prensa sobre las posibilidades de que se convoque a una nueva reunión partidaria, Sappia reconoció que no lo considera viable en el corto plazo, pero en el caso de que exista una nueva convención, la mayoría del partido hoy votaría por romper Cambiemos y alejarse de Mauricio Macri.