El kirchnerismo ha dejado muchos capítulos indignantes en su proceso 2003-2015. Pero seguramente uno de los que más puso los pelos de punta a los especialistas fue el relacionado con la inflación. Con una desfachatez digna de Nicolás Maduro, la expresidente Cristina Fernández y su séquito elaboraban cualquier explicación delirante para justificar a la gente por qué su salario perdía poder adquisitivo mes a mes.
Luego de falsificar los índices oficiales e imponer un control de cambios, el kirchnerismo quedó limitado a un relato conspiranoico e infantil, que buscaba tratar de explicar la pérdida del valor adquisitivo del peso argentino. Los fantasmas predilectos pasaron a ser los “formadores de precios”. Estos eran los empresarios con supuestas “posiciones dominantes” en el mercado, que explotaban a los pobres consumidores. De bajar el gasto público, redudcir el déficit fiscal y dejar de imprimir billetes nunca se habló, claro. Incluso la banquera central de Cristina, Mercedes Marcó del Pont, aseguró que la idea de que la emisión monetaria genera inflación era un “mito neoliberal”.
Por aquellos días, el macrismo opositor informaba la inflación real desde el Congreso (ya que las consultoras privadas que lo hacían eran multadas) y llamaba a terminar con el oscurantismo económico K. Parece que ese oscurantismo vive en la Casa Rosada y es contagioso. Hoy Mauricio Macri termina su mandato, desesperado, invocando a los mismos fantasmas porque no quiere explicar lo que ocurrió: que por no hacer las reformas de fondos necesarias, terminó teniendo los mismos problemas que CFK.
Ante un 2019 que puede terminar con un 60 % de inflación, el presidente argentino advirtió que existen “intereses creados” que impiden que se pueda solucionar el grave problema en cuestión:
“Hay muchos intereses creados detrás de bajar la inflación, porque la inflación tiene que ver con el presupuesto, que es un botín político donde muchos vivos se llevan un cacho a cambio de nada, y al final del mes no está la plata para pagarlo. Eso termina siendo inflación o deuda”.
Aunque la explicación dejó más dudas que certezas, Macri insistió (sin nombrar a nadie) con la teoría conspirativa:
“El sistema es que haya sana competencia, que el Estado cuide que nadie tenga monopolios, que nadie abuse de su poder, que no haya comportamientos mafiosos”. ¿Resumiendo? Una vez más, el titular del Poder Ejecutivo sale a buscar enemigos imaginarios para poder justificar las políticas absurdas de controles de precios y regulaciones.
Mientras tanto, las reformas de fondo se ven cada vez más lejos, el macrismo está cada vez más desesperado y Alberto Fernández sigue proponiendo medidas delirantes como el plan de la “Argentina contra el hambre”.
Continuará…