“Evo Morales, su vicepresidente Álvaro García Linera, su excanciller, la exministra Montaño y el exembajador de Bolivia ante la OEA aterrizaron esta mañana en el país. Les he dado asilo político para que entren y ellos luego pidieron ser refugiados. En las próximas horas, cesará la condición de asilo y asumirán la de refugiados”. Con estas palabras, el flamante Canciller de Alberto Fernández, el dirigente peronista Felipe Solá, confirmó lo que se rumoreaba durante las últimas horas.
Si bien, apenas se supo que Morales tendría como nuevo destino la Argentina, se especuló con un arribo por la la tarde, el expresidente Boliviano llegó a Buenos Aires en las primeras horas del jueves.
En el país ya se encontraban sus hijos, que llegaron producto de una negociación entre los equipos de Mauricio Macri y Fernández, y se espera que Morales se reúna con ellos en cualquier momento. El Canciller argentino también le indicó a la prensa que Morales “se siente más cómodo en Argentina que en México” y que no pidió ninguna “custodia especial”.
Más allá de la figura de supuesto “refugiado” (que le resulta más beneficiosa y laxa que la del asilo político), el líder del MAS boliviano comenzó a hacer política ni bien pisó el país: “Arribé a la Argentina para seguir luchando por los más humildes y para unir a la patria grande”, señaló.
Al igual que ocurre con la situación de Venezuela, el nuevo gobierno peronista tiene una posición ambigua con respecto a Bolivia: por un lado no reconoció al interinato de Jeanine Áñez, pero tampoco piensa cuestionar el proceso electoral que permitirá escribir la próxima página del país vecino.
Los mitos de la Bolivia de Morales
Evo sin Bolivia dejó al descubierto varios mitos. Primero, el exmandatario acusa que fue removido del poder por racismo. Pero fue bajo su gobierno que el Fondo Indígena fue vaciado, durante su mandato fueron desviados 14 millones de dólares.
Tampoco el supuesto éxito económico fue cierto. Bolivia tuvo el peor déficit de Sudamérica. Durante los 14 años que Morales estuvo en el poder, la caída se hizo notar. En los primeros seis años el resultado fiscal osciló entre 3.2 % y 0.7 %. Pero desde el 2014 al 2018 las tasas fueron negativas. El gasto estatal superaba los ingresos.
Para el último año, el 2018, el déficit llegó a -8.3 %. Fue el peor nivel en los últimos 18 años. De acuerdo a sus defensores, la nacionalización de las industrias impulsó la economía del país. Pero la evidencia afirma lo contrario. Las empresas estatales están en quiebra.
En 2018, las empresas públicas registraron un déficit fiscal de 2,2 % del PIB debido a la inversión que efectúan, ya que alcanzó un superávit corriente de 1 197 millones de bolivianos (173 millones de dólares)”, señala el informe del Ministerio de Economía del 2018.
Ahora el gobierno actual evalúa la privatización de las mismas y consigo un proceso para achicar el poder del Estado y consigo la deuda de los ciudadanos. Algo que en Bolivia no se ha visto en 14 años, donde estuvo el mismo hombre en el poder, pasando por encima de la Constitución y del voto popular, esto último causó el repudio que logró echarlo no solo de la presidencia, sino del país.
Artículo escrito junto a Mamela Fiallo Flor