El distrito más grande de Argentina tiene serias dificultades. La provincia de Buenos Aires reconoció oficialmente que no podrá pagar los bonos que vencen a fin de mes y pidió reestructurar los desembolsos por el capital para el mes de mayo. Los bonistas están enojados y, para sumar más leña al fuego, la gestión saliente de María Eugenia Vidal aseguró que la gobernación de Axel Kicillof cuenta con los recursos, si desea, como para cumplir el con el vencimiento en cuestión. Ahora hay que esperar el número mágico del “75”. Ese es el porcentual de tenedores de deuda que deben aceptar la propuesta oficial para evitar el default automático.
Sin embargo, bien al estilo argentino, las preocupaciones políticas y la discusión alrededor de la problemática bonaerense pasan por otro lado. Si esta cuestión se trató o no de una estrategia para distraer a la opinión pública queda a la interpretación de cada uno. Pero lo cierto es que, en las últimas horas, de lo único que se habla alrededor de la gestión Kicillof es del “lenguaje inclusivo”.
“Cuando se habla en masculino no están incluídas todas las personas”. Con esta frase tonta, la flamante “ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual”, Estela Díaz, abrió el debate menos pensado en momentos de extrema gravedad económica.
Para la funcionaria del ministerio absurdo y de nombre largo en cuestión, “hay personas con discapacidad, pueblos originarios, toda una diversidad etaria, cultural y de identidades de género en la provincia”, que merecen ser incluidas de una mejor manera en el lenguaje. Es por esto que, aunque no se sabe como se llevará a cabo, la provincia de Buenos Aires, oficialmente, fomentará e implementará el uso de la aberración denominada “lenguaje inclusivo”.
Para Díaz, las mujeres, que no están bien representadas en el idioma como lo conocemos “tienen que estar mencionadas e incorporadas y deben sentir que cuando se toman disposiciones de políticas pública a ellas se las incluye”.
De esta manera, la expresidente (actual presidente en funciones por el viaje al exterior de Alberto Fernández), puede darse por satisfecha. Cristina Kirchner, a partir de ahora, podrá denominarse como “presidenta” en territorio bonaerense, de manera oficial. No importa que el rol de un presidente sea el de “presidir” algo, por lo cual se trata de una acción sin género. A ella le gusta que le digan “presidenta” y hasta se pelea con los senadores peronistas que osan decirle “presidente”.
Confirmada la novedad, aunque no se sepa como se podrá implementar el proyecto que tenga en mente la gobernación, los especialistas ya pusieron el grito en el cielo. En las últimas horas, varios especialistas en Lengua coincidieron de que estas cuestiones no deben ser coercitivas y que la ciudadanía debe comprender que los funcionarios no pueden ni deben buscar ninguna “obligatoriedad” alrededor de la cuestión del denominado “lenguaje inclusivo”.