“Pedimos que se declare de bien público universal la próxima vacuna contra el COVID-19 para garantizar el suministro a todos los argentinos”. La proclama infantil, que vendría a ser una especie de estatismo a futuro, no pertenece a un legislador del oficialismo. Se trata de una iniciativa de Mariana Zuvic, de la Coalición Cívica de Elisa Carrió.
La vacuna todavía no existe, no se sabe si existirá ni mucho menos el costo que tendrá. Igualmente, el antikirchnerismo la quiere declarar de “bien público”. Mientras el Gobierno pretende estatizar empresas “ayudadas” en el marco de la pandemia y la cuarentena, las posiciones de la oposición parecen no hacer más que avalar las premisas del neoperonismo kirchnerista.
Justamente, la Coalición Cívica ahora se queja de la aplicación Ley de Abastecimiento, que podría llevar a la quiebra a muchas pequeñas y medianas empresas, pero parece no relacionar la filosofía detrás de estas iniciativas y las propias. Los legisladores de Carrió le pidieron ayer a Alberto Fernández que no sea demasiado rígido con la política de precios máximos acordada con las grandes empresas, ya que podría perjudicar a las pymes. Incluso defienden la idea de la ley en cuestión, pero piden que tenga como finalidad impedir el “desaprovechamiento indebido”.
Cabe destacar que fue la misma Elisa Carrió la que propuso la estupidez de la “Ley de Góndolas”, que le daría al Estado la prerrogativa de ordenar los estantes de los supermercados para que se expongan de manera igualitaria los productos. Cuando el populismo más agresivo, representado en el kirchnerismo, altera períodos de poder con estos estatistas ingenuos, la situación se torna indefectiblemente cada vez peor.
Pero los dislates ideológicos del antikirchnerismo no se limitan a los representantes políticos. Si hubo una persona que hizo un gran aporte para que Mauricio Macri y María Eugenia Vidal triunfaran en 2015 fuera del ámbito partidario-electoral, ese fue el periodista Jorge Lanata. Esta mañana el referente mediático más importante del mundo “anti K” dejó en evidencia que su marco conceptual lo único que hace es fortalecer los argumentos morales y económicos del cristinismo duro. En su programa de esta mañana, escuchado y venerado por la audiencia más crítica de Alberto Fernández, Lanata dijo que tienen que funcionar “los organismos de control” del Estado en la formación de los precios.
En un intercambio con Carlos Heller, defensor de la intervención y presencia del Estado en las empresas privadas, el comunicador masivo avaló la teoría de su entrevistado, que argumentó que en Argentina hay serios problemas en “la formación de precios” y que ese fenómeno no era culpa del “espíritu santo”. Para el diputado, como para todo el kirchnerismo, hay “formadores de precios” a los que hay que regular. Lanata, que duda sobre la presencia del Estado en el paquete accionario de las empresas, ignorándolo, avala todas las premisas de las iniciativas kirchneristas.
De esta manera, el populismo cuenta con una oposición ideal: un grupo de personajes públicos de la política y los medios de comunicación que cuestionan su accionar, pero avalan sus principios, premisas, filosofía y conceptos. Al fin y al cabo, la discusión se limita a un debate estadocentrista. Y como es lógico, la victoria siempre será del estatista más poderoso, mafioso, agresivo e inescrupuloso. Esta realidad se comprueba en el fracaso permanente de la economía argentina, pero también en la cantidad de años que gobernó el peronismo y el antiperonismo, primos hermanos si los hay.
Hace falta algo distinto.