En una entrevista con Viviana Canosa, que de a poco va mutando de periodista de espectáculos a comunicadora política, el economista libertario Javier Milei aseguró que el primer mandato de Carlos Menem fue la mejor presidencia en la historia de Argentina. La respuesta dejó atónita a la entrevistadora que se limitó a responder «es jugado lo que decís», como si el analista hubiera roto una especie de tabú intocable.
Con la declaración replicada en varios portales de noticias, de a poco más de uno se fue animando a respaldar en las redes sociales las polémicas declaraciones del economista. Pero… ¿qué es lo que hace que una opinión sea polémica o no? Como vemos, muchas veces todo se trata del nivel de aceptación general de una idea. Pero como quedó en evidencia en esta oportunidad, a veces el marco de lo tolerado y aceptado por la mayoría, o al menos por un gran número de personas, está distorsionado por el discurso y la presión de la izquierda.
Pareciera que alguien tiene que salir a decir algo para que muchos se animen a levantar la cabeza y decir lo mismo.
El que no dudó en validar la declaración de Milei fue el analista político y escritor Jorge Asis. Mediante su cuenta de Twitter, el autor manifestó que lo que hoy suena como una «extravagante provocación intelectual, en pocos años será casi un lugar común».
Milei es un referente liberal que tuvo mucho éxito a la hora de acercar a una gran cantidad de jóvenes a sus ideas. Pero sigue representando a un segmento concreto del abanico ideológico argentino. En cambio Asis, aunque a la gente le guste o no, no representa ningún nicho determinado y su público es amplio.
Pese a que suene extraño, en menos de 24 horas pareciera ser que la imagen sobre el menemismo ya no es la misma para el público en general. La piedrita en el agua de las dos declaraciones generaron ondas lo suficientemente concretas como para comenzar a rediscutir los dogmas establecidos por el kirchnerismo y la izquierda.
“Menem fue el mejor presidente de toda la historia” confirma Javier Milei.
Lo que hoy suena como extravagante provocación intelectual, en pocos años será casi un lugar común. https://t.co/bGD2AQuj18
— Jorge Asis (@AsisOberdan) August 4, 2020
Hace años que los defensores del modelo colectivista no han tenido reparo alguno a la hora de defender sus ideas. A pesar del fracaso absoluto del socialismo en todas sus aplicaciones a nivel mundial, los izquierdistas han llevado siempre sus banderas con orgullo e impunidad total. Han copado la cultura, la educación y consolidaron un discurso único que, como vimos, puede que tenga la fortaleza de un castillo de naipes.
En unas pocas décadas la prédica sin complejos de estos espacios hizo que muchas cuestiones que no habrían sido aceptadas hace un tiempo hoy se conviertan en dogmas. Ideas como que el Estado debe ser grande y fuerte, que el mercado libre genera concentración, que la política debe redistribuir los ingresos y la propiedad privada no debe ser un derecho “absoluto” hoy son aceptadas por una gran cantidad de argentinos. No podemos negar que el socialismo, que fracasa a la hora de implementar sus políticas, tiene éxito en la batalla cultural. Si no aceptamos esta realidad terminaremos siendo tan necios como los izquierdistas que discuten al capitalismo.
Argentina está al borde de una grave crisis económica, pero la salida del default y las elecciones legislativas del próximo año pueden ser una oportunidad inmejorable. Ante este panorama hay dos posibilidades: o seguimos por el complejo camino del discurso políticamente correcto y de las ideas lavadas o hacemos como ellos en el único territorio en que les va bien. Milei y Asis demostraron esta semana que hay algunos dogmas que pueden no ser más que gigantes con pies de barro.
El ambiente está tan enrarecido que una propuesta política clara para la competencia parlamentaria de 2021 podría llegar a tener un éxito inesperado. Eso podría llegar a abrir las puertas a un proyecto razonable para las presidenciales de 2023. Alberdi, Sarmiento y los que hicieron grande este país tenían mucho menos para ser optimistas bajo la pesadilla rosista. Sus sueños no tuvieron límite y el país que diseñaron se convirtió en el más rico del mundo en treinta años. Hoy sería mucho más fácil.