En la última campaña presidencial dos preguntas giraban alrededor de los principales candidatos. Con respecto a Cambiemos, que finalizaba su gestión en el marco de un fracaso económico, el misterio era si Mauricio Macri, de tener otra oportunidad, encararía finalmente las reformas necesarias. Por otra parte, la pregunta obligada a la coalición peronista del Frente de Todos era sobre el liderazgo político real del espacio. Si la dupla de los Fernández accedía al poder… ¿quién gobernaría? ¿Alberto o Cristina?
Allá por julio de 2019 la pregunta fue efectuada sin pelos en la lengua ni titubeos por el periodista de TN Joaquín Morales Solá. El candidato a presidente del peronismo, viendo por donde iba la cosa, tuvo un exabrupto que me quedó grabado, del que me acordé esta semana cuando explotó el escándalo con Viviana Canosa:
«Acá lo que hay que determinar es la primera pregunta…si va a gobernar usted o va a gobernar Cristina», manifestaba con preocupación Solá. Fernández respondía buscando evidenciar seguridad: «Voy a gobernar yo, Joaquín».
Cuando el tema estaba planteado, y Fernández veía que iba a tener que seguir respondiendo sobre una cuestión que le resultaba incómoda, llegó el momento turbio del intercambio. «Usted va a llegar con el cargo, elegido legítima y legalmente…», decía Morales Solá anticipando la cuestión sobre la posibilidad que el poder real esté en manos de Cristina, pero no pudo terminar la pregunta. «Cuidado con lo que va a decir. Se puede arrepentir mañana», interrumpió Fernández, en uno de los momentos más soberbios de su campaña, donde logró mostrarse en general como el candidato moderado y dialoguista.
Si bien el actual presidente puede argumentar que sus palabras fueron una advertencia en favor del periodista, ya que podía estar haciendo una predicción que luego no ocurra, perjudicando la credibilidad del mismo Morales Solá, el nivel de fastidio en su intervención demostró otra cosa. Lo que allí quedó en evidencia fue la poca paciencia ante las preguntas pujantes y razonables del periodismo independiente.
Viviana Canosa, que tuvo una entrevista muy cordial con Fernández cuando asumió, con el correr de la cuarentena estricta que impuso el peronismo se convirtió en una de las críticas más duras de la gestión actual. Aunque su programa es de espectáculos, las críticas de la periodista al encierro extendido y a las consecuencias económicas de la situación actual comenzaron a incomodar a la Casa Rosada.
Esta semana la comunicadora reconoció en su programa que recibió unos mensajes del mandatario a su teléfono personal, que sintió como intimidatorios. «Fue un poco fuerte. Sentí como un ataque de pánico y me temblaban las piernas». Alberto Fernández le había mandado un WhatsApp muy similar al tono del intercambio que había tenido con Morales Solá el año pasado. «Te quiero mucho, mirá que lo que decís se te va a volver en contra», le dijo el jefe de Estado.
Desde su programa, Canosa le pidió a Fernández que no vuelva a comunicarse con ella. «Yo le quiero decir al presidente que ojalá no me llame nunca más. Que no me moleste más. Que me deje trabajar en libertad, que me la merezco, que me la gané», manifestó.
El escándalo con la periodista no hizo otra cosa que revivir el polémico entredicho con Cristina Pérez, otra periodista a la que maltrató en el marco de una entrevista luego de unas preguntas incómodas que Fernández no esperaba.
Todas estas actitudes son muy cuestionadas por la opinión pública y Alberto Fernández parece no percibirlo del todo. Lo único que se le puede decir al mandatario es que deje de hacer lo que está haciendo, ya que va a salir muy perjudicado. Es por su propio bien. Si lo suyo no son amenazas, esto tampoco lo es.