Luego de más de 20 años de virtual alejamiento comercial y apoyo logístico entre Rusia y Cuba, ¿estamos asistiendo a un nuevo relanzamiento de las relaciones entre los dos países, justo ahora cuando al frente de la primera potencia mundial se encuentra uno de los presidentes más conservadores de la historia reciente de Estados Unidos, que incluso ha paralizado la apertura que inició el expresidente Barack Obama con Raúl Castro? Al parecer es esa la situación actual, habida cuenta de los más recientes anuncios hechos desde Moscú y La Habana.
Y es que la terrible crisis económica, política y sobre todo social que sufre Venezuela por la desastrosa gestión de Nicolás Maduro que ha sumido al país en la más funesta y amarga situación que haya vivido en su historia contemporánea, puede llegar a traspasar el hambre y las carencias de los venezolanos hasta las costas cubanas. De hecho, las tímidas restricciones que comenzaron a verse en Cuba desde hace un año, cuando el chorro de petróleo bolivariano comenzó a dejar de fluir, ahora son enormes. Hoy día los cubanos ven reducidas sus jornadas laborales, deben apagar los aires acondicionados en oficinas públicas y sufren el racionamiento de gasolina de alto octanaje, entre otras medidas adoptadas por el régimen castrista.
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Cerca de un 40 % del petróleo venezolano ha dejado de entrar a la isla desde que Venezuela empezó a sufrir los embates de la baja en los precios internacionales del crudo, y desde que el actual régimen madurista prácticamente quebró la otrora “gallina de los huevos de oro” (PDVSA); empresa esa que en los últimos años no ha podido sostener los niveles de producción ni siquiera para abastecer al mercado venezolano, por lo que ha debido hasta importar crudo –especialmente desde los Estados Unidos- para cubrir sus necesidades internas.
Desde el año 2000 Hugo Chávez y Fidel Castro llegaron al acuerdo según el cual el régimen castrista suministraría médicos, asesores y entrenadores cubanos a Venezuela, a cambio de un suministro seguro de 100.000 barriles diarios; un 40 por cierto de los cuales, por cierto, era vendido por Cuba en forma de derivados del petróleo. Además de abastecer su consumo interno, esa venta le proporcionaba un ingreso en divisas estimado en unos 500 millones de dólares al año.
No obstante, ese beneficioso subsidio venezolano a la dictadura más longeva de América Latina está llegando a su fin. De acuerdo con informes de las Naciones Unidas, en 2016 Cuba experimentó una merma de casi el 90 % de esos ingresos. Ello produjo que Raúl Castro, un previsivo zorro de la política, con buen olfato para sortear las crisis y puesto ante la posibilidad de un cambio de régimen en Venezuela que significaría una conmoción para Cuba, entonces se dirigiera al amigo ruso Vladimir Putin, y le pidiera un suministro estable de petróleo y derivados a la isla.
Cierto es que luego del casi total enfriamiento de las relaciones entre la antigua Unión Soviética y Cuba a principios de la década de los noventa del siglo XX, ya en 2014 otro de los zorros de la política actual, Putin, comenzó un mayor acercamiento con La Habana y ordenó la anulación del 90 % de la enorme deuda que Cuba mantenía con la URSS. Ello lo hizo en la víspera de un viaje a la isla durante el cual también firmó varios acuerdos económicos y se entrevistó con Fidel Castro. Por su parte, Raúl Castro visitó Rusia en 2009, primer viaje de un dirigente cubano en 20 años, y volvió a a visitar Moscú en 2015.
La mesa pues fue lentamente preparándose para que los antiguos aliados volvieran a asociarse. Sin embargo, no fue sino hasta mayo del presente año que las empresas petroleras estatales rusa y cubana, Rosneft y Cubametals llegaron a un acuerdo que sin duda representa una significativa tabla de salvación para el régimen castrista. Se trata del suministro a la isla de 250.000 toneladas de petróleo y productos refinados (alrededor de 1,8 millones de barriles), una subvención petrolera notable.
Los rusos saben que este suministro que tiene un valor estimado de unos 105 millones de dólares, lo más probable es que nunca –como siempre- sea pagado por una Cuba que vive en bancarrota. Pero en realidad el interés no es para nada financiero sino geopolítico. Rusia podría ahora alcanzar su viejo sueño de poner bases militares en la isla y desde allí expandir sus tentáculos políticos a la estratégica área del Caribe y al resto del continente americano donde ya tiene una nada despreciable presencia comercial y política, lograda en el transcurso de la última década bajo la mirada tolerante de los gobiernos estadounidenses.
Desde y con Cuba, Rusia podría, incluso, salvar al moribundo régimen castrochavista venezolano con el que tiene una larga y estrecha alianza, y con ello poner en jaque, cuando sea necesario, al gobierno de Donald Trump que por razones domésticas le es muy difícil lograr con Putin una amistad política real.
Falta saber cuál será la posición que finalmente asumirá la administración Trump que, hasta el momento, no ha tomado ninguna política frente a Cuba y ha preferido no hacer escándalo alguno por la lenta pero segura influencia que Rusia ha venido adquiriendo en Cuba y muchos países latinoamericanos, en particular los que quedan del “Socialismo del Siglo XXI” a quienes les vende especialmente armas y petróleo.
Pero a estas alturas, haga lo que haga Trump con respecto a Rusia en la región, enfrentarse o no, no cambiará el hecho de que Rusia ya se ha posicionado como un jugador importante en nuestro continente que, además de su gran potencia geoestratégica, cuenta con los recursos naturales más importante del mundo.