
A principios de febrero de este año, el excelso e inclemente prosista español, Javier Marías, escribió una oportuna columna titulada Ojo con la barra libre. En su texto, Marías arroja una sarta de verdades sobre el nuevo «feminismo» que se ha alzado en el mundo occidental.
Entre las cosas que dice, menciona el “caso Weinstein” como un fenómeno arcaico. “Ya hacia 1910 se acuñó la expresión ‘couch casting‘ para referirse a las pruebas a que los productores de Hollywood y Broadway sometían a menudo a las aspirantes a actrices”, escribe. Asimismo, puntualiza que se trataba de transacciones en las que la violencia permanecía ausente.
“Pensar que la única razón por la que se nos dan oportunidades es nuestro manifiesto talento, es pensar con ingenuidad excesiva (ocurre a veces, pero no siempre). Con frecuencia hay transacciones, compensaciones, pactos, beneficios mutuos que entran en juego”, dice Marías.
Es fundamental, porque, aunque se trataba de una costumbre “repugnante” por parte de los productores de la industria del entretenimiento, era, insiste, una transacción consensual.
Repugnante desde todo punto de vista, claro. Desagradable que el cerdo del cine proponga un acuerdo de prostitución menor; sin embargo, “cabe responder ‘No’ a tales proposiciones. Y tampoco hay que olvidar que no han sido pocas las mujeres que han buscado y halagado al varón viejo, rico y feo, famoso y desagradable, poderoso y seboso, exclusivamente por interés y provecho”.
No se puede rebatir lo que dice Javier Marías. Suena feo, sobre todo en una atmósfera donde conviene más obviar ciertas verdades. Al final —desde las mujeres que buscan al anciano decrépito por interés; hasta el productor que ofrece un jugoso papel a cambio de sexo— se trata de pactos. Pero ese no es el caso de los acosadores y quienes buscan imponerse con la extorsión y el abuso. Es verdad. Pero como eso es verdad, también hay otra, hoy distorsionada: las mujeres no siempre son víctimas.
Eso lo dice también Javier Marías en su excelente columna. Además, añade otra verdad: a veces las mujeres mienten. Y aquí hace referencia a una perversión total de la justicia; una derogación completa del valioso Estado de derecho que la civilización ha conquistado con sangre: algunas mujeres pueden haberse convertido en inquisidoras que cuentan con el respaldo automático a la hora de acusar a algún hombre. Inmediatamente después de apuntar, sin ninguna indagación previa, un individuo —preferiblemente masculino— es degradado hasta su muerte profesional.
“Dar crédito a las víctimas por el hecho de presentarse como tales es abrir la puerta a las venganzas, las revanchas, las calumnias, las difamaciones y los ajustes de cuentas. Las mujeres mienten tanto como los hombres, es decir, unas sí y otras no. Si se les da crédito a todas por principio, se está entregando un arma mortífera a las envidiosas, a las despechadas, a las malvadas, a las misándricas y a las que simplemente se la guardan a alguien”, escribe Marías.
Evidentemente el artículo del español generó una polémica inmensa. Ese presunto “feminismo” revanchista saltó de una a someterlo, como de costumbre, a la hoguera de esta nueva inquisición puritana. Le dijeron de todo. Incluso —sí, incluso—, “hombre blanco heterosexual”.
Sobre el victmismo que menciona Javier Marías, se ha escrito bastante. Es una opinión compartida por los sensatos. Sin embargo, la periodista e historiadora española, Cayetana Álvarez de Toledo, redactó una brillante columna que se vuelve imperioso citar.
La publicó este ocho de marzo, Día internacional de la mujer. Es una expresión en contra de las huelgas colectivistas que se han propagado por el mundo civilizado. Ahí escribe: “Hace ya unos años que el movimiento feminista empezó a derrapar hacia un victimismo pueril, puritano y paralizante. Su retórica es puro helio inyectado en la realidad”.
“No hay nada más paralizante, contrario al pleno despliegue del potencial de una mujer, que el victimismo. Y nada más peligroso para la convivencia y la salud democrática. El victimismo es uno de los peores vicios de nuestro tiempo. Está vinculado a la infantilización del mundo contemporáneo y su principal efecto es el populismo. Para un demagogo de medio pelo o coleta, el paraíso son millones de víctimas necesitadas de un salvador. Sí, de un macho. Y bien alfa”, espeta Álvarez de Toledo.
La civilización occidental enfrenta hoy grandes peligros. Uno es este presunto “feminismo” revanchista, que le ha declarado la guerra al varón. Reforzado por el “totalitarismo de la corrección política”, como diría Žižek. Un grupo colectivista que busca, a toda costa, imponer pautas que definan la conducta del individuo. Límites que terminarán derrumbándolo para dar paso a una sociedad totalitaria.
Es, al mismo tiempo, el resurgimiento de un conservadurismo puritano con claras aspiraciones a abolir las libertades más fundamentales. La elección, la expresión, el pensamiento; todos privilegios que corren peligro con la existencia de este movimiento que cuenta, además, con la complicidad de grandes medios.
Cayetana Álvarez de Tolero lo señala en su columna: “Frente a este nuevo feminismo, agresivo y retro, cabe volver a reivindicar la más brillante conquista de la modernidad: el reconocimiento del individuo. Único, singular, ciudadano, con su voz y voto intransferible y su igualdad protegida por ley”.
“La murga retrofeminista sería reducible a un bongo más de la orquesta antisistema si no tuviera consecuencias. Y si esas consecuencias no fueran tan negativas: el victimismo y la guerra de los sexos. Como proclama el manifiesto que un grupo de mujeres presentamos anteayer, no nacemos víctimas. Y sobre todo no lo hacemos en España”, continúa la historiadora.
También aporta al debate el siempre acertado y brillantísimo Antonio Escohotado. En un texto, que también se publica en el marco del Día internacional de la mujer, habla de un nuevo elemento en la fórmula: “El rencor de género, que ha decidido ligar capitalismo con virilidad”. Crucial: es también un movimiento antimercado.
Hoy en España grupos peligrosos como Podemos han llamado a una “huelga general de mujeres”. Frente a ello, Escohotado escribe: “Tras almorzar, cuando Libertad Digital me invitó a escribir algo sobre esta huelga, pregunté a mi mujer qué opinaba de la iniciativa, y me dijo textualmente: ‘No nací víctima, y agradezco haber nacido en un país donde he tenido las oportunidades que quise tener’. ¿Cuántas españolas piensan lo mismo?”.
La pregunta de Escohotado es válida. Hoy las calles de España se llenaron. Todas, mujeres que gozan de una libertad envidiable por otras naciones, donde la mujer ha nacido para ser sometida a una terrible opresión. Pero no se ven marchas ni escuchan peroratas por los derechos de las mujeres de Irán, quienes con valentía han rechazado la imposición del hiyab. O protestas por lo que ocurre en Arabia Saudita, donde no se distinguen a las mujeres, todas bajo el abominable burka.
Es un movimiento miope, que ve la opresión donde no la hay. Y, como muy bien escribe Escohotado, ha sido desleal “de omitir los progresos realizados”.
Se debe creer y apoyar al verdadero feminismo, ese que se ha ganado la libertad con el esfuerzo inmensurable de grandes mujeres. Tantos símbolos feministas, cuyas contiendas disienten con holgura de las axilas velludas, las tetas al aire o las necias alteraciones de palabrxs (sic).
Mujeres que luchan por soluciones pragmáticas y reales. Que comprenden las conquistas. Que buscan acabar con el silencio y el miedo. Que aprecian un mundo donde se puede ser primer ministro de alguna gran potencia; o directoras de importantes empresas. Cuyo objetivo es derogar la discriminación aliándose con los individuos racionales, independientemente de su género.
Pero habrá que estar atento, entonces, y hacer frente. Porque este movimiento colectivista es una lepra que se propaga con rapidez y que cada vez recibe más tribunas. Como apunta el maestro Escohotado: “Tampoco decir que defiende la igualdad le quitará su rabia vindicativa al feminismo del 8-M, empeñado en trasladar la guerra civil al ámbito de la relación sexual“.
El día de hoy era para reivindicar respeto, igualdad y, sobre todo, libertad.
Sois los de siempre, hoy disfrazados de feminismo.
He tenido que decir más fuerte que vuestro odio no me representa, ni me condiciona, ni me limita.#DiadelaMujer pic.twitter.com/931gxqUbb2
— Begoña Villacís (@begonavillacis) March 8, 2018