Ayer todos vimos horrorizados los videos de torturas difundidos por el diario ABC de España. Un teniente que escapó de la dictadura, Ronald Dugarte, entregó los audiovisuales al medio español y los explicó.
“Así, en esa posición, el coronel Mejías Laya duró treinta días. Atados con las manos hacia atrás y vendado totalmente”, dijo el teniente Dugarte en un intento de aclarar el horror.
Con un teléfono escondido dentro del bolsillo de su uniforme, el teniente pudo grabar algunas escenas que recuerdan episodios de algún videojuego de terror. Él, caminando entre los pasillos de un edificio frío, blanco, mientras a su alrededor se va desarrollando el aparato criminal del régimen de Nicolás Maduro.
“Un preso con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados con celofán. Un grupo de personas hacinadas en un cubículo y obligadas a dormir una encima de otra. Un detenido que se queja porque orina sangre y debe hacerlo en una botella porque no le permiten acudir al baño ni ver a un médico”, se lee en el diario ABC.
Pero todo esto es la punta del iceberg y lo sabemos. Las denuncias de turbadoras torturas se vienen haciendo desde hace años. Lorent Saleh, el expreso político que padeció La Tumba, detalló cómo se intentó suicidar varias veces ante el horror que no lo abandonaba.
Pero el mundo no hace nada. No hace nada más allá de manifestar su rechazo y su condena en adornados comunicados. No hace nada más allá de seguir atenazando diplomáticamente a un régimen al que yo no le importa el aislamiento. Y el mundo, al parecer, no hará nada ante el secuestro del jefe de gabinete de Juan Guaidó ni ante el último crimen de la dictadura de Nicolás Maduro: la condena a cinco años de cárcel a la jueza María Lourdes Afiuni.
Como no le hallaron delito alguno, el juez la condenó por “corrupción espiritual”, según dijo el hermano de la jueza, Nelson Afiuni.
“La fiscalía acota que no se pudieron comprobar ninguno de los delitos y prácticamente con eso estás pidiendo la absolución del caso. Pero, ¿qué hace el juez? Él desestima, él absuelve por abuso de poder, por evasión, pero la condena a cinco años de cárcel por corrupción espiritual”, dijo el hermano de María Afiuni en una entrevista al medio Unión Radio.
“Eso no existe, la corrupción espiritual no existe. Entonces ella al dar medida cautelar, ella sintió placer, es decir, cada vez que un juez dé una medida cautelar a alguien, esta sintiendo placer y eso se puede interpretar como corrupción espiritual”, agregó Nelson Afiuni.
La jueza Maria Lourdes Afiuni fue detenida en diciembre de 2009 luego de ordenar la liberación del banquero venezolano Eligio Cedeño por recomendación de las Naciones Unidas. Cedeño había sido detenido de forma arbitraria según el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU. Luego de su salida del país, el mismo expresidente Hugo Chávez pidió, en televisión, la detención de la jueza Afiuni. La acusaron de haber sido sobornada.
María Lourdes Afiuni fue detenida sin orden judicial y sin que le informaran el motivo. Fue un secuestro. Y pasó casi tres años en prisión. Durante ese tiempo, fue violada y agredida. Finalmente en el 2011 la Fiscalía le concedió arresto domiciliario por problemas de salud. Pero ahora la dictadura de Nicolás Maduro retoma el caso y un juez de un Tribunal ilegítimo presidido por Maikel Moreno, quien cuenta con dos homicidios, la condenó.
En medio de un contexto de tensiones internacionales, cuando Estados Unidos y la región ha elevado la presión contra la dictadura de Nicolás Maduro, este nuevo crimen se vuelve un gesto de burla y desprecio contra el mundo. Desafiante, el régimen continúa arrollando a la disidencia confiado en la cobardía de sus enemigos.