El 3 de abril de este año, la fiscal general venezolana, Luisa Ortega Díaz, marcaba su primer distanciamiento con el chavismo al considerar, durante una reunión con abogados de su despacho, que las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, desencadenantes de la crisis política en el país suramericano, constituían una “ruptura del orden constitucional”.
En aquel momento, fueron muchos los que dudaron de la declaración de Ortega, la consideraron parte de la charada a la que el chavismo, y más concretamente su versión “madurista” han sometido a Venezuela durante casi dos décadas.
La televisión estatal venezolana censuró sus declaraciones, y el mandón del régimen, Nicolás Maduro, mantuvo prudencia, y horas después, las sentencias habían sido “corregidas” ilegalmente, por cierto, por el Tribunal Supremo de Justicia, por lo que al menos una magistrada de la todopoderosa y aherrojada por el chavismo Sala Constitucional no firmó las “rectificaciones” (que en su momento fueron así calificadas) expresadas en las sentencias 157 y 158.
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Violar una regla fundamental del periodismo (empezar escribiendo siempre lo más reciente) tiene sentido en este caso para explicar por qué las declaraciones de Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa y gerifalte máximo del chavismo castrense, representan una nueva carga de profundidad en la línea de flotación del naufragante régimen de Maduro.
En el muy improbable caso de que ustedes no las hayan oído, hay dos grandes ideas en ellas, al menos en lo que se filtró de las mismas:
- “No acepto otra atrocidad de un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana”;
- “Quienes cometan violaciones de los derechos humanos tendrán que responder”.
Lo implícito
Vayamos al primer análisis de la declaración: El escenario donde se producen, la metalingüística de ese mensaje, lo no verbal. Es en el teatro de la Academia Militar. En el auditorio no hay un solo civil, salvo, probablemente, el camarógrafo de VTV, la televisora del Estado-Gobierno; Padrino, vestido con uniforme de campaña, habla a sus pares, generales, especialmente de la Guardia Nacional, se ha comentado posteriormente.
Pero esos hombres no están escuchando relajadamente el discurso del ministro: están de pie, en posición de firmes, según tiene a bien enseñarnos VTV. No porque ellos quieran. Solo pudo ser que Padrino les ordenó ponerse así.
Luego, en la severidad de su discurso (truncado, como en el caso de Luisa Ortega Díaz, por la televisión estatal) no se oye un aplauso, un gesto de aquiescencia, nada. La cámara vuelve, antes de cortar abruptamente, a mostrar al auditorio. Es cierto que lo que en Venezuela llaman “carómetro”, la interpretación de los rostros, es absolutamente subjetiva, pero la incomodidad del grupo es, bajo este parámetro interpretativo, evidente.
Parece obvio que para el ministro, lo del lunes (lo del lunes son las decenas de videos que muestran a la Guardia Nacional disparando, robando y destrozando equipos de los medios) ha resultado demasiado no solo para Padrino, con toda seguridad, sino para, como se comenta ya abiertamente, para los cuadros medios de la Fuerza Armada, que no quieren dejarse arrastrar por la indignidad que está cometiendo la Guardia Nacional. Indignidad que para el ciudadano de a pie es sencillamente “del Ejército”, que en Venezuela es, como en casi todos lados, sinónimo del sector castrense como un todo.
Lo explícito
Ahora, vayamos a lo que sí verbalizó Padrino: Decir “no acepto otra atrocidad” implica, por necesidad, la aceptación de que ha habido “atrocidades” en abundancia por parte de la Guardia Nacional, que, como ya dijimos, llegaron a un punto de paroxismo el lunes. Cómo señala el abogado José Ignacio Hernández en la página web Prodavinci, reconocer estos excesos obliga a Padrino López, en el marco de la resolución 8.610 del Ministerio de la Defensa, tan criticada en su momento, a establecer responsabilidades por los abusos, e informar de ellas al Ministerio Público, justamente, el que dirige Luisa Ortega Díaz. Allá apunta el otro mensaje clave de Padrino: quienes hayan cometido excesos, van a tener que responder por ellos.
Además, agrega Hernández un punto que no es banal, y que ya destacó el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges: si hoy, y a partir de hoy, la represión de la GNB sigue como de costumbre, evidenciará un rompimiento entre Padrino y quien en la práctica comanda al cuerpo, que es Néstor Reverol, el muy cuestionado ministro del Interior venezolano. Un rompimiento que, se comenta a lo interno del Gobierno, ha ido in crescendo en los últimos tiempos. “Si lo que dice Padrino es verdad, hoy deberíamos marchar pacíficamente al Consejo Nacional Electoral”, señaló Borges.
Por lo pronto, al momento de escribir esta nota, la Guardia Nacional (es decir, Reverol), parece haber amanecido en modo represivo con esteroides, y para nada dispuesta a permitir esa manifestación. Hay agresiones a edificios en Caracas, y un despliegue inusitado, incluso para los estándares de ese cuerpo, de funcionarios de la GNB en la capital.
Finalmente, hay que mirar la línea evolutiva de las declaraciones de Padrino. Hace poco más de un mes, el ministro de la Defensa decía que el Gobierno de Maduro enfrentaba “una insurrección armada”; apenas el domingo 28 de mayo, garantizaba, en un programa de televisión, el apego de la Guardia Nacional a los estándares de uso proporcional de la fuerza; unos días antes aseguraba que ningún funcionario de ese cuerpo usaba armas de fuego en las manifestaciones.
El giro, por tanto -y aunque quizás no pensó el ministro que se iba a filtrar, y menos que iba a tomar la fuerza en la opinión pública que tomó-, solo puede calificarse de dramático.
Los antecedentes
Había señalado que no era normal empezar un artículo por algo que es sabido, y ahora voy a explicar por qué empecé por la fiscal Ortega Díaz, aunque creo que ya ni siquiera necesita una explicación: como en el caso de Padrino, la fiscal comenzó un rompimiento que hoy es un abismo, y que ha llevado al régimen de Maduro a exponer como una de las principales razones para su farsa constituyente la de defenestrar a la fiscal.
Ella, a su vez, ha tomado un camino contra el régimen que puede agravarse en los próximos días. Una declaración como la de que ella tiene “la facultad de enjuiciar al presidente de la República” no puede tomarse a la ligera, como tampoco la de Iris Varela, uno de los personajes más nefastos del chavismo, señalando que “se va al exilio” y denunciando, como si fuera algo malo, que antes de eso, “va a desempolvar expedientes contra funcionarios del Gobierno”: se dice que el primero de estos expedientes desempolvados tiene que ver con Diosdado Cabello y Odebrecht.
Dos meses después de su primera declaración, Ortega está en la primera línea de la campaña de descrédito a la que la devaluada cúpula del chavismo somete a todos los que se distancian, y aunque ella ha dicho que “no conoce el miedo”, lo cierto es que en el Ministerio Público, dicen quienes lo conocen por dentro, hay una mezcla de temor por lo que pueda suceder con la Constituyente con optimismo por una fractura definitiva del régimen.
¿Es posible que Padrino tome un camino similar al de Ortega? Está por verse, y la actitud de la GNB en los próximos días pondrá a prueba su lealtad a Maduro, una lealtad que, como se dijo antes, está condicionada por los cuadros medios de la Fuerza Armada, que sin duda forzaron al ministro a su declaración.
En todo caso, reiteran las fuentes cercanas al Gobierno, Padrino tiene todas las “armas” (en sentido literal o figurado), de negociación, incluso más que Ortega, para forzar un desenlace de un régimen que lleva demasiado tiempo colgando sin caer, y que parece, con la Constituyente, haber tomado un camino definitivo de no retorno hacia la nada.
Padrino es quien sostiene las bayonetas que a su vez sostienen al Gobierno. ¿Hasta cuándo? No se sabe. Pero ciertamente los ruidos que se trataban de esconder a lo interno de la Fuerza Armada, aparentemente, ya no se pueden ocultar más.