No hace falta empaparse de extensos estudios para saber que, al igual que en tantas otras áreas, Uruguay no es el que era. Cambió el país y como consecuencia, cambiamos también los uruguayos, incluso cuando la lógica indicaría que debería ser exactamente al revés.
Como uruguaya creo que nos cambiaron de repente el contexto, que mutó y se convirtió en algo que no sabemos explicar realmente: ¿por qué y en qué momento Uruguay derivó en un país en el que todo pareciera salir terriblemente mal?
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La seguridad, o la ausencia de ella, es quizás el problema más urgente a resolver – aunque el gobierno no quiera verlo así. Toda la cúpula de la izquierda uruguaya minimiza la realidad violenta y sin antecedentes en la que hemos tenido que aprender a (sobre)vivir. En el mejor de los casos, se debate en interminables sesiones parlamentarias, pero no se resuelve. Uruguay pasó de ser, en los últimos quince años, un país en el que casi nunca pasaba nada a uno que tiene más homicidios que Nueva York – en relación a la cantidad de habitantes.
Porque es cierto: no hace falta de empaparse de muy extensos estudios, pero éstos existen y los números que arrojan son los más tristes. Un informe realizado por FUNDAPRO revela que en 2015 hubo un máximo histórico en la cantidad de homicidios. De éstos, casi la mitad (48 %) figuran como no resueltos. En sólo dos meses, enero y febrero de 2015, hubo 60 homicidios, lo que reflejaría un asesinato por día.
Estos datos no son lo suficientemente escalofriantes para Vázquez, ni mucho menos lo son para el Ministro del Interior Eduardo Bonomi, que ocupa el cargo desde 2010, siendo primero ministro del expresidente José Mujica y validado por la actual administración.
Pocos ministros han sido tan cuestionados (por oposición y población por igual) como Bonomi, al punto de que “renunciá, Bonomi” se ha convertido en una especie de mantra popular, en hashtag y hasta en una cuenta en Twitter. En un intento fallido de acercarse a los uruguayos, el mencionado ministro creó un espacio de preguntas y respuestas bajo el hashtag #Bonomiresponde, y no tuvo más que pedidos de renuncia.
Pero el secretario de Estado no sólo no muestra la menor intención de alejarse de su cargo, sino que hay detrás algo mucho más grave, más tenebroso: ni Mujica ni Vázquez le exigieron la dimisión. Y en situaciones extremas, si no se es parte de la solución, se es parte del problema. La única lectura que se puede hacer de la miopía o terquedad de Mujica y de Vázquez es que para ninguno de los dos, un muerto por día es una cifra dolorosa. Un uruguayo muere por día y para los dos mandatarios de izquierda que ha tenido Uruguay, la no acción es una respuesta aceptable. Y quien opine diferente, al mejor estilo Maduro, simplemente “le hace el juego a la derecha”.
La adicción que causa el poder en la izquierda roza acaso lo increíble. Eduardo Bonomi sigue allí, en su oficina, sin que su superior lo cuestione siquiera, sin conmoción aparente – si es que la conoce.
El socialismo ha fallado siempre a la hora de reprimir el delito, y por defecto lo termina fomentando – sobran ejemplos en Venezuela, Cuba y Brasil.
Las consecuencias son silenciosas, pero están. El uruguayo sí ha reaccionado, y de la peor manera: bajó en Uruguay el apoyo a la democracia en un pedido desesperado por “mano dura”. En el que fuera en otrora el país más democrático del continente, hoy se prioriza el orden por sobre la libertad, según la encuesta de Equipos, que fuera propuesta a nivel continental por Latinobarómetro. Un 71 % de los uruguayos cree hoy que la “mano dura” es una necesidad.
El socialismo en Uruguay no sólo falló a la hora de proteger a sus ciudadanos, falló (como es digno del socialismo) a la hora de promulgar el amor por la libertad y los valores democráticos. Falló a la esencia misma del uruguayo, cuya estabilidad política era siempre motivo de orgullo.
Un muerto por día. Aproximadamente, 21.000 robos a mano armada por año. Una mayoría aplastante clamado por autoritarismo: el Uruguay del Frente Amplio muestra hoy sus números más tristes.