Christian Grey (protagonista de la inexplicablemente exitosa saga literaria y cinematográfica Fifty Shades of Grey) correría cero suerte en el mundo real – ese del que las leyes y el cine se distancian por igual.
Grey, ante las distintas corrientes feministas que rigen hoy la hegemonía cultural en la que estamos encarcelados, sería lapidado en público, y dudo que sólo en un sentido metafórico.
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Uruguay es un microcosmos. Tenemos nuestra versión de absolutamente todo: de Suiza, de Saint Tropez, de Pelé y hasta nuestra propia conexión con la “ruta del dinero K”. De paso, cañazo, también brindamos fiestas millonarias para La Cámpora. Cuando uno tiene complejo de chico, hace lo que puede para que el de al lado no se dé cuenta
Pues bien, increíble como parezca, también tenemos nuestra versión de Christian Grey. Bastante más humilde, por supuesto, y mucho menos afortunado.
Resulta que una pareja de sadomasoquistas de 22 y 25 años respectivamente terminó primero en el hospital y luego en la Justicia Penal después de una noche de violencia, que era usual en el dúo.
Tal es así que no es ésta la primera vez que ambos integrantes de la pareja se lastiman mutuamente en sus nueve meses de relación – quejas de vecinos mediante. No son ajenas a este par de enamorados las drogas (prescritas y de las otras) y el alcohol.
Incluso en tal perturbador contexto, la pareja nunca se separó; después de todo “se aman”, alegan.
Esta vez sus prácticas sí trascendieron, mas no por la naturaleza de éstas, sino por la insólita solicitud de la fiscal del caso: a pesar de que la mujer sufrió lesiones leves y el hombre heridas graves que lo harán caminar con muletas (tras un profundo corte en el tendón), la fiscal desea que sea él el procesado y que la mujer quede en libertad.
El disparador de este evento en particular sería una pelea por celos (versión negada por el acusado) que derivó en los miembros golpeándose mutuamente.
Pasados muchos días, la joven se presentó en la Unidad de Violencia Doméstica, que concluyó en la detención del joven.
Al constatar la magnitud de las heridas del mismo, se detuvo también a la denunciante.
Esperable como suele ser en este tipo de casos, en el careo en el Juzgado Penal de 6° turno, ninguno de los jóvenes quiso acusar al otro.
Aun así, la fiscal se mantuvo firme en su decisión: procesamiento para el hombre, libertad para la mujer.
No puedo evitar preguntarme si las supuestas feministas – no aquellas que lucharon y luchan para tener igualdad de derechos y obligaciones, sino las que hablan de “heteropatriarcado capitalista blanco” y “muerte al macho” – festejan hoy tal decisión.
Me pregunto también si este tipo de claros privilegios forma parte del “nuevo mundo” que pretenden imponer de la mano de la ola “progresista” que nos ahoga.
Me intriga saber si esta desigualdad ofende a algunos de los participantes (¿y las participantas?) de marchas y paros en pos de una supuesta igualdad que, reitero, hace tiempo no es el objetivo real.
Repugna la “justicia”, así, en minúscula y entre comillas, presa de corrección política y los fundamentalismos en boga.
Esta pareja – disfuncional y enfermiza – presenta claras adversidades que nada tienen que ver con su búsqueda de placer sexual. Procesar a este hombre (que no tuvo acusación formal en el Juzgado Penal) no es más que la más absoluta banalización de un problema real como el de la violencia doméstica.
Creo fervientemente en el progreso, no así en el progresismo. De hecho, nada se aleja más del progreso que el autodenominado progresismo.
La injusticia no es progreso. Los privilegios no representan síntomas de progreso. Los fanatismos no son dignos del progreso. El viejo hábito de medir con distinta vara según tal o cual contexto no es una costumbre propia del progreso.
Sólo la libertad y el poder crítico llevan al progreso.
La fiscal actúa como si careciera de ambas.