
El comienzo del 2017 será recordado como uno de los más inestables y con más ajetreo político en la historia moderna de México, quizá solamente superado por aquel casi surrealista enero de 1994 en el que la crisis económica explotaba al mismo tiempo que el EZLN hacía su violenta aparición en el espectro político nacional.
La situación no es para menos y el ciudadano promedio se encontró en medio de un fuego económico cruzado sin precedentes. Por un lado Trump, a pesar de todavía no tomar posesión del cargo como presidente de Estados Unidos, ya está anunciado medidas proteccionistas y fuertes aranceles que afectarían la productividad mexicana, mientras que por el otro el gobierno mexicano decidió adelantar el proceso de liberación de precios del mercado de combustibles en el territorio nacional, viéndose reflejada esta medida en un aumento de hasta 20 % en su valor nominal.
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Vale la pena comenzar el análisis diciendo que quitar el subsidio histórico a la gasolina mexicana no solo es una medida responsable, sino que además beneficiará a los más pobres. La razón es muy sencilla: el grueso del presupuesto destinado a subsidiar el preciado líquido terminaba beneficiando principalmente al 20 % de la población de mayores ingresos, es decir, aquellos que usan automóviles de combustión interna en su día a día, siendo que el subsidio está siendo pagado por todos los contribuyentes por igual.
Mantener precios bajos de manera artificial es insostenible, injusto y termina por salir más caro para todos. Liberar ese dinero para reducir la carga fiscal o bien para invertirlo en sectores cuya necesidad es más apremiante se antoja como una medida incómoda en el corto plazo, pero racional y positiva en el largo.
Por otro lado, no es novedad que Peña Nieto y su equipo tuvieran un manejo mediático torpe de la situación, lejos de hacer hincapié en lo responsable de la medida hacia los más vulnerables y al anunciarla como una medida con miras al futuro, el descontento social se enfocó y creció con una pregunta que el mandatario lanzó en un mensaje oficial y que quedará plasmada en el anecdotario nacional como una verdadera tomada de pelo: “¿ustedes que hubieran hecho?”.
En redes sociales la desinformación comenzó a circular y hacerse viral de manera inmediata, señalando a las reformas y al “libre mercado” como los culpables del nuevo gasolinazo; muy pocos fueron quienes señalaron que el verdadero problema es el alto nivel de impuestos que seguiremos pagando por litro y la tremenda cantidad de dinero que irresponsablemente se destinaba a subsidiar la gasolina.
Sin embargo, lo más preocupante, sin duda, ocurrió en las calles del país. Sumado al desabasto en las gasolineras ocasionado por la paranoia, algunos saqueadores y alborotadores decidieron hacer leña del árbol caído y asaltar tiendas departamentales y bloquear carreteras, como si esto afectara de alguna manera a los políticos contra los que pretenden protestar o fuera alguna forma remotamente viable de solucionar los problemas que nos aquejan.
Seamos claros, la respuesta ante las injusticias, el robo, la corrupción y los atropellos a los derechos fundamentales de los ciudadanos por parte del gobierno jamás será la violencia.
Cuando se atacan y saquean tiendas de autoservicio se está afectando directamente la economía de poblaciones enteras, ahuyentando inversiones, destruyendo empleos y dejando sin salarios y sin suministros básicos a gente inocente que labora como cajeros, choferes, obreros, vendedores, repartidores y guardias de seguridad, entre miles de puestos de trabajo honestos más.
Cuando se bloquean carreteras se están afectando los tiempos y la productividad de gente que no tiene nada que ver con los malos manejos, nepotismo, desvíos de fondos y todas aquellas cosas que nos parecen repugnantes de nuestros gobiernos.
Es verdad que los saqueadores más grandes de México son los políticos, pero eso no nos da el derecho en convertirnos en saqueadores también.
Detrás de toda esta inestabilidad hay muchos intereses políticos y hay incluso a quienes les conviene este clima de incertidumbre. Es momento de dejar de lado las diferencias políticas y trabajar en un ambiente de diálogo y respeto para buscar soluciones sostenibles que permitan recobrar la estabilidad y la tranquilidad necesaria para un país como México.
El escritor e historiador ruso Aleksandr Solzhenitsyn, quien además fuera un fuerte opositor al régimen comunista de la Unión Soviética, alguna vez afirmó que “Cualquier hombre que haya proclamado la violencia como su método está inevitablemente obligado a tomar la mentira como su principio”. No echemos en saco roto lo que la historia tiene que decirnos, digamos “NO” a la violencia y señalemos a sus patrocinadores como lo que son: un grupo de mentirosos, inadaptados y oportunistas aspirantes a vividores de lo ajeno.
En tiempos de inestabilidad como los que se viven, es importante no caer en la tentación de la planificación central y el socialismo, sistema que ha demostrado una y otra vez guiar a las naciones al fracaso. Muy por el contrario, ante toda adversidad debemos luchar por garantizar las libertades individuales a través del fortalecimiento de la sociedad civil y la abolición de regulaciones y aparatos burocráticos absurdos a cargo del Estado.