A mediados de los 60 el movimiento estudiantil de izquierda pedía a gritos, y en medio de protestas, libertad de expresión. En las universidades de Estados Unidos, así como en Europa, los estudiantes exigían que se acabara con toda censura, que se permitiera a cada quien decir lo que quisiera. Hoy las cosas han cambiado, la izquierda ha tomado el papel de policía de la moral y solo quien comparte sus ideas puede expresarse; al resto hay que callarlo. Tal censura, tal tiranía de la izquierda, ha desencadenado una nueva generación que se vuelca al otro extremo. Las afiliaciones a grupos conservadores y de derecha liberal han repuntado en los últimos años de una manera sorprendente. Según un estudio de la firma investigadora The Gild, la juventud actual es la generación más conservadora que ha existido desde 1945.
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Atrás quedaron los tiempos en los que la izquierda pedía libertad de expresión y gritaba “no” a la censura. Los extremos a los que han llegado fluctúan entre lo cómico y lo despreciable. En 2014, por ejemplo, la Universidad de Brown llevó a cabo un debate en el que se exponían los puntos de vista de una feminista y de una mujer que criticaba la existencia de una “cultura de violación”. Para realizar el evento, la universidad tuvo que adecuar un “espacio seguro”: un cuarto en el que las mujeres que se sintieran afectadas pudieran “recuperarse”. En el lugar había libros para colorear, música relajante, cobijas, cojines, y vídeos de cachorros jugando. Además de personal especializado en tratar traumas.
A muchos por supuesto nos causa repudio tal nivel de exageración, la izquierda ha tomado el poder en las universidades, y en medios de comunicación, y ha prohibido el libre debate. En todo caso, parece que habría que agradecer que por lo menos ese día permitieron que se realizara el evento, normalmente la solución es callar al otro y, si es necesario, recurrir a la violencia.
Hace apenas unas semanas, el primero de febrero de 2017, Milo Yiannopoulos, ante la violencia de manifestantes que incluso llegaron a causar incendios al lanzar cócteles molotov, se vio forzado a cancelar un evento en la Universidad de Berkeley en California.
Al menos 1500 manifestantes se reunieron en el lugar donde hablaría el editor de la plataforma Breitbart News, un medio de comunicación neoconservador, gritando consignas como: “no hay lugar para racistas” y “esto es guerra”. Ese día incendiaron la biblioteca de la universidad y destruyeron la construcción de un nuevo dormitorio, por lo que fue necesario llamar a la policía.
Este joven, que en mi opinión encarna el rechazo de las nuevas generaciones a la tiranía cultural de la izquierda, ya está acostumbrado a lidiar con la censura. El 20 de enero Yiannopoulos presentaba una charla en la Universidad de Washington, afuera del evento, mientras decenas de seguidores esperaban la llegada del polémico joven, un hombre fue asesinado por uno de los manifestantes. El agresor afirmó que lo había hecho en defensa propia ya que la víctima era un “supremacista blanco”. Yiannopoulos, irreverente y polémico a más no poder, decidió continuar el evento afirmando que de cancelarlo “ellos ganarían”.
Dos cosas hay que resaltar de toda esta historia. De un lado tenemos a una izquierda actuando como policía de la moral, que no solo tacha de fascista y desalmado a quien contradice sus creencias, sino que va callando a la fuerza a quien quiere.
Acá no hablamos de jóvenes intentando cambiar ideas, no, lo que vemos es un movimiento organizado para, mediante la violencia, silenciar a sus contradictores. Pero de otro lado asistimos a la reacción de una generación cansada de los excesos, ridiculeces y tiranía de la izquierda. Eso es Milo Yiannopoulos, eso representan los nuevos movimientos de jóvenes conservadores y libertarios inclinados a la vieja derecha. Ese rechazo a la izquierda y su dictadura es también, en parte, el causante del triunfo de Trump.
Yiannopoulos es un joven homosexual que se burla de la luchas del colectivo LGTBI, critica su estilo de vida, pero sobre todo la agenda colectivista y de izquierda que manejan. Además es un activista en contra de los colectivos feministas.
En octubre de 2015 fue invitado a realizar una charla con la feminista Julie Bindel en la Universidad de Manchester, la asociación de estudiantes de la institución académica lo vetó por sus comentarios en contra de la existencia de una supuesta “cultura de la violación”. Afirmaron además que las declaraciones del joven violaban la política de “safe-space”. Y seguro muchos se estarán preguntando qué es eso.
“Safe-space” no es más que otra ridiculez de la hegemonía cultural de la izquierda encabezada por colectivos feministas que piden cosas como “espacios de recuperación” con muñecos y canciones de cuna para poder debatir los temas que a ellas no les gustan, de lo contrario censuran y no se realizan los eventos.
A veces piden “espacios de recuperación” otras veces amenazan con bombas, como en el 2014 cuando Yiannopoulos se reunió con la feminista Christina Sommers. Personajes como Milo, voces anticolectivos feministas y antiagendas LGTBI, nuevos grupos de conservadores y derechas liberales, no son más que la muestra de que la gente está cansada de la dictadura y la hegemonía cultural de la izquierda, es el rechazo a la tiranía, a la mordaza que nos han puesto a quienes opinamos diferente.
Sin duda es gratificante que los jóvenes reaccionen y rechacen las ridículas prohibiciones y la moral de la izquierda, esperemos que esto termine en todo un movimiento de defensores a ultranza de la libertad y no en unos nuevos censuradores ubicados en el otro extremo del espectro político pero con las mismas manías dictatoriales.
Bienvenida una nueva generación que defiende la libertad y que por lo tanto rechaza a la izquierda.