Decir que la vida de las mujeres vale más que la de los hombres suena tan feo que incluso quienes defienden las leyes contra el “feminicidio” se niegan a reconocerlo. Sin embargo, así es por lo menos en Colombia y en el resto de países en los que se ha establecido el “feminicidio” como un tipo penal autónomo. El asesinato de una mujer hará que el victimario tenga una mayor pena que la que obtendría si la víctima fuera un hombre.
En mi opinión, decidir la importancia de los crímenes dependiendo del sexo de la víctima es aberrante, va contra el principio de igualdad ante la ley y no tiene nada de ético. Además, ¿por qué tendría que pagar una mayor pena el asesino por ser hombre que por ser mujer? ¿Acaso asumimos que los hombres son malvados por naturaleza y hay que castigarlos con mayor severidad que a las mujeres asesinas?
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Hace poco estaba con una amiga y en las noticias presentaban el caso de una mujer que apuñaló a su marido. La reacción de mi amiga ante la noticia fue: “algo le habrá hecho el hombre”. Mi hipótesis es que en el intento por defender a las mujeres y protegerlas de crímenes que nos conmueven a todos, nos hemos desviado hacia un camino de victimización de la mujer y “villanización” del hombre.
Desde luego que aquellos crímenes perpetrados por hombres hacia sus parejas deben ser castigados rápida y oportunamente, como debiera ocurrir con todos los delitos. Y está bien que la sociedad haga el señalamiento necesario y todo el activismo posible para llamar la atención sobre el problema que sufren algunas mujeres emparejadas con hombres violentos. Pero no porque nos conmovamos hasta el tuétano con estos casos debemos exigir que la ley considere más valiosa la vida de una mujer que la de un hombre.
Tampoco podemos caer en una aberrante normalización de la violencia hacia los hombres y pensar que todos son malos y que si algo les pasa es porque se lo merecen. El colectivismo nunca es bueno, razonar en función de tribus solo nos lleva a cometer errores e injusticias. Hay hombres malos y mujeres malas también. No es justo que por nacer con cromosomas XY la vida de alguien valga menos y se le castigue con mayor severidad si comete un delito.
Ahora bien, en este punto seguro algunos estarán diciendo: qué importa la igualdad ante la ley, qué importa ponerle unos cuantos años de más a la pena de un asesino, solo por ser hombre, si así frenamos el flagelo de la violencia contra la mujer.
Yo no creo que acabar con el principio de igualdad ante la ley sea cualquier cosa, es tan malo creer que un hombre vale menos que una mujer, como afirmar que un negro es menos que un blanco. Pero, además, lo que se puede ver es que todo este intento por frenar los asesinatos contra mujeres no ha funcionado. En Latinoamérica se han creado leyes supremamente duras contra el “feminicidio”, sin embargo, las cifras de mujeres asesinadas por hombres siguen en aumento.
Diferentes estudios prueban que la violencia contra la mujer es menor en los países de ingresos altos, no en los países donde hay más leyes en contra del “feminicidio”. Pero no solo la violencia contra la mujer es menor, sino la violencia en general, y eso es algo que tampoco parecen haber considerado los defensores de este tipo de leyes. Si se observa el comportamiento de la violencia contra hombres y el de la violencia contra mujeres, son prácticamente iguales. Eso quiere decir que las agresiones contra el sexo femenino son un hecho ligado al nivel de violencia general, y no obedecen a la existencia de un odio particular contra las mujeres.
Si el problema fuera que los hombres de una sociedad son machistas y odian a las mujeres, los asesinatos cometidos contra el sexo femenino deberían tener un comportamiento diferente y mayor al de la violencia contra el sexo masculino, pero no es así. El mensaje que nos dejan estas cifras es el mismo que nos debería dar el sentido común y la ética. No hay que educar para que no se le pegue a una mujer, hay que educar en contra de toda agresión.
No se trata de buscar una sociedad en la que las agresiones a los hombres nos causen risa, como sucede comúnmente cuando un hombre se atreve a denunciar a una mujer agresiva, sino de que la violencia, sin importar de donde venga y hacia quién vaya, debe ser repudiada y castigada por la ley.
Algo de lo que muy poco se habla, cuando se toca el tema de la violencia contra la mujer, es de la importancia del desarrollo económico en la disminución de ese fenómeno. Según datos de la ONU las dos causas principales por las que las mujeres son víctimas de violencia por parte de los hombres son las uniones tempranas y la dependencia económica. En los países más prósperos las mujeres se casan a mayor edad y tienen una tasa de vinculación al mercado laboral más elevada. Entonces, si queremos de verdad atacar las causas no nos podemos olvidar de la importancia de permitir el desarrollo económico. Tanto la violencia contra la mujer, como la violencia en general, es menor en los países más ricos.
Es un absurdo creer que los hombres son malos y las mujeres son buenas y que, por lo tanto, hay que castigar en mayor medida a los hombres y valorar más la vida del sexo femenino. Simplemente se trata de que la violencia y el crimen hay que castigarlos, sin importar si vienen de un hombre o de una mujer. En vez de crear nuevas leyes que ponen al hombre en desventaja enfoquemonos en hacer lo correcto y lo necesario: que la justicia sea efectiva.