Este fin de semana, 27 y 28 de enero, el país volvió a sufrir el terrorismo como en las peores épocas. Hemos vuelto a vivir lo que sucedía antes de que Álvaro Uribe llegara al poder. El acto más sangriento ocurrió el sábado por la mañana en Barranquilla. Dos artefactos explosivos fueron accionados de forma simultánea en la Estación de Policía del barrio San José. Cinco policías fallecieron y 38 quedaron heridos, varios de ellos se encuentran en estado grave.
Luego, la noche del mismo sábado en el corregimiento de Buenavista, jurisdicción del municipio de Santa Rosa, sur de Bolívar, terroristas lanzaron un artefacto explosivo a un lote baldío que está contiguo a la estación de policía de esta población. El hecho dejó dos uniformados muertos y uno herido. Después de la explosión se produjeron hostigamientos por parte de los atacantes que sumergieron a la población en el pánico.
Al día siguiente, el domingo, un nuevo ataque con un artefacto explosivo llenó de pánico a los habitantes del municipio de Soledad. La explosión se presentó en el CAI del barrio Soledad 2000 y dejó como resultado siete heridos, cinco de ellos policías y dos civiles. Además, hay 10 casas afectadas y también daños en la institución educativa Luis Sánchez Porto, ubicada al lado del CAI.
El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, ya ha salido a confirmar que el ELN (Ejército de Liberación Nacional) es el autor de los tres atentados. Por su parte, el presidente Juan Manuel Santos, en tono elevado y fingiendo estar muy enojado con lo ocurrido, anunció que suspende el inicio del quinto ciclo de negociación con esta guerrilla.
“He tomado la decisión de suspender la instalación del quinto ciclo de conversaciones que estaba previsto para los próximos días, hasta que no vea coherencia por parte del ELN entre sus palabras y sus acciones”, afirmó Santos.
Lo mismo sucedió hace 20 días. El 9 de enero se acabó el cese al fuego pactado entre el ELN y el Gobierno, un día después, esa guerrilla se atribuyó dos atentados contra las Fuerzas Militares y la infraestructura petrolera. Entonces Santos le ordenó al jefe del equipo negociador que dialoga en Quito devolverse al país porque se suspendía el diálogo.
El ELN es experto en iniciar negociaciones y seguir delinquiendo mientras afirma que está dispuesto a desmovilizarse. Santos, mientras tanto, se hace el duro, el que tiene carácter, sale a exigir coherencia pero el papel no le dura mucho. A los días vuelve y se sienta con ellos a negociar. En unas semanas veremos de nuevo al Gobierno hablando con estos delincuentes, y los nombres de los siete policías asesinados y de los más de 40 heridos se nos habrán olvidado.
Ahora bien, estos sangrientos ataques de Ejército de Liberación Nacional en la coyuntura actual tienen principalmente dos objetivos:
Presionar al Gobierno para conseguir un acuerdo por lo menos igual al de La Habana
Juan Manuel Santos acaba de imponerle a los colombianos un acuerdo negociado con las FARC en La Habana. A pesar de que en un plebiscito se les dijo “No”, esta guerrilla tiene ya 10 escaños en el Congreso y un candidato presidencial. Ni siquiera van a tener que pasar por la justicia para llegar al legislativo. Tampoco necesitarán votos.
A los guerrilleros se les dará, además, salario mensual, vivienda, cotización en salud y seguridad. Y la participación en política del partido de las FARC costará, según el Gobierno, 39.688 millones de pesos, aproximadamente 14 millones de dólares que, por supuesto, saldrán del bolsillo de los colombianos. Con este dinero se pagarán, entre otras cosas, los gastos de funcionamiento del nuevo partido conformado por los peores asesinos de nuestra historia, la creación de un “centro de pensamiento” y las diez curules en el Congreso.
El ELN no firmará un acuerdo por menos de lo que ya se le ha dado a las FARC, y para conseguir eso debe mostrar al Gobierno que aún tiene poder y puede causar daño. El sangriento fin de semana que acabamos de vivir es consecuencia de los incentivos creados por el Estado colombiano, que premia a los delincuentes más aventajados.
Asustar a la sociedad colombiana en época de elecciones
El próximo 11 de marzo los colombianos elegirán a sus congresistas y en mayo se escogerá al nuevo presidente, hay mucho en juego para el ELN. Dependiendo del Congreso que se conforme y de quién llegue a la presidencia, el Ejército de Liberación Nacional tendrá, o no, la posibilidad de lograr un acuerdo como el que ahora disfruta las FARC. La estrategia para conseguir su objetivo es causar miedo en la sociedad.
Lo que hizo el ELN este fin de semana es intentar convencer a la población colombiana, mediante sus crímenes atroces, de que elijan a un Gobierno que pueda continuar una negociación con ellos, porque de lo contrario viviremos permanentemente el terror de la guerra. Es un recordatorio del daño que pueden causar.
Finalmente, no podemos ignorar que lo sucedido este fin de semana es culpa de Juan Manuel Santos y su obsesión por arrodillarse ante los criminales. Premiando a las FARC con el acuerdo de La Habana, lo que hizo fue generar incentivos para que los delincuentes se esfuercen por causar igual o más daño que ese grupo guerrillero y lograr por lo menos los mismos beneficios que obtuvieron los farianos.
Pero, además, que el ELN y otros grupos criminales estén tan fuertes también es culpa del presidente. Juan Manuel Santos recibe en el 2010 un país con aproximadamente 62.000 hectáreas de coca y una guerrilla prácticamente acabada. En este momento, hay alrededor de 188.000 hectáreas de coca, que enriquecen y fortalecen a grupos como el ELN. Santos abandonó la estrategia de Uribe de perseguir a los delincuentes y se dedicó a darles las condiciones para que se fortalecieran.