El “quédate quieto” de la administración Trump contra Huawei ha sido un duro mentís contra la idea del “imparable” ascenso chino, llamado supuesta e irremediablemente a desbancar la actual supremacía de Estados Unidos. No será así, al parecer aún por bastante tiempo.
Al respecto, recordemos que la semana pasada, con el argumento de defender la seguridad nacional y por el supuesto uso de software de espionaje por parte de Huawei para enviar datos críticos de sus usuarios al gobierno chino, la administración Trump vetó a las empresas estadounidenses la compra y venta de componentes de Huawei, una decisión cuyo enorme impacto comenzó a verse tras la resolución de Google de cortar sus relaciones comerciales con la empresa china.
La iniciativa de Google pone en entredicho la viabilidad de la empresa, el segundo mayor fabricante de celulares en el mundo y la más grande de telecomunicaciones. Huawei tiene 180 000 empleados y alcanza con sus productos a “más de un tercio de la población mundial”, según informa en su web. Según la investigadora Counterpoint, 17 % de los smartphones en el mundo son Huawei, solo superado por Samsung (21%) y arriba de Apple (12 %).
Google ya no servirá actualizaciones de Android ni dará acceso a su tienda de aplicaciones Play Store a los futuros terminales de la marca china, y tampoco permitirá instalar plataformas tan populares como Gmail, Google Maps o YouTube. Además, inmediatamente al bloqueo se sumaron numerosas compañías norteamericanas y de otros países: desde fabricantes de procesadores, como ARM, Qualcomm e Intel, a operadoras como Vodafone o las japonesas NTT Docomo, Softbank y KDDI. Esto pone aun más en entredicho a Huawei, porque muchos de los componentes de sus smartphones fueron diseñados sobre las plataformas de estos proveedores.
Ahora bien, ¿hay bases para pensar que Huawei es un real peligro para la seguridad de la información de sus usuarios? Trump no presentó una sola prueba para fundamentar su postura. En tal sentido, ¿usted le creería a Trump solo porque él lo dice? En principio, hay temor fundado de que el gobierno dictatorial chino obligue a las empresas a tener acceso a secretos industriales, datos de usuarios y otra información confidencial. Recordemos solo que China se involucró por muchos años en gran cantidad de tipos de espionaje, incluido el cibernético, el robo de propiedad intelectual y el sabotaje industrial. Adicionalmente, y para mayor gravedad, las más recientes leyes chinas, fundamentalmente la ley de seguridad del Estado, obligan a las organizaciones chinas a colaborar en los esfuerzos de inteligencia nacional.
Por otra parte, la prevención contra Huawei no se limita a Estados Unidos. Es larga la lista de países que han prohibido su tecnología bajo supuestos iguales o similares: Nueva Zelanda, Australia, Inglaterra (con restricciones), Canadá, Bélgica, República Checa, y ha sido puesta bajo evaluación en Alemania y Japón, Corea del Sur. En tal sentido, hay una innegable preocupación por la participación de empresas chinas de tecnología en materia de seguridad, específicamente contra Huawei.
Adicionalmente, los señalamientos contra Huawei por espionaje no son nuevos. Apenas en enero pasado un empleado suyo fue detenido y acusado en Polonia en un caso de espionaje industrial, o bien, recordemos el reciente arresto en Canadá de Meng Wanzhou (la directora ejecutiva y heredera de la empresa) bajo distintos cargos por parte de Estados Unidos, como fraude bancario, electrónico, espionaje y relaciones comerciales con Irán con un proceso de extradición en marcha. O las acusaciones contra Huawei por los mismos cargos de ahora, pero desde la administración Obama. O en otro rango, la venta frustrada de Moneygram a Alibaba, por el rechazo a que una empresa china accediera a datos de millones de usuarios estadounidenses.
Las acusaciones de Trump contra Huawei podrían ser falsas y ser un mero pretexto proteccionista a efectos de evitar que la marca china tenga la supremacía total en la tecnología 5G, algo que China ha bautizado como la “nueva ruta de la seda” y que decidirá fundamentalmente buena parte de nuestro futuro y su conectividad. No sería la primera vez que un gobierno norteamericano miente descaradamente. Recordemos tan solo las supuestas armas químicas en Irak.
Nadie en su sano juicio podría meter las manos al fuego por Huawei o afirmar terminantemente que sus terminales están libres de toda “puerta trasera” habilitada para espiar. El miedo a que el 5G chino deje un puerta de atrás abierta y meta un caballo de Troya en todas las salas del mundo está más que justificado y tiene antecedentes creíbles. Mas a fin de cuentas, la dictadura china no haría nada que no haya hecho antes el gobierno de Washington en complicidad con Silicon Valley, como Edward Snowden nos reveló con toda crudeza.
En todo caso, quienes hoy protestan por el veto de Trump convenientemente olvidan que China impone más duras restricciones a las empresas norteamericanas y nunca ha habido una protesta para rechazarlas. Así, empresas como Google, Facebook, Twitter, Instagram y otras tanto de Estados Unidos como de Europa (e incluso países asiáticos como Japón y Corea del Sur) tienen vedado el mercado chino. Los que hoy protestan solo por Huawei tienen la memoria corta o una agenda descaradamente política.
China ostenta un nulo respeto por la propiedad intelectual y las leyes ambientales, bajos costos por mano de obra casi esclava y trabajo infantil. China es también la existencia de campos de concentración para el lavado de cerebro, la “reeducación”, la represión y el internamiento ilegal de parte de su población. Es una dura persecución religiosa. Hay en ese país, por ejemplo, 100 000 trabajadores esclavos norcoreanos, más que en ningún otro país, una esclavitud contemporánea de personas desarraigadas y desprotegidas que no tienen adónde ir, no pueden dejar su trabajo, no pueden decir que no a nada, y no se les paga por ello. Así, si alguien no respeta las reglas del libre mercado son China y sus empresas, hoy supuestas adalides de la “libre competencia” para algunos sectores.
China y Estados Unidos tienen hoy de rehenes al libre mercado, a la globalización y a la innovación tecnológica. En todo caso, todo podría apuntar, como sugiere Steve Bannon, a una estrategia para obligar al gobierno chino a realizar algunas reformas liberalizadoras en su sistema económico. En ese escenario, Huawei quizá sea solo una víctima incidental de su propio éxito, pero no la única. Está por verse, en ese sentido, la respuesta china, que podría ser muy dura también. Pero lo cierto hasta ahora y al final es que en manos de Trump y del presidente chino, Xi Jinping, el libre comercio, la globalización y la innovación tecnológica comienzan a ser menos ellos mismos y más meras gestiones burocráticas a manos de políticos deshonestos, inescrupulosos y ambiciosos.