Chile vive momentos complejos en todas sus áreas. La educación es una faceta sensible en cualquier gobierno y no es sencillo lidiar con los asuntos concernientes a ella sin una determinación técnica y bien estructurada para llegar a la excelencia.
El gobierno izquierdista actual, liderado por Michelle Bachelet, comenzó con la consigna de igualdad en la educación ofreciendo terminar con la educación subvencionada al eliminar el copago, fortalecer la educación pública prácticamente obligando a los padres a poner a sus hijos bajo este sistema y aumentar su cobertura hasta que sea mayoritaria y la educación privada esté en su nivel mínimo. Todo esto bajo la idea que la igualdad comienza en la educación que reciben las personas entendiéndose así que esta es un fin en sí misma y que la calidad será irrelevante frente a la meta de lograr igualdad.
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El ministro de aquel entonces, Nicolás Eyzaguirre, un convertido a la ideología igualitarista, en una entrevista sugirió un método bastante particular para alcanzar la igualdad. Al ser consultado al respecto él comparó la desigualdad en la educación como una carrera que algunos corren en patines y otros corren descalzos. Su sugerencia fue bajar de los patines a aquellos que van rápido para que, según él, la carrera sea más justa. Ahora, hay que analizar si este razonamiento en pro de la igualdad tiene algo que ver con la calidad o si solo cumple con la expectativa del exministro de bajar de los patines a los más rápidos.
El Instituto Nacional, fundado a principios del siglo XIX, es un establecimiento emblemático, público cuyo perfil académico es altísimo ya que solo jóvenes estudiantes con buenos promedios y aptitudes académicas excepcionales son aceptados en el establecimiento del cual han egresado ya varios presidentes de la república. Veamos cómo le fue a este y otros emblemáticos con la teoría de que la igualdad es la meta.
- Eliminar la selección de alumnos por criterios académicos al ingreso de los establecimientos
- Ley de inclusión mina el rigor de la disciplina en los distintos establecimientos existentes
- Cambiar la malla curricular para simplificar los contenidos a los menos aventajados.
La suma de estas malas decisiones ahora en la figura de la ministra de educación actual Adriana Delpiano, provocan entre otras cosas, tomas indefinidas de los establecimientos que no quieren ceder a estas políticas que solo impactan la calidad de manera negativa siendo el resultado obvio del ausentismo o la pérdida de clases, el: no aprendizaje.
Tanto se ha perdido en los meses en que la indolencia de la autoridad no ha podido resolver las tomas, que el emblemático instituto nacional ha perdido su subvención por excelencia académica la que ostentaba de manera ininterrumpida por tanto tiempo. Todas estas tomas por lo demás, no solo van contra las medidas anteriormente mencionadas sino que suman la exigencia de gratuidad universal en la educación universitaria, tema altamente politizado y que del cual la izquierda se ha alimentado por años.
Se está logrando la igualdad, ahora el instituto Nacional ya no es el señor colegio de Chile, sino uno más del montón que nos provee la mediocre educación pública, sumándose a este colegio varios otros establecimientos emblemáticos que perdieron su excelencia académica.
Los desaciertos en materia de educación no cesan. Ahora el estado desea eliminar la asignatura de plan común de filosofía, hacerla solo electiva y además eliminar historia y fusionarla con ciencias o algún otro ramo para llamarla formación cívica, lo que podría ser un gigante paso hacia el adoctrinamiento además de ser una medida que disminuya la dificultad académica del currículum de manera que haya menos diferencias entre alumnos aventajados y no aventajados.
Las diferencias son naturales, son parte de aquello que nos hace humanos y permite que dada esa diversidad, la sociedad progrese en distintas áreas. Esa diversidad si no es acompañada de libertad no tiene un campo fértil para producir sus deseables resultados y dado que los gobiernos sobre todo los de izquierda, se empeñan en limitar la libertad, la diversidad se encapsula y las personas son condenadas a conformarse a la mediocridad que ofrezcan los gobernantes de turno con medidas estandarizadas que en nada contribuyen a la calidad.
La crisis de la educación chilena no está en la desigualdad de recursos financieros de las personas, sino en que la calidad que reciben las personas con menos recursos está limitada a lo que los gobiernos puedan ofrecer y si un gobierno se olvida del desarrollo, estanca el crecimiento y se preocupa de eliminar materias de estudio en vez de elevar la vara de exigencias y proveer las condiciones para que las metas se logren, entonces esa desigualdad que tanto parece pesar, solo se irá profundizando.
No es facilitando los contenidos que se logra calidad e igualdad, no es así como se empareja la cancha y mucho menos se logra así una igualdad deseable sino que como se ha visto hasta ahora, solo se logra igualar hacia abajo.
Las soluciones nunca son a corto plazo, pero Chile se ha vuelto un país e protestas y no de acción, el gobierno es uno de oír a la calle y no siempre a la razón, proveyendo soluciones mediocres y cortoplacistas.
La libertad permite que existan diversos proyectos educativos, con distintas orientaciones y exigencias que se adaptan a las personas y a las cualidades de estos. Mientras más libertad haya, la sociedad civil podrá solucionar mejor el asunto de la educación creando más y mejores proyectos educativos a precios más competitivos. Si los gobiernos se dedican a crear los márgenes para que exista prosperidad, las personas solucionarán de alguna maneras sus necesidades, pero si el gobierno desea controlarlo todo, poco a poco desincentiva los canales de solución que la sociedad civil pueda proveer.
Hay personas académicas y hay personas no académicas, no todos los seres humanos deben aspirar al mismo ideal, lo cual no los hace menos educados.
Nadie limita la educación a un set de cartones, sin embargo es comprensible que se aspire a estos para obtener movilidad social, pues entonces el foco debe estar no en obligar a los establecimientos que obtienen buenos resultados a bajar sus normas, sino a fortalecer a aquellos que aún les falta, a crear instancias para que la sociedad civil cree nuevos métodos inclusivos para personas diversas.
Tal como se hace a través del sistema homeschool (escuela en casa) donde los padres son los monitores del aprendizaje de sus hijos, o sistemas de educación virtual, ideal para jóvenes deportistas que pueden manejar así mejor sus tiempos, o escuelas que propician las artes, las ciencias o las humanidades, proyectos diversos, todos válidos cuya excelencia puede lograrse a través de establecer el ideal permitiendo que las personas encuentren su lugar en la oferta educacional.
No es eliminando contenidos o fusionando otros como se alcanza la excelencia, sino permitiendo que las personas desarrollen su propio potencial dentro de lo posible logrando en ese sentido más igualdad ya que es más probable que las personas encuentren su excelencia en sus distintas áreas.
El mercado no miente, siempre el tiempo premia los modelos que funcionan con respecto de aquellos que no y si la idea es que la educación pública sea un modelo deseable, en vez de bajar sus estándares, debe estudiarse aquellas cosas que hacen de la educación privada un éxito y las características de los colegios públicos de éxito que los diferencian de aquellos del montón y generar en el tiempo las circunstancias para que la generalidad de la educación pública llegue a experimentar esos cambios en pro de la calidad ya que solo con esto habrá menos desigualdad y las personas serán productores de excelencia en el área en la que se desempeñen.
No es fácil cuando el populismo está a la orden del día y necesita de la educación como bandera electoral, pero con la seriedad por delante, sin libertad no hay calidad y sin calidad jamás llegará la igualdad.
Que en paz descansen los colegios emblemáticos de Chile.