La Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH) le ha dado una nueva lección al país: para movilizar a gran parte de esta nueva generación basta con que el otro tenga “apariencia de…” para ser catalogado un enemigo, digno de ser derrocado, ratificando una vez más que la idea del estudiante, dispuesto al debate y que cultiva la razón dista mucho de la realidad, convirtiéndose así en probablemente la más importante agencia de creación de futuros líderes políticos para los sectores más radicales, como el Frente Amplio.
Antes de la posesión de Sebastián Piñera como presidente de la República, Alfonso Mohor, uno de los líderes de la destacada y muy altruista confederación, dijo a los medios que tenían programadas muchas marchas y que el gobierno tendría que hacer frente a las mismas con respuestas concretas, a la pregunta lógica ¿marchas por qué o para qué? La respuesta no se hizo esperar “por lo que sea, motivos sobrarán”.
Hasta aquí, tenemos un primer síntoma de nuestra perfectible democracia si no ganas en las elecciones, no dejes gobernar, no importa si las ideas del otro son buenas y convenientes para el país y por ende, para ti mismo, pero viene del oponente y por lo tanto, son malas.
Un buen número de chilenos hemos sido testigos de las marchas que han llenado nuestras calles (y de paso, han dificultado la movilidad de cientos de miles de trabajadores) y al ver a tantas indignadas gritando con furia, lo primero que inspiran es a preguntar ¿por qué? ¿Qué necesitan decir que no ha sido escuchado? y la respuesta, nos abre un panorama complejo con un fuerte tinte político: fin al lucro, fin a la deuda estudiantil y una educación no sexista. Dos de las tres razones tienen un componente ideológico –económico y una de ellas, a priori es ambigua, ¿qué es una educación sexista?
Al menos 15 universidades nacionales se encuentran en movilización por manifestaciones de “feministas” que han levantado varias banderas de lucha: la educación no sexista, exigir protocolos en casos de denuncia de abuso laboral/sexual y que se termine con la violencia de género. Aparentemente y desde una perspectiva constructivista, ¿qué y quiénes son los actores involucrados para cada una de estas demandas sociales?.
Ciertamente, los protocolos en casos de abuso laboral o sexual son necesarios y deben ser un requisito sine qua non de todas las instituciones, no solo de educación y lastimosamente, los testimonios de mujeres que han sido violentadas aumenta a nivel nacional e internacional siendo imposible calcular su cifra; no obstante, desde el gobierno de Sebastián Piñera solo se puede incentivar a las universidades a que diseñen protocolos, dado el carácter autónomo de las IES en nuestro país.
Y a invitarlas a que acudan a las instancias de justicia cuando sea necesario, lo que queda claro, es que no se necesita de un paro nacional para llegar a tales disposiciones, especialmente si se ignora que desde la misma teoría feminista, los primeros y más grandes cambios deben surgir desde las familias y no desde el Estado, como ustedes pretenden.
Ahora bien, al escuchar las consignas o más específicamente, la canción que se interpreta durante las marchas, muchas ideas resultan preocupante en aras de la defensa y protección de los derechos humanos, de la libertad e incluso, de la democracia: “aborta al patriarcado, al capitalismo, la iglesia y al Estado”, “se necesita urgente una educación feminista y disidente”, “afuera las iglesias, de todas las escuelas, para que se eduquen maricas, trans y lelas” y como esas, muchas expresiones más.
Sin embargo, no se puede avanzar en una discusión sobre violencia a las mujeres, recurriendo a violencia contra otros sectores poblacionales o pisoteando libertades, como la de culto o reproduciendo ideas como que la disidencia es buena per se.
Queridas indignadas, mujeres como la científica Marie Curie, la tenista Billie Jean King, la economista Elinor Ostrom, se destacaron por sus méritos, por el profesionalismo y el talento incuestionable, aunque en su época no tuvieron tantas facilidades como nosotras, nunca persiguieron imponer una supremacía, ni conseguir cupos exclusivos, sus argumentos para demostrar que eran iguales en derechos, se vio reflejado no exhibiendo su cuerpo, sino sus productos, en estos casos, la ciencia, el deporte.
Denuncian al patriarcado por ser un sistema opresor y cosificar su cuerpo, pero ustedes, al desnudar su torso, envían una señal contradictoria: queremos que escuches nuestros argumentos y si no quieres hacerlo, al menos queremos que nos mires.
En una sociedad libre, competitiva, llena de dinamismo, el mayor acto revolucionario y republicano que pueden hacer para consagrar un progreso que de verdad garantice que no haya “ni una más”, es educarse y prepararse hasta conseguir ser las mejores en sus campos, exigir como cualquier otro ciudadano, rendiciones de cuenta al Estado, que den cuenta de la administración de la justicia, pero también del funcionamiento de todas las instancia que como nacionales nos afecta.
Las feministas del pasado, protestaron porque querían educarse y tener mejores perspectivas de vida; al abandonar las aulas, ustedes pisotean los orígenes de ese mismo movimiento que dicen representar. Al no denunciar específicamente a los académicos involucrados, están cayendo en generalizaciones y privan a una generación entera de hombres brillantes, cultos, apasionados por su oficio, que están igualmente convencidos, que las mujeres somos un motor de la sociedad y que están dispuestos a trabajar para lograrlo.
Solo queda claro, que es probable que en las pantallas de todos los chilenos, estemos viendo a los discípulos de Camila Vallejo, de Boric o incluso de Carol Cariola, que empiezan a ver en la política, un botín para enriquecerse a costa de los más ingenuos.