
Según algunas teorías económicas con acogida en América Latina, la causa del atraso económico de la región es la escasez de industrias nacionales, y no la falta de inversión y competitividad. Por esta razón, ciertos gobiernos de la región quisieron crear empresas estatales cuyo propósito fuese competir con grandes empresas del mundo. Si bien la izquierda revolucionaria es responsable por gran parte de estos proyectos, las dictaduras militares latinoamericanas también acogieron esta hipótesis como cierta. Las dictaduras nacionalistas de Brasil y Argentina crearon industrias de Estado cuyo fin era sustituir productos industriales importados. En la actualidad, los países dirigidos por la izquierda radical como Venezuela y Cuba siguen realizando experimentos empresariales con el dinero de los ciudadanos. En el PanAm Post le contamos algunas de las invenciones empresariales de los gobiernos latinoamericanos.
Venezuela: automóviles “anti-imperialistas”

Hacia 2003, el gobierno de Hugo Chávez radicalizó su política exterior. Este viraje político implicó un acercamiento a regímenes autoritarios que desafían a los Estados Unidos. Uno de los principales socios de Chávez fue la teocracia iraní. El régimen bolivariano encontró en el gobierno de Ahmadineyad un aliado. Con el propósito de aumentar el comercio y la cooperación entre ambos países, y promover “el desarrollo endógeno”, ambos gobiernos crearon en 2006 Venirauto. Esta empresa se dedicaría a ensamblar vehículos. Hasta el momento, la ensambladora ha comercializado dos modelos: el Turpial y el Centauro.
Durante su creación, ambos gobiernos prometieron competir con las empresas capitalistas, pero vendiendo a bajos precios. No obstante, los resultados de Venirán han sido pobres. Al menos desde 2012, la compañía persa-venezolana ha producido una menor cantidad de autos de la que planearon. Las ventas han sido escasas, y la empresa genera pérdidas. Aún así, la empresa aún opera.
Venezuela: los teléfonos celulares de la Revolución Bolivariana

Además de producir tractores y automóviles iraníes, el gobierno chavista creó dos fábricas estatales de teléfonos celulares con inversión china. Se trata de Vtelca y Orinoquía. Kai Chen, presidente de Orinoquía, asegura que la empresa se basó en las líneas de trabajo de Maduro y Chávez.
Aunque aparentemente en el caso Vtelca y Orinoquía la situación es mucho más favorable que para Venirauto, la empresa perdió un 11,7 % de productividad en 2015. Dados los problemas de inflación y excesiva burocracia, los precios de Orinoquía y Vtelca han aumentado.
Venezuela: ¿arepas iraníes?
Dada la escasez de alimentos básicos en Venezuela producida por el centralismo económico y el dirigismo, el régimen chavista ha atraído empresas del régimen teocrático de Irán a cooperar con empresas públicas venezolanas. Una de las empresas que ha sido elegida para recibir la cooperación iraní es Venalcasa. Esta empresa estatal está encargada de producir harina de maíz precocida, materia prima para uno de los elementos fundamentales de la gastronomía venezolana: las arepas. La productividad de Venalcasa es tremendamente reducida, a pesar de la altísima demanda de harina de maíz entre los venezolanos.
Venezuela: Tractores, ¿de Bielorrusia?

Además de financiar empresas mixtas con Irán, el gobierno de Venezuela ha apostado por la integración económica con el Estado bielorruso. El gobierno dirigido por el dictador Aleksandr Lukashenko ha recibido generosas propuestas de negocios por parte del régimen bolivariano. El régimen de Bielorrusia recibió contratos de exploración por 25 años el campo petrolero Guara Este.
A su vez, el régimen bolivariano recibió inversiones del Estado de Bielorrusia para ensamblar tractores y camiones en Venezuela. Las empresas Veneminsk y Mazven son las encargadas de producir los vehículos venezolano-bielorrusos.
Cuba y el negocio de la sangre
El marxismo ha detenido el avance económico de la isla, satanizando durante muchos años la economía privada. Por dicha razón, la economía de la isla se ha centrado en unos cuantos productos de exportación como el azúcar, el tabaco y el ron. Sin embargo, otro de los negocios que ha dejado dividendos para la dictadura cubana es el comercio de la sangre. En 2014 la sangre humana y animal que vendió Cuba representó un 1,8 % de las exportaciones del país.
Según el Observatory of Economic Complexity (OEC) el negocio de la venta de sangre humana y animal de Cuba le reportó al país en 2014 unos USD $ 31.3 millones. Los principales compradores de la sangre que vende el régimen cubano son Argentina, Brasil, Sudáfrica y Colombia.
Uber del Estado colombiano
Colombia no hace parte del eje boliviariano. Sin embargo, algunos ministros del gobierno Santos también han promovido la creación de empresas estatales para proteger a ciertos sectores económicos. Es el caso del ministro de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones David Luna, quien hace pocas semanas aseguró a una emisora radial colombiana que próximamente el Estado va a lanzar una aplicación móvil cuyo propósito será competir con Uber y que podrá ser utilizada por los taxistas tradicionales.
Buenos Aires: El Uber porteño
Al igual que en Colombia, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que en 2016 bloqueó la aplicación Uber, lanzó en enero de 2017 de este año una aplicación que busca competir con dicha aplicación móvil internacional. Se trata de BA Taxi, una plataforma que conectará a los taxistas de la ciudad con los interesados en utilizar el servicio e incluso pagar con tarjeta de crédito y calificar al chofer. No todos los taxistas de la ciudad apoyan la medida, algunas agremiaciones del sector criticaron firmemente el proyecto.
Conclusiones
Algunos Estados latinoamericanos han usado el dinero de los impuestos de sus ciudadanos para financiar proyectos económicos que tienen fines políticos. Es el caso de los autos iraníes y los tractores bielorrusos en Venezuela. A pesar de la baja productividad de estas empresas, el régimen bolivariano sigue inyectando dinero a estos proyectos por capricho ideológico. Sin duda alguna el comercio y la inversión internacional implican ganancias para el país que las recibe. No obstante, esta inversión debe obedecer a criterios de eficiencia económica y no a caprichos políticos del gobernante de turno. América Latina debería recibir con buena voluntad a quienes estén dispuestos a crear puestos de trabajo respetando las leyes y asumiendo los riesgos de la inversión, sin escudarse en los contribuyentes, sin importar su país de origen. Los impuestos que pagan los ciudadanos deberían ser gastado con mesura, estableciendo prioridades antes que caprichos políticos del gobernante de turno.