Los enemigos del libre mercado afirman una y otra vez que las ideas “neoliberales” han generado un franco repliegue en el tamaño del Estado. Sin embargo, basta con acudir a las estadísticas oficiales de las principales economías del mundo para comprobar que la realidad es muy distinta.
Tomemos como referencia la base de datos de la OCDE. Si analizamos el período que va de 1965 a 2014, podemos ver que el peso de los impuestos sobre el PIB ha subido de forma casi ininterrumpida. Al comienzo de la serie, el promedio era del 24,8 % del PIB. No obstante, la última cifra disponible apunta que la presión fiscal ya llega, de media, al 34,2 % del PIB.
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El estallido de la Gran Recesión supuso un leve repliegue de la presión fiscal, que cayó del 33,8 % en 2007 al 32,4 % del PIB en 2010. Sin embargo, buena parte de las economías desarrolladas optó por subir impuestos, de modo que esa pequeña caída se vio compensada con creces entre 2011 y 2014, hasta el punto de que el 34,2 % del PIB registrado en el último año evaluado supone el dato más alto de toda la serie histórica.
El fuerte aumento de la recaudación fiscal se reparte del siguiente modo:
1. La suma del impuesto sobre la renta y del impuesto de sociedades ha pasado de aportar una recaudación equivalente al 8,7 % del PIB en 1965 a unos ingresos equiparables al 11,6 % en 2014.
2. Las rentas obtenidas del IVA y los impuestos al consumo han crecido del 9,4 % del PIB registrado en 1965, al 11 % que arroja los datos oficiales para 2014.
3. La subida más significativa es la que se observa en las contribuciones a la seguridad social. El sistema de pensiones basado en el modelo de reparto acarrea cargas fiscales cada vez más altas. Así, estas tasas suponían el 4,5 % del PIB en 1965, pero alcanzan el 9,1 % en la actualidad.
De modo que los impuestos van a más en la OCDE, pero el grueso del aumento se explica por el fuerte crecimiento del peso de las cotizaciones sociales, que además tienen el efecto de encarecer sustancialmente la contratación. Pero hay países que sí han evitado esta “bomba fiscal”. Es el caso de Chile o de Australia, donde las pensiones dependen de las cuentas de ahorro individual de los trabajadores. Esto explica que la presión fiscal total en ambos países sea del 20 % y del 28 %, respectivamente.