La COVID-19 ha sido el caldo de cultivo ideal para la retórica demagoga, han sido meses donde los políticos – y también la prensa – han presentado un falso dilema desde el inicio del brote que ponía en velo al planeta: salud o economía.
La zona rioplatense quizás sea la que más contraste tiene con respecto al enfrentamiento de la pandemia, con dos administraciones jóvenes, que apenas inician sus mandatos, pero con posturas diametralmente opuestas: Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou. Uno presentando como su estandarte de lucha el dilema salud o economía “poniendo a la vida por delante de todo”, y otro encargándose de administrar una crisis en todos los frentes sin temor a las críticas hacia su gestión o sus ideas.
Los datos y los hechos hablan por sí solos, el modelo uruguayo ha sido tremendamente más exitoso que el argentino, tanto en salud como en economía; rompiendo así con el falso dilema que muchos presentaron.
Contexto uruguayo
Quince años de frenteamplismo estancaron el crecimiento uruguayo y directamente lo hizo decrecer desacelerando su economía en los últimos años. Lacalle Pou heredó un país con una situación macroeconómica inestable, con un gran déficit fiscal por el alto gasto público, con decrecimiento y desacelero económico, con problemas de inseguridad in crescendo y necesitado de reformas educativas. En ese contexto, Lacalle no solo tenía que avanzar en sus reformas y prioridades de gestión vitales, sino también enfrentarse a una pandemia que azota al mundo. Hasta ahora no solo le está yendo muy bien en la lucha contra el COVID-19, sino que además avanzó en la propuesta de la Ley de Urgente Consideración (LUC). Una gran reforma sin precedentes que está siendo evaluada exhaustivamente en el congreso uruguayo.
La LUC incluye una modificación de 501 artículos y requirió del apoyo de los partidos Colorados y Cabildo Abierto para poder avanzar en este proyecto del ejecutivo. El principal partido opositor, Frente Amplio, ha atacado cada una de las disposiciones que ha tomado el actual mandatario uruguayo, criticando la gestión de la pandemia – una de las más exitosas del continente y el mundo – y también atacando a la LUC que se dispone a terminar con varios de los fracasos de la izquierda uruguaya que llevó gobernando década y media de forma ininterrumpida.
Puesto en números, Lacalle Pou heredó dos años de aumento del desempleo, crecimiento de la pobreza, una tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes que del 2017 al 2018 pasó de 8 a 11; aumento del porcentaje de robos violentos y hurtos. En materia económica, Uruguay lleva dos años de desacelero en cuanto al PIB, del 2017 al 2018 bajó de 2,7 a 1,8 % y del 2018 al 2019 de 1,8 a 1,5 %. En faceta educativa, solamente un 36,3 % de los jóvenes uruguayos terminan la secundaria en tiempo y forma. En el área fiscal, el déficit aumentó del 2,7 a 4,8 %. Bajo todo esto, se entiende el por qué la urgencia en aprobar la gran reforma que pretende terminar con el Estado socialista en Uruguay.
¿Qué hizo Uruguay para controlar la propagación del virus sin destruir a la economía?
Para poner las cartas sobre la mesa, hay que citar a la vicepresidente de Uruguay, Beatriz Argimón: “nunca tomaría una medida contra el coronavirus que no tenga en cuenta la libertad del individuo”, refiriéndose al presidente uruguayo. Es decir, en el país charrúa se apostó por respetar las libertades individuales pese a que en la mayor parte del mundo se puso en primer lugar la seguridad colectiva sin darle mucha importancia a la libertad. ¿Qué demostró Uruguay? Que ambas pueden ir de la mano, responsabilidad y libertad trabajan juntas, no separadas.
Hasta ahora, el país uruguayo registra un total de 738 casos, 20 muertes totales, 579 recuperados y 139 casos activos. Los casos por cada millón de habitantes son de 213 personas y las muertes de 6.
Algo fundamental en el éxito en la contención del virus ha sido el testeo masivo, Uruguay ha realizado un total de 34 794 test, un número que representa 10 020 test por cada millón de habitantes. Un número bastante alto considerando el tamaño y el índice poblacional del país.
Algunas de las medidas para evitar la proliferación del virus fueron: declarar emergencia sanitaria el 13 de marzo después de confirmar los primeros trece casos por COVID-19. Ese mismo día se anunciaron la suspensión de las clases, los eventos masivos, las actividades no esenciales y se ordenó el cierre de fronteras. También se habilitó la “Operación Todos en Casa”, para repatriar a todos los uruguayos varados en el extranjero.
Lo que diferencia Uruguay del resto de los países es que el gobierno no impuso una cuarentena obligatoria, tampoco hizo detener la actividad económica por completo sabiendo que una gran contracción es igual a más pobreza, mayor desempleo, empresas quebradas y, por supuesto, más muertes a causa del hambre.
La responsabilidad ciudadana jugó un papel preponderante en Uruguay, quizás como en ningún otro país sudamericano. Al no haber un fuerte rebrote de casos, el país se va preparando para más flexibilizaciones, las escuelas rurales ya volvieron a funcionar y pronto volverán los centros educativos de las grandes ciudades.
Los índices económicos en Uruguay son además mucho menos negativos que en otros países de la región. Esto debido a que, por ejemplo, el 85 % de los comercios del centro de Uruguay ya han reanudado sus actividades. El sector de construcción, que estuvo frenado entre el 24 de marzo y el 13 de abril, retornó actividades y no tuvo consecuencias en el aumento de los casos por lo que será posible seguir reactivando este rubro clave para el país.
Cómo Uruguay recauda fondos para luchar contra el coronavirus
Aquí es necesario hacer un paralelismo con otro caso de éxito en cuanto a la contención de la pandemia: Paraguay. El país guaraní, al igual que el charrúa, tiene controlado al COVID-19 teniendo muy pocos casos comunitarios y la mayoría de positivos provinienen del exterior (casi todos de Brasil), manteniéndolos en albergues.
Para hacer frente a la pandemia, Paraguay ha tenido que recurrir a préstamos incrementando su deuda externa y alcanzado un porcentaje alto con respecto al PIB del país, también colocó bonos soberanos en el mercado internacional por USD 1.000 millones a una tasa del 4,95 %, esto hizo que la deuda del país paraguayo suba al 26 %, todo un récord, lo recomendable es que esta no supere el 30 %.
Uruguay, en cambio, para no tomar medidas que pusieran en riesgo al mediano y largo plazo al país, optó por un nuevo enfoque para recaudar los fondos necesarios para la respuesta ante la pandemia. Primero recurrió a organismos de crédito con líneas bajas en lugar de los mercados de bonos, el gobierno también creó un “Fondo coronavirus”, para que funcionarios públicos – incluidos legisladores y ministros – redujeran un 20 % de su salario para conseguir dinero para luchar contra la pandemia. Esta medida ha recaudado, en total, 12 millones de dólares.
En materia de apoyos a empresas para reducir el impacto económico en la sociedad, el gobierno tiene planeado gastar unos USD 400 millones y canalizar USD 2.600 millones en préstamos. Uruguay está lidiando con la mayor desaceleración de su país desde que una crisis financiera regional provocó que la economía se desplomara en 2002.
Desmontado el falso dilema salud o economía
Uruguay es el vivo retrato de éxito, al contrario del discurso populista que abunda por esta época, la administración de Lacalle se ha ido por el camino de la sensatez; manteniendo un equilibrio entre la salud y la economía. Sin buscar responsables externos, ni culpar a gobiernos anteriores, el presidente uruguayo implementó sus ideas, dio un papel protagónico al individuo, hizo que la libertad y la responsabilidad trabajen de la mano y ha logrado el reconocimiento por el gran manejo de la pandemia sin necesidad de restringir libertades.