Los ciclos de auge y recesión económica relatan las distorsiones que la política monetaria induce en la estructura del capital. Alguna vez me preguntaron si se transfería el ciclo económico de unas a otras economías por el comercio y las inversiones. Sí. El mundo es interdependiente, capital, bienes, servicios y, en menor medida, trabajo van de un lugar a otro en la medida que el mercado lo demanda y la política lo permita. El intervencionismo soberano, grande o pequeño, afecta y es afectado por lo que ocurre tras sus fronteras. Hasta las absurdas economías socialistas más férreamente cerradas dependen en algún grado del resto del mundo.
El trabajo de García, Nell y Mata, realizado en el 2008, señala cómo las teorías monetarias contemporáneas obvian en gran medida que el sistema monetario de Breton Woods dividió asimétricamente las economías entre emisoras y receptoras de reservas. Ni hablar de las diferencias entre esa asimetría bajo el sistema de patrón oro-dólar con tipos de cambios fijos y el que resulta de su eliminación en 1971.
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Los bancos centrales funcionan mal sin patrón oro. La emisión de divisa de reserva puramente fiduciaria es contra deuda denominada en ella misma. Eso hace inevitables tipos de cambio flotantes entre economías emisoras de reserva. Que una economía sea emisora o receptora de reservas influirá su tipo de cambio real y determinará que sea central o periférica en el sistema monetario contemporáneo. Entendemos por centro una economía que emite divisa fiduciaria que sea reserva de las que emiten economías periféricas. Y no está de más recordar que hay bienes y servicios que será rentable exportar e importar y otros que no será rentable producir sino localmente. A los primeros los llamamos transables y a los segundos no transables.
En las investigaciones de mi amigo Nicolas Cachanosky en 2012 vemos que si se inicia un ciclo en el centro con tipo de cambio fijo en la periferia el aumento del consumo de bienes transables del centro puede ser satisfecho con importaciones. El aumento en el consumo de bienes no transables requiere incrementar la producción nacional. El precio de los bienes no transables sube respecto al de los transables. El incremento de importaciones incentiva reasignar capital hacia la producción de bienes no transables en el centro, y en la periferia ocurre lo contrario. Aumento de importaciones del centro es aumento de exportaciones de la periferia. El incremento de exportaciones en la periferia incentiva reasignar los recursos a la producción de bienes transables. La periferia crece por la exportación al centro.
Si por el contrario, la periferia mantiene un tipo de cambio flotante, para el centro las importaciones se encarecen y las exportaciones son más competitivas a corto plazo. Disminuyen importaciones y aumentan exportaciones. Se reasigna capital de la producción de bienes no transables a transables. El centro crece con exportaciones a la periferia en que se abaratan importaciones y pierden competitividad exportaciones mientras el capital migra de la producción de bienes transables a no transables. En ambos casos, cuando el centro revisa su política monetaria se invierten los incentivos.
Deja claro Cachanosky que la distinción entre transables y no transables explica cómo una política monetaria expansiva ocasiona burbujas de activos en el sector no transable sin alzas notables del índice de precios. Y a esa luz, la enfermedad holandesa resultará una variante particularmente interesante en la transmisión del ciclo económico.
Como el centro emite la –o las– divisa(s) de reserva, la expansión del circulante del centro se transforma en demanda interna y externa. Se liquidan sus importaciones en la divisa que emite por ser aquélla la reserva de la periferia. La expansión del circulante en la periferia no puede incrementar la demanda externa, sino en proporción a sus exportaciones y su endeudamiento externo. Sus importaciones se liquidan en divisa que se adquiere exportando o endeudándose; y una economía pequeña que emita una divisa sólida muy aceptada internacionalmente se aproxima más a centro que a periferia.
No es excepción que la expansión del circulante en la periferia sea el resultado de un rápido crecimiento del ingreso de divisas. Las divisas de la enfermedad holandesa, son divisas de exportaciones de bienes. El concepto de enfermedad holandesa se explica mejor cuando lo relacionamos con la teoría austríaca del ciclo, pues nos permite explicarlo –como mecanismo de transmisión– a través de los efectos de la expansión monetaria en la estructura del capital.
Huerta de Soto explica que del inicio a la reversión en ciclo habrá tendencia alcista en precios de materias primas. Si vemos la relación centro periferia como Cachanosky, notaremos que iniciándose el ciclo en el centro, la expansión de la inversión y el aumento más o menos paralelo del consumo incrementa la demanda de materias primas. Con que supere la capacidad de aumentar la producción inmediatamente, antes de iniciarse la reversión del ciclo en el centro suben sus precios. Hay demanda de materias primas por inversiones de capital, que además producen demanda adicional autónoma. Y por un incremento del consumo final paralelo. Únicamente si las inversiones de capital fueran producto de una reducción proporcional del consumo –es decir, de ahorro y no de expansión monetaria– el incremento de la demanda de materias primas asociado a la nueva inversión en proyectos a mayor plazo sería en alguna medida proporcional a la reducción de la demanda en el consumo final. No es así, ni puede serlo en economías en que el dinero no es producto del mercado. Es por eso que los ciclos se transfieren de unas a otras economías. Son importantes las peculiaridades de cada crisis, pero lo son a la luz de la teoría que explica correctamente lo que todas tienen en común. Y lo único razonablemente contra cíclico sería emitir o adoptar la divisa más solida posible.