El 4 de febrero de 1992 Hugo Chávez se rendía concluyendo un fallido de golpe de Estado en Caracas. Fidel Castro condenó inmediata y personalmente el intento de golpe contra Carlos Andrés Pérez —su tradicional aliado socialista moderado en foros tercermundistas— que intentaba una modesta apertura de mercado para contener el fracaso del socialismo democrático en Venezuela.
No olvidemos que en la Venezuela del socialismo pre-chavista eran propiedad del Estado todas las industrias básicas estratégicas con gran parte de la banca. Y mucho del sector privado —distorsionado por la prolongada y fracasada política de sustitución de importaciones cepalista— temía más la apertura externa que al socialismo.
En la Habana ignoraban que aquellos golpistas eran de los suyos. El factor externo de izquierda revolucionaria que lo sabía era la FARC. La conexión externa de más larga data del chavismo es esa. Pero pronto descubrieron los Castro que esos golpistas eran marxistas revolucionarios. Y en la Venezuela de la década de los 90 ingresarían pronto a la lucha electoral como factor de peso político.
En el marco de las estrategias del Foro de Sao Paulo —iniciado por Lula Da Silva y colonizado por el poder blando castrista— esos lobos con piel de oveja llegaron al gobierno en Venezuela para hacer la revolución desde el poder electo.
La conexión cubana es pues la segunda —y la mayor influencia temprana— del chavismo que potenció la influencia cubana en el Foro de Sao Paulo y su nueva táctica continental —esta vez electoral y populista—. El apoyo del Foro de Sao Paulo a las FARC y la idea de reconvertirles de terroristas en armas a partido legal siguiendo el guión del Foro —embozados tras la vieja estrategia soviética del “frente popular”— no fue cubana.
La Habana tenía mejores lazos con terroristas previamente reconvertidos para esa estrategia a largo plazo. Incorporar a las FARC fue un objetivo de Chávez. Uno cuyas ventajas —pese a las dificultades— pronto vio el castrismo.
Rusia pesa más que Cuba en Venezuela, porque Rusia nuevamente pesa más en la Habana que nadie. Cuba tendría aproximadamente 30 mil operadores en Venezuela. Es la escuela de inteligencia y represión del chavismo. Pero —pese a fantasías de Fidel Castro soñando reconstruir la URSS en Sudamérica con recursos de Brasil, Venezuela y Argentina— es incapaz de sostenerse por sí misma en su improductivo socialismo, sin un patrón externo.
Colapsada la URSS el chavismo venezolano palió la situación. Pero la rapidez y profundidad del empobrecimiento que el creciente socialismo ocasionaba en la frágil economía venezolana es un límite obvio.
En la medida que se fortalece el autoritarismo político y mercantilismo económico en la Rusia de Putin, se retoman viejos símbolos soviéticos —muy “resignificados”— y la geopolítica rusa recupera parcialmente cabezas de puente lejanas, como la Habana. La baza de los rusos, más que algunas inversiones de riesgo por oligarcas cercanos al Kremlin, es crédito y armas. Sin los rusos el ejército cubano dejaría de ser operativo. Tal dependencia —e influencia— creció también en Venezuela. La geopolítica rusa asigna ahora un papel secundario a sus cabezas de puente lejanas. Y Rusia no importa crudo, lo exporta.
La conexión China tiene más importancia económica. Olvidemos “un país dos sistemas”. China continental es un experimento del totalitarismo socialista estableciendo bolsones de economía privada, que van del mercantilismo a la economía de mercado, para “vivir de ellos”. Emerge una nueva clase media. Y un partido comunista busca materias primas y mercados para su capitalismo tutelado.
Beijing privilegia en las Américas esos objetivos. Venezuela representó hace poco el 75 % de las compras de armamento ruso en la región. La petrolera Rosneft, habría invertido desde 2006 17 mil millones de dólares en Venezuela. Pero China tendría más de 23 mil millones de dólares en créditos pendientes. El grueso de esos créditos fue para compra de mercancías chinas, ya entregadas, que en gran parte todavía se deben en petróleo.
La caída de los precios implicó que Venezuela deba más petróleo por la misma mercancía. Reduce sus limitadas exportaciones liquidas de crudo, e incrementa su dependencia de Beijing.
Quien menos ha invertido es Irán. La influencia de Irán en la OPEP y la capacidad de su oligarquía para resistir sanciones de EE. UU. explican el interés chavista. La capacidad iraní para posicionarse en segunda fila, complementando la influencia Rusa y China explican su propia influencia en Venezuela.
El radicalismo emergió más o menos paralelamente en las dos ramas del Islam. En tanto más radicales más irreconciliables. Trinidad, frente a la costa venezolana, es el país occidental con mayor influencia política de redes de ISIS —radicalismo sunita— Pero fue la revolución islámica iraní —radicalismo chiita— la que más apostó a sus contactos con el chavismo en Venezuela. La influencia árabe tradicional en Venezuela —en ascenso con el chavismo— ha sido tan ventajosa como problemática para Irán.
En el complejo, confuso y corrupto universo del chavismo, los factores y tendencias internas que luchan por el botín y el poder —generalmente en ese orden— usan sus conexiones externas como factor de poder interno. Entre tanto, el socialismo radical destruye completamente la economía venezolana y coloca al país al borde de la hambruna. Los viejos aliados del Foro de Sao Paulo ven un colapso de Venezuela como el coste del primer capítulo. Y apuestan por conquistar México y Colombia para relanzar una iniciativa en declive.
Rusos y chinos miden costos y beneficios del creciente riesgo financiero en Venezuela. Y los iraníes —como explica Humire— apostarían a su experiencia en redes clandestinas para sacar la mayor tajada de influencia regional en un colapso venezolano.
El chavismo, simplemente apuesta a seguir en el poder a cualquier costo, y pese al colapso hiperinflacionario inminente de la economía como explica Humiree incluso por medio de tal colapso, profundizar el totalitarismo reinando sobre la miseria.