Lo que ocurrió en Venezuela en las recientes elecciones regionales se resume en que ya no son elecciones. Como no los son las que se hacen Cuba o Corea del Norte. La diferencia, cada vez más pequeña, existe todavía porque en la Venezuela de hoy la oposición política y la economía privada no han desaparecido por completo. Pero las han debilitado tanto que ya no representan un peligro para la dictadura. La miseria no es problema sino solución para un gobierno que usa el racionamiento como mecanismo de control social. Ya es redundante mencionar que las condiciones electorales eran más desiguales que nunca. Son las únicas que podía admitir una dictadura. Para entender cómo se pasó del autoritarismo competitivo a la dictadura y como pretende avanzar de aquí al totalitarismo, hay que examinar detalladamente el por qué se vieron obligados a su actual estrategia desde el año 2015.
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La abrumadora derrota electoral del socialismo en el poder en las elecciones parlamentarias de 2015 fue una bofetada de realidad en el rostro de las ensoñaciones revolucionarias. Peligrosa para su proyecto totalitario, debieron admitirla con temor y repugnancia. Pero no carecían de planes para neutralizar al nuevo poder legislativo. Desde poco antes de aquella elección aseguraron el control político del máximo tribunal y reforzaron el del poder electoral. Así impedirían, por vía judicial, que se integren a la Asamblea diputados para la temida mayoría calificada. Declaran pronto a la Asamblea en desacato. Legisla por excepción el Ejecutivo. Asumen las funciones de control legislativo al tribunal supremo. Pero todo cae en el terreno de los planes de contingencia. Lo definitivo, sin embargo, era muy predecible pues no habría de ser diferente de lo que ya había hecho con autoridades regionales electas, cuando los electos no fueran siervos del poder revolucionario.
- Anular y desposeer de presupuestos y funciones a la autoridad electa opositora.
- Perseguir y encarcelar a quienes la ejerzan o apoyen.
- Crear y nombrar una autoridad paralela a la que dotar de los presupuestos y funciones arrebatadas a la legítima
Que le hicieran eso al Alcalde Mayor de la capital, Antonio Ledezma, no hacía sospechar, en el 2015, a los dirigentes de la oposición en “control” del parlamento nacional que les haría lo mismo. Algunos, como Julio Borges, declaraban que tal escenario era imposible por ser la Asamblea un poder del Estado. Pero ocurrió. Y el anuncio de lo que vendría era tan claro cuando se completó la fase “anular y desposeer de presupuestos y funciones”. La segunda se limitó a pocos casos porque las complicidades en la corrupción entre agentes del socialismo en el poder y el socialismo opositor penden como espada de Damocles sobre los que no tienen el poder. A eso apuesta la dictadura como garantía de tener, siempre que le resulte necesaria, una u otra “oposición” oficiosa a su servicio.
Elecciones como las del 2015 ya no habría mientras el socialismo en el poder lo pudiera impedir. Y en efecto, retrasó toda elección hasta que encontró el escenario y los mecanismos para presentarse como ganador en “elecciones” que entonces convocó. Debía dividir a la oposición. Desacreditar a sus dirigentes. Incrementar exponencialmente el número de súbditos dependientes sometidos a control político. Atemorizar mediante la represión indiscriminada y brutal. Ganar tiempo y distraer a su enemigo en falsas negociaciones mientras organizaba su verdadero campo de batalla político. Y crea algo que no solo tuviera las funciones arrancadas al poder legislativo, sino que pudiera ser un avance significativo hacia el totalitarismo. A tal efecto sirvió una Asamblea Constituyente monopartidista ad hoc. La dictadura se inició al desconocer al poder legislativo y se institucionalizó creando su propia legislatura ilimitada.
Conocer la historia ayuda a interpretar la actualidad porque bajo las mismas premisas culturales e ideológicas equivalentes actores aplicaran más o menos las mismas acciones ante lo que entienda como similares circunstancias. Es muy humano, pues hecho, el grueso del conocimiento práctico de cada persona será naturalmente producto de la imitación y la experiencia. Pero la historia únicamente se puede interpretar a través de teorías. No con dogmas religiosos que se autodenominen teoría “científica” de la historia, sino con teorías solidas sobre el hombre y su acción social, y sobre el entorno biológico y geográfico en que trascurre. Pero la teoría –sin la que no existe conocimiento de causa y sin la que no hay más explicación de la realidad que el mito– mientras más solida y valida sea, será más despreciada e ignorada por la abrumadora mayoría en un tiempo en que está de moda confundir deseos con hechos y sentimientos con derechos.
Lo que nos dicen teoría e historia sobre lo que los marxistas revolucionarios en el poder en Venezuela hacen en materia de eventos electorales en las circunstancias que enfrentan desde el año 2015, es que aplicarán lo que los soviéticos aplicaron en la Europa Oriental que ocuparon tras la segunda guerra mundial. Táctica del salchichón. Recortar a la oposición rebanada a rebanada hasta que no quede nada. En el proceso se celebrarán “elecciones” cada vez más amañadas en las que se manipula todo, antes, durante y después del evento, para legitimar resultados impuestos mediante la extorsión, soborno, corrupción, represión, y censura cada vez más abiertas. Eso es, pese a que algunos se nieguen a verlo, lo que ha ocurrido y seguirá ocurriendo en Venezuela. Las elecciones no son tales en países cuyos gobiernos controlan racionamientos de comida de los que dependa para no morir de hambre más de la mitad de la población. Y Venezuela es ya uno de esos países.
No es irreversible en lo inmediato porque no se ha extendido todavía la pesada sombra del terror que inmoviliza a las víctimas del totalitarismo. Y a muy largo plazo inevitablemente colapsará porque el socialismo es intrínsecamente inviable. Pero entre tanto la destrucción material y moral que ocasionará si se prolonga es simplemente inconcebible.