Luego de las elecciones legislativas realizadas en Argentina el 22 de octubre pasado, donde se consolidó una clara victoria del Gobierno de Cambiemos, el mercado reaccionó positivamente. La bolsa trepó un 3 %, el riesgo país cedió un 2 % y el dólar retrocedió en el día poselecciones celebrando la consolidación del oficialismo, que a nivel nacional sumó más del 40 % de los votos. De esta manera, se evidencia cómo la población desaprueba cada vez más la gestión del Gobierno anterior, lo que no quiere decir que se apruebe la actual. Sin embargo, el oficialismo tendrá una gran oportunidad para mejorar el rumbo de Argentina luego de la reciente victoria legislativa. La pregunta es: ¿llegarán finalmente las reformas necesarias?
“No hay que tenerle miedo a las reformas” sostuvo el presidente Mauricio Macri un día después de la exitosa elección. Se sabe que el Gobierno tiene en carpeta varias reformas (laboral, fiscal, previsional) y que en estos días habrá novedades al respecto. En la medida que se vaya conociendo el detalle de estas se podrá saber con mayor precisión si las reformas son light o se apunta a cambios de fondo más contundentes. Esta distinción es importante porque hoy en día Argentina no depende de sí misma para lograr un crecimiento y desarrollo sostenido. Bajo la situación actual, el país depende de que la fiesta internacional continúe con un bajo costo de financiamiento. Sin embargo, si bien hay margen para continuar endeudándose, no es una solución a largo plazo y el costo de financiamiento puede incrementarse en un futuro.
Para que Argentina pueda depender de sí misma y no del endeudamiento externo, debe comenzar a realizar reformas que ataquen los problemas estructurales de fondo. El 2018 es una oportunidad para hacerlo, ya que es un año sin elecciones y la agenda no deberá ajustarse a la dinámica política. En concreto, se debe generar los incentivos para que la inversión extranjera directa (IED) tomé protagonismo y se incremente. Hoy en día, solo representa apenas un poco más del 6 % de todos los dólares que ingresan al país desde que asumió el Gobierno de Cambiemos, mientras que el endeudamiento representa casi un 65 %. Esta situación solo se revertirá si se realizan los cambios estructurales de fondo: disminuir el gasto público y la presión tributaria, volver a ganar competitividad, reducir los costos de litigiosidad (juicios laborales), volver a despertar la cultura del trabajo y que los planes sociales empiecen a mermar, fomentar y mejorar la calidad educativa para que cada vez sean menos los jóvenes que ni trabajan ni estudian (los denominados “ni-ni”). La clave de un desarrollo a largo plazo es tener la calidad institucional y el marco económico-político adecuado para que las inversiones se animen a llegar.
Nuevamente, el 2018 presenta una nueva oportunidad para tomar esa dirección al ser un año sin elecciones. Por el contrario, si el camino continúa siendo solo atender los problemas macroeconómicos de corto plazo y continuar especulando con el financiamiento internacional, solo se estará retrasando los problemas y comprometiendo el crecimiento futuro. Es cierto que es importante reducir la inflación, que el PBI vuelva a su ciclo de crecimiento, disminuir el desempleo y la pobreza. Y es lógico que algunas de estas cuestiones se aborden desde la demanda agregada. Pero esto no debe implicar abandonar por completo la oferta agregada (inversiones privadas principalmente).
El Gobierno de Cambiemos encontró un respaldo en las últimas elecciones, lo que genera esta nueva oportunidad. Ojalá que esta vez no se la desaproveche. Se están por cumplir dos años del Gobierno de Mauricio Macri y el tema de las reformas (especialmente la fiscal para reducir el déficit) continúan siendo un asunto pendiente. El mismo presidente sostuvo que “mientras Argentina tenga déficit, va a tener que seguir tomando deuda”. Más atención merece este punto dependiendo de quién suceda a Janet Yellen en la dirección de la Reserva Federal de Estados Unidos. De entre los cinco candidatos que se manejan para asumir el cargo en febrero 2018, quienes tomaron la delantera fueron Jerome Powell y John Taylor. El primero, pareciera tener un perfil más similar al de Yellen en cuanto al gradualismo en la suba de tasas de interés, mientras que Taylor es considerado de “línea más dura” y optaría por acelerar la suba de las tasas con un perfil menos gradualista. Está claro que de asumir Taylor, el costo del financiamiento para Argentina se volverá más caro. Más aún, su propia regla (“Taylor’s Rule”) sugiere una tasa de interés para la FED en torno al 3,8 % frente al actual 1,25 % que se maneja.
En conclusión, atender los problemas coyunturales de corto plazo es importante y debe hacerse. Sin embargo, no debe quedar relegada la oferta agregada, principal motor del crecimiento de las economías. Sin embargo, para que la oferta agregada crezca, deben generarse las condiciones necesarias para que las inversiones comiencen a florecer. Para que esto suceda, se debe trabajar lobre las reformas estructurales de fondo (reducción del gasto público y de la presión tributaria, mejorar la calidad institucional, disminuir los costos de litigiosiadad, mejorar la competitividad, mejorar la calidad educativa, continuar con la apertura comercial, entre otras cosas).
Por último, el hecho de que el 2018 no sea un año electoral brinda una oportunidad para comenzar a realizar estos cambios, los cuáles deberían abordar una mayor profundidad en un eventual segundo mandato de Cambiemos.