En Latinoamérica, los atentados de Bruselas, como los de Paris, Londres y Madrid, se perciben lejanos. Pero no por remota, la amenaza terrorista de los extremistas islámicos deja de inquietar en estas tierras.
Brasil se preocupa por sus Juegos Olímpicos, un escenario mundial ideal para un acto terrorista mayor y que debido a la turbulencia económica y política por la que atraviesa el país, han sufrido una reducción del presupuesto de seguridad en unos 600 millones de dólares. “Toda la planificación de seguridad que tiene que ver con los Juegos Olímpicos se hace mas difícil ahora”, dijo al Nuevo Herald el jefe de policía del estado de Rio de Janeiro.
Desde Colombia, país acostumbrado a masacres similares por parte de los grupos terroristas FARC, ELN y autodefensas, la perspectiva es de curiosidad: los de allá, excusados en Alá, son perseguidos, mientras con los del país suramericano, aferrados a Marx, Lenin y al narcotráfico se negocia. Confusión de términos, dicen académicos y proclaman políticos.
Trinidad y Tobago reconoce que no puede controlar la salida de sus nacionales a unirse a ISIS, mientras Bastián Vásquez, yihadista de origen chileno y Abu Hudaifa al Meksiki (el mexicano, en árabe) aparecen en las redes sociales; y 23 argentinos y 3 brasileños se incorporan a la organización fanática del Medio Oriente, según algunos balances periodísticos.
Latinoamérica ofrece buenos refugios y suficiente corrupción para esconder o proteger a cabecillas terroristas
En Buenos Aires, los hechos belgas generan cierta inquietud. En noviembre de 2015 la prensa difundió una amenaza de Al Qaeda contra centros comerciales porteños: algunas multinacionales tomaron discretas medidas preventivas; a los pocos días, tres falsas alarmas de bomba hicieron evacuar el Congreso y otras instalaciones gubernamentales.
“Todo fue parte de una campaña política caliente. El miedo siempre vende”, me dijo un analista político mendocino. La realidad es que Argentina ha sido el único país de América Latina que ha sufrido dos atentados de extremistas islámicos, contra la Embajada israelí en 1992 y contra la mutual judía AMIA en 1994, ambos en Buenos Aires.
La extraña muerte del fiscal Alberto Nisman en enero de 2015 revivió esos incidentes, recordándole a los argentinos que la mayor colonia judía del continente reside en su suelo y por lo tanto, es un potencial blanco de los radicales islamistas. La reciente visita de Obama estuvo rodeada de especiales medidas de seguridad, al punto que para la protección del Air Force One se solicitó a EE.UU. el apoyo de aviones F-16 norteamericanos, ante la carencia local de medios aéreos adecuados. Helicópteros Black Hawks sobrevolaron día y noche el cielo capitalino y los acuerdos Obama-Macri enfatizaron los aspectos de seguridad y lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
Mientras ISIS defiende su territorio de las fuerzas sirias y amenaza a Europa y Norteamérica, las acciones de musulmanes extremistas son relativamente pocas por estos lares: en 2009, Jammata al Muslimeen intentó un golpe de estado en Trinidad y Tobago; y en 2011, el plan de asesinato del embajador de Arabia Saudita en Washington se organizó con la participación de un miembro del cartel de Sinaloa. En México, amenazado por ISIS, el Gobierno aclaró que el extremismo islámico es una amenaza latente en el país.
La organización radical chiita Hezbolá, además de los dos bombazos de Buenos Aires, merodea en estos territorios apoyada por Irán y apadrinada por Venezuela. En 2005, autoridades ecuatorianas arrestaron tres narcotraficantes paquistaníes que recaudaban fondos para la estructura libanesa; en 2013, el hijo del presidente de Surinam fue condenado en Estados Unidos por narcotráfico y apoyo a una red de Hezbolá en el Caribe; en 2014, la policía brasileña denunció la relación entre esa organización y el Primer Comando de la Capital (PCC); en junio de 2015, un diplomático iraní fue expulsado de Uruguay por su vinculación con una falsa bomba contra la embajada de Israel en Montevideo y en octubre del mismo año, un libanés miembro de Hezbolá, fue arrestado y condenado en Lima por posesión de explosivos.
A la presencia de un general iraní vinculado al atentado de la AMIA, en la inauguración de la Escuela de Defensa del Alba en 2011 en Bolivia, con Evo Morales a su lado, se agregaron los discursos de Chavez y Ahmadinejad contra Norteamérica, las poco claras relaciones comerciales Venezuela-Irán, las conexiones entre PDVSA-Banco de Andorra-Irán, los misteriosos vuelos Caracas-Damasco-Terán en aviones de Conviasa y el suministro de pasaportes venezolanos a iraníes que intentaron ingresar a Estados Unidos por México y Canadá. Según el diario alemán Die Welt, Chávez firmó en octubre de 2010 en Terán un convenio para el establecimiento de misiles Shahab 3 y Scud en Paraguaná y en Isla Margarita.
Alberto Nisman, el fiscal del caso AMIA “suicidado” en enero de 2015 advirtió: “hay células dormidas de Hezbolá en Brasil, Chile, Colombia, Guyana, Paraguay, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay y sus contactos en Argentina”.
El mayor conato para el establecimiento de una franquicia islámica radical en Latinoamérica se dio en 2011, cuando el venezolano Teodoro Darnott proclamó la Autonomía Islámica Wayú, al norte de Maicao, pueblo fronterizo colombo-venezolano en la desértica Guajira, que se dedica al contrabando y tiene una sobresaliente mezquita. Esta intentona falló pues los indios guajiros prefirieron seguir sin ataduras religiosas.
[adrotate group=”8″]Otro ensayo de crear una autonomía islámica ocurrió en Chiapas hacia 1997, al calor del movimiento Zapatista. También fracasó cuando los indígenas debieron suspender su ingesta de licor, de acuerdo a las normas del Corán. Hablando de mezquitas, en febrero de 2015, un líder musulmán denunció un segundo ataque a piedra contra la moderna mezquita erigida frente a la Escuela Militar del Ejército, en Bogotá.
Además de Margarita y Maicao, la trifrontera Brasil-Argentina-Paraguay, en donde redes islamistas se dedican a recolectar fondos para apoyar a Hezbolá y otras organizaciones musulmanes, es otro foco de interés de todas las agencias de inteligencia.
En enero de 2015, Al Massae Morocco Newspaper informó del vínculo entre las FARC y la Al Qaeda de el Magreb africano, que cobraría el 15% del costo de los cargamentos de cocaína del grupo terrorista colombiano para asegurar su paso a través de Argelia, Mali y Mauritania rumbo a Europa.
El narcotráfico, como en el mencionado caso de Washington y en el caso de las FARC, sería el principal vínculo eventual de ISIS con Latinoamérica y por supuesto, con Colombia, primer productor de cocaína del mundo como consecuencia de las negociaciones de La Habana. ¿Coincidencia o estrategia?
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Por lo demás, este subcontinente ofrece buenos refugios y suficiente corrupción para esconder o proteger a cabecillas terroristas de cualquier pelambre y color, como a los nazis en su momento. Teniendo en cuenta que su enemigo, el chiita Hezbolá, ya está en la región, ¿vendrá el sunita ISIS por estos rincones? Las derivas que pueda tomar el islamismo en Latinoamérica, no son fáciles de predecir aunque hay suficientes hechos para para decir que la región es una fuente de recursos y logística para tales movimientos.
El ominoso llamamiento de los radicales no se puede desdeñar:
…Hezbollah Venezuela salva responsabilidades ante Allah… por eso hacemos valientemente un llamado a los musulmanes latinos… para que combatamos contra Satán EE.UU. y sus aliados en territorio latinoamericano… Que atacaremos todo objetivo de interés norteamericano en América Latina, y todo objetivo de interés israelí… Hezbollah llama a la Yihad (guerra santa) en América Latina contra EE.UU. y sus aliados…
Para los 650 millones de cristianos de la región, es difícil que el Califato se imponga cuando ya estamos bajo la tutoría del Papado. Es complicado que Al-Raya, la bandera negra de la Yihad, ondee en Latinoamérica, pero no imposible que células o “lobos solitarios” yihadistas decidan matar impíos o que veteranos latinos de las huestes de ISIS, regresen embebidos en odios suicidas.