En las sociedades libres, los ciudadanos tienen derecho a repudiar a sus líderes públicamente, un lujo que a los cubanos les puede costar la vida, propiedad y libertad.
La artista cubana Ana Olema vivió el contraste al presentar en Cuba y en Miami su obra “Expropiada”, donde denuncia públicamente al régimen por la expropiación de su cuerpo, tras ser insertada en un sistema de adoctrinamiento que le negó la posibilidad de elegir todo, desde qué comer, qué decir hasta cómo educarse.
El pasado fin de semana, desde el exilio, Ana expuso Expropiada, en Optimus Art Gallery, invitada por la artista cubana Leticia Montero, rodeada de artistas, exiliados y sobrevivientes de la persecución del régimen, con brindis, luces y música en vivo, sin miedo.
En mayo, expuso en La Habana, donde tuvo que no solo ocultarse sino desaparecer, mientras la casa de su familia permanecía sitiada por la Seguridad del Estado.
Desde el exilio, el productor de la obra, Diddier Santos Moleiro, pareja de Ana, en conjunto con Annelys Casanova, su socia, manejaron las redes sociales de la artista y ponían al tanto a su público de su bienestar, durante y después de su desaparición por estar escondida para evitar ser detenida y así llevar a cabo la denuncia.
Pues el final de obra incluye una demanda contra el Estado frente a la Fiscalía General de la República.
A poco más de 100 kilómetros la realidad es muy distinta. Quienes están contra el gobierno de Trump no solo se manifiestan públicamente, incluso construyen figuras de tamaño real donde lo golpean; no solo con impunidad sino en plena libertad.
Mientras en Cuba hay casos como el de Eduardo Cardet, preso por haber salido a la calle cuando murió Fidel, ya que estaba prohibido por luto lo nacional. Además, quienes recolectaron firmas para su liberación, también fueron detenidos y las firmas incautadas por el régimen.
Lo mismo le sucedió al artista conocido como El Sexto, en su caso por celebrar.
En su país de nacimiento, expresarse pone en riesgo su vida y libertad.
PanAm Post contactó a Ana Olema para conocer de cerca su historia y cómo vive una artista capitalista, libertaria, anarcocapitalista, que se proclama de derecha en un entorno donde predomina la izquierda.
Cita al teórico alemán Boris Groys, autor de Obra de Arte Total Stalin, Topología del Arte. Explica que durante el periodo stalinista la obra de arte total era la construcción del relato. Stalin era el único artista.
Lo mismo aplica a las naciones satélites -como Polonia- que fueron ocupados bajo el mando soviético, los artistas se volvían voceros de la dictadura.
“Eso no es una creación artística, el artista es un constructor de la realidad o crea una imitación de la realidad”, exclama Ana Olema.
En las dictaduras y en los totalitarismos, en los comunismos, en los socialismos, en los colectivismos, donde el Estado está por encima del individuo, el artista no hace arte”.
La arista explica su teoría: “O eres constructor del relato a través de la cultura de la dictadura o te vas a la resistencia y en cualquier punto te vuelves parte del relato de la misma dictadura. Entonces no tienes muchas opciones. Ahí vemos la limitación y la laceración del arte como tal”.
Cuenta que para artistas que siguen en la isla, como Lía Villares, siempre está presente el discurso de Fidel Castro: “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”.
Viven bajo presión de arrestos continuos y la prohibición de salir del país. En el caso de Villares, solo en el 2017 fue impedida en cinco ocasiones.
Por ello, en honor a los múltiples artistas perseguidos y en compañía de familiares de quienes fueron fusilados, Olema cerró su presentación en Miami con el canto del artista David de Omni:
“Esto es para los artistas,
Pa los intelectuales,
Los que cantan y pintan bonito
Y le rinden a los oficiales.
Pa’ los que van a la plaza,
Y en el “gao” se comen un cable,
Los que apoyan el hambre, el atraso
Con autocensura y postura cobarde”.