
La salida del populismo que dejó el matrimonio kirchner en Argentina no sólo se trata de la crisis energética, la inflación, las empresas y estructuras del Estado, la economía cerrada y el daño cultural. Néstor y Cristina dejaron una cuenta para pagar que Macri deberá explicar a los argentinos, si no desea fracasar como tantos otros Gobiernos del pasado.
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En la crisis de 2001, el expresidente Fernando de la Rúa cometió un grave error. Si bien no fue su responsabilidad el déficit y el endeudamiento heredado de Carlos Menem (1989/1999) sí lo fue la estrategia por la que se decidió: Quitarle el apoyo al ministro de Economía Ricardo López Murphy (al que había convocado para apagar el incendio), que proponía una razonable corrección en las cuentas, y refugiarse en Domingo Cavallo, que le prometió una solución política sin ajuste económico. El resultado fue la explosión, 27 muertos, cinco presidentes en once días y la “normalización” del país fue el inicio de la tragedia kirchnerista.
Mauricio Macri llegó a presidente con la promesa imposible de no realizar ningún “ajuste” (probablemente la palabra más temida para la política argentina) y volver al crecimiento. El único milagro posible para conseguir semejante hazaña era recibir una catarata mágica de inversiones desde el primer día, para aumentar la recaudación por incremento de producción (ya que no hay más margen para subir los impuestos). Como era de esperar eso no ocurrió, no por responsabilidad de Macri, que tiene una imagen excelente en el mundo, sino por la legislación vigente, que tampoco es culpa de él. Sí sería en un futuro su responsabilidad haber pasado por el Gobierno sin desarticularla.
Durante los primeros dos años el Gobierno pudo sobrevivir a costa de leves correcciones (muy leves dada la grave situación) y el endeudamiento externo. Si bien incrementará su cantidad de legisladores en octubre, el macrismo continuará siendo minoría en el Congreso y el Poder Ejecutivo deberá tomar “el toro por las astas” y articular un plan de austeridad.
Hasta ahora, luego de haber sido la fuerza más votada en las primarias y a dos meses de las elecciones que renovarán un tercio del Senado y media Cámara de Diputados, Cambiemos sigue negando que Argentina atravesará un ajuste. La oposición, populista y demagoga, acusa al Gobierno de estar desarrollando un ajuste extremo, que sólo existe en las cabezas de Cristina Kirchner, Sergio Massa, Florencio Randazzo y los dirigentes de izquierda.
En el marco de su visita por Argentina, el titular del Banco Mundial, Jim Yong Kim, dio una entrevista para el programa “Animales Sueltos” de Alejandro Fantino donde dijo todo lo que el Gobierno no se anima a decir:
El país puede volver a ser uno de los “más prósperos del mundo”, pero que para eso “los argentinos deben estar dispuestos a sacrificarse”, será un “proceso difícil” y que se necesitan “reformas”.
Quedará para la especulación y las interpretaciones personales si Mauricio Macri maldijo frente al televisor o si se sintió aliviado porque le están “preparando el terreno” para lo que tendrá que hacer después de octubre.
De lo que no hay dudas es que las palabras de Kim fueron las que había que escuchar en un país, donde su dirigencia política se debate entre la cobardía y la demagogia.