
A fin de año se termina el control de precios sobre el combustible y las estaciones de servicio comenzarán a expender la gasolina a precios de mercado relacionados con la cotización internacional del petróleo. Y sin duda la liberación de un precio, cualquiera que sea, traerá previsibilidad en el sector e incrementará la oportunidad de inversión, ya que a diferencia de la liberación de precios, las medidas gubernamentales que regulan los precios, convirtiéndolos en resoluciones administrativas, siempre causan desabastecimiento y desinversión.
Más allá de los “retoques” que el Gobierno de Cambiemos está llevando a cabo, luego de haber heredado un desastre total de déficit fiscal, control de precios y cambios, inflación, sustitución de importaciones y empresas estatales, es necesario hacer un comentario para no generar malos entendidos sobre el marco supuestamente teórico de las reformas.
Llegando a los dos años de Gobierno de Mauricio Macri, la liberalización del precio de los combustibles se suma a una serie de medidas razonables como la baja de impuestos al sector agropecuario y minero, y la reducción de los subsidios a las tarifas de servicios como gas, luz eléctrica y agua, que para los usuarios mantenían el mismo valor de cuando el dolar valía 18 veces menos en relación al peso argentino.
Mientras el populismo, de la mano de Cristina Fernández de Kirchner, amenaza con convertirse en la opción opositora mayoritaria, la alianza Cambiemos ha explicado, como pudo, las impopulares reformas necesarias para el país. Lo peligroso de esta situación es que hasta el momento se han generado las reformas que tendrán un costo para los argentinos (indiscutiblemente necesarias), pero nada se ha visto de las que también son necesarias y generarán bienestar entre los ciudadanos.
Mientras que la población multiplicó la cantidad de sus escasos recursos para abonar sus servicios todos los meses, que de a poco van acercándose a valores de mercado, porque la cantidad de subsidios era descomunal y aún falta mucho, todavía no se percibe ninguno de los beneficios de otras reformas necesarias.
El Gobierno, como está normalizando las cuentas, debe también reducir los impuestos, desregular el imposible mercado laboral y abrir de una buena vez las importaciones. Hoy los argentinos pagan fortunas en impuestos mientras que muchos no consiguen una oportunidad en el sector formal por las imposibilidades que representa el sistema laboral. Como si esto fuera poco, todo lo que adquieren “Industria Argentina” es caro y malo. Un ciudadano argentino, en comparación a cualquier otro del mundo, utiliza demasiados recursos para comprar tecnología, ropa, alimentos y servicios de mala calidad, producto de un modelo cerrado al mundo que favorece a un grupo de empresarios privilegiados.
- Lea más: Tras primarias, políticos de otros movimientos adelantan apoyo a Macri para vencer a Kirchner
Si el Gobierno sigue avanzando en las reformas que “se anima”, ya que tienen como perjudicados a los ciudadanos en general, que no representan un gremio o una cámara empresaria, mientras que posterga las otras que pueden ser algo más complicadas de conseguir, se corre el riesgo de que el populismo capitalice el descontento de una población que ve cómo aumentan sus responsabilidades, pero que no capitaliza beneficios.