Desde esta semana que ha viralizado en redes sociales una genial editorial del periodista Jaime Bayly donde destroza una tragicómica presentación del dictadorzuelo (a esta altura catalogarlo de dictador sería un halago) Nicolás Maduro. Ante tanto delirio insólito, Bayly tiene problemas de expresión. No se sabe por donde empezar, ni que palabras elegir para graficar las delirantes palabras del discípulo de Hugo Chávez. Lo mismo que me pasa en estas líneas… la difícil tarea de la descripción de lo indescriptible.
Hace tan sólo unos días, Maduro ya había decretado la muerte anunciada de la nueva moneda nacional, a la que le había quitado cinco ceros. En esa oportunidad, y como una muestra de ridículo poderío, el déspota improvisado dijo que tenía “10 veces más billetes de los necesarios” para inundar la economía venezolana, como si esto fuera algo medianamente virtuoso. Pero, aunque parezca imposible, Maduro se ha superado. Tras la “reconversión monetaria” bolivariana, ahora llegó el invento “mágico” chavista: la política del “cero mata cero” con la fijación de “todos los precios”.
Ante sus colaboradores y las cámaras de televisión, Maduro dijo que descubrió “una fórmula mágica en el estudio y en el debate”. “Es algo que fuimos creando, esto que estamos haciendo ahora en Venezuela, por primera vez se está haciendo en la historia económica del mundo. Estamos escribiendo historia nueva de la economía”, dijo el presidente de la tragedia venezolana. Bajando al llano, Maduro piensa que descubrió un nuevo marco teórico conceptual, que por arte de magia, (así lo dijo él mismo) va a solucionar la hiperinflación, el desabastecimiento y el desastre total del país.
Además de responsabilizar al sector privado por la tragedia que tiene al chavismo como el único responsable, Maduro se dio el lujo de adelantar algunos aspectos de su plan maestro, inédito en la historia de la humanidad y sus estudios de economía:
“En base a los patrones internacionales y el anclaje en el Petro de todos los precios…pero así como voy a anclar al precio internacional vía Petro, los precios, y ya tengo anclado los salarios y los ingresos”. Al lector que no comprenda con claridad la obra maestra de política monetaria chavista leyendo este artículo, lamentablemente le comunico que la transcripción de la idea fue textual.
Pero más allá de lo poco que entendamos del balbuceo oficial, al menos podemos sacar en concreto algunas cuestiones, que igualmente revelan el absurdo, las contradicciones y la ignorancia del presidente.
El líder chavista, ante la desastroza caída del poder adquisitivo del salario en Venezuela, “ancló” en medio Petro la remuneración mínima mensual. Para empezar hay que distinguir entre las criptomonedas como el Bitcoin, cuya característica es la descentralización y la libertad, con la pseudocripto estatal chavista. En el caso del Petro, más allá de la cotización internacional del petróleo, estamos hablando de una moneda estatal. La razón de ser de las monedas virtuales alternativas es justamente evitar el control de la burocracia gubernamental. No es poca cosa que, además de ser estatal, esté emitida por el Estado fallido por excelencia en el mundo actual. Si faltaba algo para demostrar el antagonismo entre el Petro y las criptos no reguladas, basta leer la última noticia sobre el engendro chavista disfrazado de modernidad monetaria: el Gobierno ordenó a todos los bancos a tomar el Petro como unidad de cuenta.
Pero vayamos al caso imaginario que el Petro funcione. El “anclaje” de los “salarios” e “ingresos”, como dijo Maduro a cualquier moneda revela que el presidente de Venezuela no tiene la más pálida idea de lo que es un precio. A pesar de que suene paradójico, los precios más estables son los precios más libres. Si no hay un libre juego de oferta y demanda, en realidad no hay un “precio”, hay una resolución administrativa. Aunque Maduro haya decidido, de forma “mágica” aumentar 34 veces los salarios con la nueva convertibilidad, lo que determina en un país los salarios es la capitalización de la economía. Cuando un país decide aumentar arbitrariamente el salario mínimo, lo único que consigue es trabajo informal no registrado (a valores menores) o un aumento en el desempleo. Ocurre desde que el mundo es mundo y la solución mágica del chavismo no va a cambiar las cosas.
Ya Ludwig von Mises escribió, hace casi un siglo, que cuando el socialista vulnera la propiedad, a la vez silencia las señales de los precios. Y ese es el talón de Aquiles que causó, causa y causará el fracaso en cada experimento socialista. La descordinación de una economía sin precios genera una pésima asignación de recursos. Si algo necesita hoy Venezuela, es ir en la dirección opuesta a la que plantea su presidente. De persistir Maduro con el delirante plan que acaba de presentar, no hará otra cosa que agravar la gravísima situación que atraviesa el pueblo venezolano.