
El día que Alberto Nisman apareció en el prime time de TN para denunciar a la expresidente Cristina Fernández de Kirchner tuve un pensamiento muy claro: “Menos mal que lo anunció por televisión, ahora no lo pueden matar”. Sin dudas era muy burdo si ocurría algo. Sin embargo, poco tiempo después el fiscal apareció en su departamento con un disparo en la cabeza.
Cuando José Luis Espert me dijo que sería candidato a presidente, por lo que había decidido buscar un partido establecido, dada la imposibilidad de formalizar uno nuevo en tan poco tiempo, no tuve ninguna duda: “Si medís lo que pensás, el Gobierno saca una valija de… (mencioné una dependencia gubernamental que no puedo replicar aquí por lógicos motivos) y te compran el sello. Para ellos es un vuelto y para los que viven de los partidos es una fortuna”. Palabras más, palabras menos, eso fue lo que le dije a modo de reflejo mientras compartíamos un vino y unas empanadas en la casa de su hoy flamante candidato a vicepresidente. Su equipo me aseguró que los acuerdos eran sólidos y que no era muy probable que eso pasara.
Cuando llegó la presentación de los frentes políticos y Despertar se inscribió sin inconvenientes tuve una conclusión inevitable: o me había equivocado o, lamentablemente, Espert no había podido despegar en la opinión pública.
Salvando las distancias, y sin muertos de por medio, el Gobierno que sucedió al anterior hizo otro mamarracho descomunal. Un nuevo control de daños tan burdo y evidente que, lógicamente, le resultaría contraproducente. A horas de la presentación de candidatos, y con los frentes ya inscritos, Alberto Asseff, titular de UNIR, apareció impunemente junto a Miguel Ángel Pichetto renegando de su alianza con el economista liberal. Un despropósito por donde se lo mire, que deja una sola duda sobre la mesa: si el puesto número 11 que le dieron en la boleta oficialista fue lo único que recibió o si hubo alguna otra ofrenda como las que acostumbra la política.
Mi acierto tuvo poco que ver con un talento especial de predicción de futuro o de conocimientos destacados en materia política. Conozco y sufrí los manejos del macrismo en carne propia: lo que no puede comprar, trata de desarticularlo desde afuera. La experiencia de la cooptación de dirigentes del partido Recrear cuando Propuesta Republicana era un frente con el espacio de López Murphy y hasta las bajezas que tuvieron para con la “boleta corta” del Partido Liberal Libertario (PL) en 2013, de muy poca capacidad de daño para el macrismo municipal en Buenos Aires, no me dejaba mucho espacio para la duda.
Por aquellos días me comentaron de un tradicional medio nacional en el que incrementaron la pauta publicitaria con la condición de que ni se nombrara a los jóvenes libertarios. La primera parte no la puedo confirmar, lógicamente, pero la segunda se dio al pie de la letra. Incluso hubo una sección de entrevistas a todos los espacios donde los liberales no aparecimos jamás. A la hora de enunciar todas las listas tampoco fue mencionado el PL. Con el manejo de ahora, y con una competencia más concreta y trascendente, quedó en evidencia la costumbre de matar presas de caza con armamento nuclear. Y ese modus operandi puede no salir bien siempre.
Finalmente, la torpeza del movimiento a última hora, con la evidencia que eso conlleva, terminó siendo un pésimo negocio para el oficialismo: Espert consiguió otro partido. Finalmente podrá presentarse y la cuenta para el macrismo resultó carísima: perdieron un lugar en la lista de diputados, se comieron la foto con un personaje cuyo comportamiento nos exime de descripciones y calificativos, enojaron a un sector del electorado propio y, lo peor de todo, potenciaron inimaginablemente a Espert, que pasó de ser un candidato testimonial a ser la noticia del cierre de listas.
Mientras las informaciones importantes de la jornada siempre fueron los primeros puestos en las listas de los partidos principales, este año el tema principal fue otro: el intento de “proscripción light” contra la dupla liberal Espert-Rosales, que se paseó por todos los canales de televisión en el marco de una campaña imposible de diseñar o de pagar con dinero. El economista terminó siendo tendencia mundial en Twitter y número uno en la versión argentina de la red. Además, explotó las búsquedas en internet: en los últimos días José Luis Espert fue tan buscando en la red como la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner.
El candidato del frente Despertar fue casi tan buscado como el presidente (21 % menos), igualó a Kirchner y superó por un 150 % a Alberto Fernández. A Roberto Lavagna, el candidato por el peronismo no kirchnerista, directamente lo cuadruplicó.
Como dice el dicho, la desesperación no es buena consejera y la operación en cuestión finalmente le resulto tan cara como contraproducente al macrismo.