Aunque el Gobierno de Mauricio Macri no haya podido sobrevivir a su primer mandato, fracasando en su intento de reelección, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, fue un sobreviviente de todo el proceso. Desde 1983 hasta la fecha, el presidente fue el único en no conseguir su segundo mandato consecutivo tras haberlo intentado. Tanto Carlos Menem como Cristina Kirchner lograron ser reelegidos luego de finalizar un primer período constitucional. A su favor, Macri tiene el récord de ser el primer mandatario no peronista en terminar su administración desde 1928. El 10 de diciembre le pondrá la banda presidencial a Alberto Fernández, que logró doblegarlo en primera vuelta.
La herencia que dejamos es un documento que lleva todo el estilo de Peña, quien logró llegar en su cargo hasta el final del mandato, a pesar de ser duramente cuestionado. Aunque desde muchos sectores se le pidió al oficialismo una autocrítica y un cambio de rumbo, todos los mea culpa que ha hecho han sido superficiales. La idea de responsabilizar al kirchnerismo de todos los males de la economía argentina, que en parte es cierta, pero que no indulta la inacción de cuatro años, fue acompañada por el electorado hasta 2017 en las elecciones de medio término. Para el domingo 27 de octubre el espacio de Macri no pudo convencer a más del 40 % de los electores de que había que seguir por el mismo rumbo.
“A fin de 2019 el país está listo para crecer. Sin magia, sin mentira, sin ficción. Gracias al esfuerzo de los argentinos de todos estos años, hemos revertido la herencia de 2015, cuando recibimos un Banco Central sin reservas y restricciones cambiarias para importar y viajar; un déficit fiscal brutal con una presión impositiva récord; un desempleo mentiroso y una pobreza estructural altísima; una inflación ya alta durante 8 años y en ascenso; un tipo de cambio atrasado, que perjudicaba la actividad productiva; un Estado arrasado, dominado por punteros y copado por militantes, empresas públicas quebradas; y una crisis energética con tarifas atrasadas que se sostenía con permanentes cortes de luz y gas y se abastecía con carísimos barcos de gas licuado que venían de Venezuela bajo contratos muy dudosos”, dice el documento, que por momentos parece describir a otro país.
Hay que reconocer que cuando el texto dice “sin mentira, sin ficción” hace referencia a un logro del macrismo: la corrección de las estadísticas oficiales en Argentina. El kirchnerismo se había caracterizado por romper el termómetro que medía la temperatura de la economía nacional y se dedicó a vivir una mentira impune. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos informaba índices de inflación delirantes, que nada tenían que ver con lo que pasaba en la calle, y la expresidente tenía la caradurez de decir que Argentina tenía menos pobres que Alemania. Pero fue el mismo Macri el que pidió que su gestión fuera evaluada por la disminución de la pobreza, por lo que en los términos del mismo presidente, su gestión fracasó. Las estadísticas oficiales, que hoy dicen la verdad, confirman (en comparación con las mediciones privadas confiables del pasado) que el país tiene más pobres que en 2015, cuando asumió el poder.
Un punto que sí hay que reconocer es que se comenzaron a reducir las distorsiones que existían en materia de precios de la energía. Aunque fue de forma brusca y desprolija, el país pudo bajar en parte el déficit que generaba el rojo de los subsidios energéticos. Lo que no cuenta el documento es que el ahorro se hizo todo a costa del sector privado y que el ámbito gubernamental siguió de fiesta con todos los privilegios. El comentario sobre el déficit fiscal también tiene una verdad a medias: hace referencia exclusivamente al primario, sin mencionar los intereses de la deuda. A la hora de explicar la cuestión del endeudamiento, como era de esperar, todas las culpas recaen en el Gobierno anterior.
Sí resulta incomprensible, hay que decir, el comentario sobre las restricciones cambiarias. El texto parece escrito hace dos semanas, cuando no existía el brutal cepo, que puso como límite la compra de 200 dólares para el ahorro en cuenta y de 100 para el retiro en efectivo.
“Lamentablemente, no se puede eliminar la inflación de un día para el otro. Pero en estos cuatro años hemos dado los pasos necesarios para empezar a ver una reducción sostenida y sostenible de la inflación”, indica en otro segmento el documento.
Con la excusa del blanqueo de las estadísticas, el macrismo pudo presentar con dignidad el altísimo 41 % de inflación del primer año de mandato hacia 2016. Aunque para 2017 seguía siendo alta, el Gobierno pudo mostrar un logro: la redujo al 24 %. Por esos días el discurso del clásico “estamos mal pero vamos bien” tenía algún sentido. A la honestidad y transparencia de las cifras se le podía agregar una tímida pero clara mejora. Sin embargo, para 2018 una nueva corrida volteó el castillo de naipes y la inflación volvió a dispararse al 48 %. Para este año el número será aún peor y rondará el 55 %, el peor récord de la era Macri. Con estos resultados no se entiende a qué se refiere el documento con la reducción “sostenida y sostenible” de la inflación.
“Sabemos que todavía falta mucho, pero este es el camino correcto para tener un país mejor”, concluye el texto. Sin embargo, la Argentina de finales de 2019 no arrojará muchos logros en comparación a la de 2015. Por ahora habrá que conformarse con un presidente no peronista que termina su mandato y que le pone la banda a su sucesor, acto simbólico al que se negó la expresidente Kirchner.