Neutralizado, al menos por ahora, el locuaz tirano norcoreano Kim Jong-un, con quien está próximo a tener un encuentro histórico que busca poner fin a los casi 70 años de confrontación bilateral y de 25 años de fallidas negociaciones, y habiendo ya tomado la decisión de retirar a los Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán aunque aún se desconocen los efectos de esa decisión, ahora el gobierno de Donald Trump dirige su ofensiva con más fuerza hacia el otro problema prioritario de su política exterior: acabar con los regímenes narco- terroristas y neocomunistas del siglo XXI en América Latina.
Son tres los que están bajo la lupa estadounidense actual: Venezuela, Cuba y ahora Nicaragua. Tal vez nunca imaginó Daniel Ortega que haber reprimido brutalmente las recientes manifestaciones en su país producirían un cambio en la indulgente mirada que el gobierno estadounidense tenía hasta hace poco sobre su régimen, y que lo colocaria en la misma línea que hasta el momento solo detentaban las dictaduras de Cuba y Venezuela, el eje del mal de la región.
En todo caso, ahora se trata de un trio del mal cuya fuerza debe reducirse al máximo posible antes que cualquier eventualidad -por ejemplo la llegada al poder de López Obrador en México, hecho muy probable; o la de un Petro en Colombia, evento con menor probabilidad pero no imposible-, pueda desviar el rumbo de la política regional que desde hace unos años viene bien orientado hacia el reforzamiento de los gobiernos y fuerzas democráticas, y hacia el debilitamiento y salida de las dictaduras socialistas de nuevo estilo.
En un buen timing, como dicen los estadounidenses, es decir, en ocasión de la represión popular en Nicaragua, el supuesto “cambio” de presidente en Cuba, y la proximidad de la farsa electoral en Venezuela, este mes de mayo los más altos representantes del equipo de política exterior de Trump, dejaron más que claro sus propósitos inmediatos. Todavia no se han pronunciado el propio presidente Trump y su nuevo Secretario de Estado, Mike Pompeo, el exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Me imagino que han optado por el silencio por razones estratégicas y a la espera de hablar cuando realmente sea necesario. Pero ya sabemos cómo piensan.
Desde su cargo anterior Pompeo viene diciendo que esos países, en particular Venezuela, suponen un “serio riesgo” para EE.UU. En agosto de 2017, justificando unas polémicas declaraciones del presidente Trump, en las que amenazaba con la “opción militar” como una salida para el régimen madurista, el ahora Canciller alertó: “Venezuela pone en riesgo a los Estados Unidos porque los cubanos están allí, los rusos están allí, los iraníes y el Movimiento de la Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) están allí”.
En el último mes, el vicepresidente estadounidense Mike Pence, fue el primero y el más alto funcionario en citar esos tres países como aquellos en los que aún queda “trabajo por hacer” para cumplir con el objetivo gubernamental de “garantizar que este sea un continente de libertad”. Garantizó que la administración Trump se mantendrá firme ante los “opresores” de Nicaragua, Venezuela y Cuba, y que su país no abandonará a los ciudadanos de estos países.
En su más reciente y duro discurso en el Consejo Permanente de la OEA, Pence no sólo denunció la “oscura nube de tiranía” que pesa sobre los ciudadanos de estos tres paises, sino que solicitó a los pares del hemisferio mayor presión y aislamiento contra los regímenes de Nicolás Maduro, Raúl Castro y su nuevo títere, y Daniel Ortega, al tiempo que anunciaba más sanciones para todos, las más duras hacia el venezolano.
Para reforzar y ampliar lo dicho en ese discurso, luego en un artículo de opinión publicado en exclusiva en la sección “Tribuna Abierta” de Efe News reiteró el llamado a todos los países del hemisferio para que actúen de una vez por todas, presionando y sancionando al trio del mal. También aseguró que el presidente Trump “ no se quedará con los brazos cruzados mientras Venezuela se desmorona”.
En el mismo tono y línea de Pence, se han pronunciado la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikky Haley, quien aseguró que no se puede permitir que los “últimos gobiernos autoritarios” que quedan en el hemisferio “arrastren” al resto de la región; John Bolton, quien fuera embajador de EE.UU en la ONU y ahora es el nuevo asesor de seguridad nacional del presidente Trump, ha dicho: “siempre he denunciado cómo Cuba, Venezuela y Nicaragua han socavado los intereses de Estados Unidos en toda la región”; y el nuevo embajador estadounidense ante la OEA, Carlos Trujillo, ha asegurado: “Trabajaré diligentemente con determinación y nunca pararé hasta que Venezuela, Cuba, Nicaragua y el continente americano sean libres y puedan disfrutar de las libertades y democracias que apreciamos”.
También son de destacar las duras declaraciones del subsecretario de Estado, John Sullivan, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, y los senadores Robert Menéndez (demócrata) y Marco Rubio (republicano), entre otros muchos.
Es impresionante la actual avanzada diplomática de los EE.UU y cómo Venezuela se ha convertido en el epicentro de todo. Nuestro conflicto ya no parece percibirse como uno nacional entre la oposición venezolana y el gobierno chavista, sino como uno mayor, transnacional, próximo al de Siria, donde su crisis humanitaria exporta gran contingente de refugiados.
Y ello se ha convertido en un problema para la región, en particular para los países vecinos de Venezuela, lo que parece importar cada vez más a la administración Trump. Lo puso de relieve el subsecretario de Estado John Sullivan, quien en el mismo evento del Consejo de las Américas pasado coincidió con la embajadora Haley al anunciar un nuevo aporte estadounidense de 18,5 millones de dólares a Colombia para apoyar a los venezolanos que huyen de la crisis de su país.
Pero ¿qué pasará si esta avanzada estadounidense no produce el eco esperado entre los países latinoamericanos y después de la farsa electoral venezolana del 20 de mayo el madurismo se atornilla más en el poder, mientras que Cuba y Nicaragua siguen por sus fueros con tan solo un poco de maquillaje adicional?.
Es de recordar que cuando el esfuerzo diplomático multilateral no funciona, la historia enseña que tarde o temprano, según las circunstancias, pasará a actuar unilateralmente el actor con mayor poder. Incluso utilizando la vía militar, por más costoso y difícil que sea.