Antes de comenzar a narrarles el caso que les traigo hoy, quisiera disculparme ante el PanAm Post y ante los lectores que han tenido la delicadeza de leer mis artículos, pues porque éste será el último, por tiempo indefinido.
¿Los motivos? Pues porque me encuentro junto al libertario cubano de 63 años de edad, Miguel López Santo, realizando un ayuno indefinido como respuesta a la negativa de los dictadores cubanos de poner en libertad a los dos hermanos libertarios Manuel Velázquez Visea y Ubaldo Herrera Hernández que, como ya el mundo conoce, se encuentran injustamente prisioneros desde el pasado 2 de febrero por el solo hecho de defender la libertad. Es la fuerza del deber la que nos llama.
Hoy les mostraré un ejemplo que pudiera sin lugar a dudas servir de referencia para desmentir ese discurso mediático de los gobernantes cubanos que pretende hacer creer, en muchos casos con éxito, del carácter “humanista” de la Revolución cubana.
Miguel López Santos es un libertario cubano con más de 20 años de lucha abierta contra la dictadura castrista, lo que le ha merecido el sobrenombre de “Miguelito cartelito”, ya se imaginarán por qué. No hay un caso de injusticia que no le salga al paso, y éste, que les traigo hoy, es uno de ellos.
Jacinta Facundo Muñoa es una madre de tres hijos que por circunstancias de la vida vivió en la calle durante 8 meses con dos hijos menores, enfermos mentales. Vivieron en parques, portales y donde les cogiera la noche; pedían limosnas para subsistir, pues la pensión de CUP $167 mensuales (unos USD $7) que recibe por presentar ella también desequilibrios psíquicos es una verdadera burla a los sentimientos y la dignidad humana.
Fueron muchas las gestiones que realizó Jacinta para tratar de resolver su problema, y en todas, como sucede siempre, recibió como respuesta, la evasión y la indiferencia.
Hace más de un año, Jacinta vio la luz de la esperanza cuando una mañana cualquiera en una de sus largas caminatas en busca de sustento pasó por la calle Máximo Gómez entre Pereira y Ambrón en el municipio capitalino de Regla.
Allí se erigía un edificio abandonado por más de dos años. Se trataba de la Dirección Municipal del Partido Comunista de Cuba que había sido trasladada a otro inmueble, ubicado hoy en la calle Máximo Gómez entre Ambrón y La Piedra, cerca del lugar.
Sin pensarlo dos veces, se ubicó con sus dos hijos en uno de los locales que se encontraban vacíos, pues había otros que estaban ocupados por familias que tenían problemas de vivienda. Allí ha estado por más de un año hasta que se le presentó un inspector de la Dirección Municipal de la Vivienda.
Después de ver la situación de la desesperada madre, el funcionario con toda la frialdad del mundo la amenazó con ir presa si no abandonaba el local. Por si fuera poco, la multó con CUP $500 (USD $20), eso es, mucho más del doble de lo que percibía como pensión.
“Tuve que salir a pedir limosnas nuevamente y ahora con 8 meses de embarazo de una tercera criatura”, me dijo Jacinta con los ojos fuera de sus órbitas.
El pueblo de Cuba sabe muy bien que muchos funcionarios públicos que trabajan en el sector de la vivienda, aprovechándose de las necesidades y las penurias de las personas, lucran inhumanamente facilitando estos locales concebidos como viviendas de tránsitos o albergues para familias necesitadas solo a los que tienen facilidades de pagar los altos precios que exigen.
Sin embargo, Jacinta, como ya saben, no tiene ni para alimentar a sus hijos.
¿Se puede hablar entonces de una revolución humana cuando hechos como estos suceden a diario en Cuba?
Pero lo que más me dolió de toda esta historia deprimente fue escuchar lo que me dijo Jacinta ya en la despedida, un frase que revela el resultado de lo que llaman educación en Cuba que no es más que adoctrinamiento: ” Por favor, te agradezco mucho que des a conocer mi caso en el mundo, pero por favor, no hables mal de la Revolución”.
Me quedé sin palabras.