La salida de la dictadura jamás será electoral. Es un hecho. Una verdad. La ingenuidad nos sugiere lo contrario. Igual la falta de perspectiva. Pero no es concebible que un régimen autoritario, que controla el poder electoral, permita elecciones libres.
Son criminales cuya vida y presunta libertad depende de la permanencia en el poder. Saben que sus nombres encabezan la lista que algún día será leída para la condena en la Corte Penal Internacional. No pueden, de ninguna manera, abandonar el dominio. Es una cuestión de vida o muerte.
Por lo tanto, la democracia ha sido dilapidada. No de ahora, sino de hace años. En Venezuela no queda, de hecho, algún vestigio de un sistema democrático. Es por ello que el acto electoral, aquel en el que evidentemente saldría derrotada la dictadura e implicaría un cambio de sistema, no ocurrirá. Primero hay que rescatar la libertad.
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No obstante, también es cierto que la democracia ha sido un mecanismo que, por años, ha utilizado la dictadura a su favor. La legitimidad que presuntamente les ofrece ha sido el estandarte erigido por años del que tan orgullosos se sienten.
Hoy podría ocurrir lo mismo. Este viernes siete de abril fue inhabilitado Henrique Capriles Radonski. Leopoldo López está preso y María Corina en desafuero. Mañana cualquier alternativa honesta también será suprimida.
Ernesto Samper —este despreciable relacionista del régimen— pidió, por su parte, elecciones en Venezuela. Es el preludio. Probablemente el régimen vaya pronto a ofrecer el calendario electoral.
Eso vendrá: serán inhabilitadas todas las opciones honestas, darán fecha de elecciones y, probablemente, la oposición tímida cederá. Aparecerán los candidatos unitarios —aquellos tristes y pacatos personajes— a atribuirse los valores de la cordura y prudencia. El terreno está preparado.
Es por esto, que es importante hoy no ceder a exigencias banales. Es por ello, además, que quienes hoy llaman a manifestarse, exigiendo elecciones, deben ser rechazados. Ese no es el foco.
Escribe el analista Carlos Blanco que “no es hora de candidatos sino de líderes”, ya que “las elecciones vendrán con el cambio de régimen”. Racional.
Hoy es la hora de la libertad, y por ello debe ser la protesta. Ese debe ser el grito en cada manifestación.
Para poder instaurar una República que incluya elecciones libres, debe, primero rescatarse el valor más atesorado. Primero, sin duda alguna, debe darse un cambio político.
Los presos de conciencia deben ser liberados y deben volver los exiliados. El Consejo Nacional Electoral debe ser transformado y debe, de esa manera, recuperar su independencia. Igual debe ocurrir con el Tribunal Supremo de Justicia. Luego, sin desconfianza, podrá volver el sistema democrático.
Pero hoy el clamor debe ser por libertad. Y así lo ha sido. He podido presenciar como en las manifestaciones surge la exigencia de aquel inmenso valor. Es sumamente gratificante. Ese es hoy, y debe ser, el grito de todos los ciudadanos. No es la hora de pedir elecciones, ¡sino de buscar la libertad!