La corrupción no es novedad en ningún país latinoamericano en estos días, pero en Chile, que hace mucho tenía no solo una reputación de transparencia sino que además cuenta con instituciones que velan por la preservación de la probidad, los escándalos de corrupción son socialmente devastadores. Minan la confianza de las personas en la institucionalidad y en la clase política y esto trae como consecuencia una peligrosa desafección cívica.
En medio de este escenario poco favorable para los políticos, se eleva un discurso populista que promete transparentar el actuar de las empresas agrandando el control del estado sobre ellas.
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El caso Soquimich (Sociedad Química y Minera de Chile) en el que personeros de la empresa financiaron campañas políticas de la coalición gobernante (Nueva Mayoría) significó para el gobierno un golpe en la popularidad del que aún no se pueden reponer. La opinión pública fue una ola de rechazo que prácticamente sepultó a la clase política, pues la oposición ya era cuestionada por un caso similar (caso Penta).
Con estos antecedentes, el partido comunista, cada vez más a cargo del Gobierno, a través de sus parlamentarios ha propuesto un proyecto de ley en el que se expropie Soquimich, porque además es una empresa de interés nacional. Esto es una terrible falta de lógica, ya que no es la empresa: sino algunos de sus personeros quienes incurrieron en irregularidades.
El evidente oportunismo político del Partido Comunista sólo responde a su trasnochada filosofía que proclama que todo el sistema económico debiese estar sujeto al estado, debe estar manejada por él, al menos las grandes empresas que como ellos dicen, son de interés nacional. Ahora, quien define lo que “interés nacional” significa, son los mismos izquierdistas que se autoproclaman caudillos del perdido pueblo que sin ellos no podría jamás encontrar el camino a la felicidad.
Una de las preguntas más sencillas que surge en todo este dilema, es ¿Qué es el interés nacional? ¿Será que hay un solo interés compartido por todos los individuos de una nación? Al parecer, para el Partido Comunista, la igualdad es ese interés y no escatiman en estrategias, trucos y métodos para lograrla.
La lógica de la izquierda chilena
Cuando se parte expropiando si quiera una empresa, por muy vinculada que sus personeros están en irregularidades, el problema surge de inmediato. ¿Cuál es el límite de esta medida? Una empresa ya no bastará y se irán incluyendo otras pues la ideología lo requiere.
Resulta que desde el punto de vista del interés nacional hay muchas empresas. Habría que expropiar las compañías de electricidad, porque son de interés nacional, también las refinadoras de petróleo privadas, todas las empresas que manejan el agua, los camioneros, los agricultores que producen ni más ni menos que los alimentos, y suma y sigue.
Esta lógica, que muy poco tiene de lógica, conduce por pasos sucesivos y graduales a revivir el viejo concepto del área social de la economía, lo que significa que la gestión empresarial en manos del Estado, posiciona a personas asociadas a los partidos políticos que cuentan o no con las capacidades para guiarlas, lo cual irremediablemente termina en la ruina.
La conducta populista y peligrosa del Partido Comunista, en la que se visten de congruencia y consecuencia en pro de la fiscalización, no podría estar más lejos de los intereses que realmente defienden. Solo se comportan como férreos fiscalizadores cuando les es conveniente.
No hubo pronunciamiento desde el Partido Comunista frente al gran daño que los controladores de la universidad Arcis, dirigida por militantes comunistas, produjeron a los estudiantes dejándolos sin sus estudios por causa del desvío de fondos. Una de las razones por las cuales no hubo tal pronunciamiento, es porque varios de los parlamentarios comunistas eran y son accionistas de la universidad, un de ellos su secretario general Guillermo Teillier. Es más, dentro de la cámara de diputados presionaron votando en contra para que la comisión de investigación que revisaría el caso Arcis no se constituyera.
Cuando el ministro Nicolás Eyzaguirre estaba impulsando la ley de financiamiento de los partidos políticos, al señor Teillier se le olvidó el discurso de que todo debe ser estatal, que los recursos son de todos lo chilenos y debe controlarlos el Estado solamente, que la sociedad debe ser benefactora comunista, etc.
Una de las razones por las cuales ignoró su típico discurso, es porque es accionista del Partido Comunista a través del patrimonio inmobiliario del mismo. Es curioso que para eso si les sirva la economía de libre mercado, la libre competencia y el modelo que tanto critica, pero para los demás, cuando se trata de las empresas de otras personas, ahí solamente el comunismo cobra relevancia.
Recordemos que las ideologías son materia de fe y el comunismo no escapa a esta lógica. No importa cuán refutado a través de la historia esté su planteamiento de economía central planificada, ellos seguirán deseando la utopía impuesta por la fuerza.
La gestión de las empresas debe ser hecha por los que saben, de hecho han logrado su éxito gracias a la selección de los mejores en la administración. Esta regla natural de la supervivencia empresarial, no se cumple ni se respeta en un ordenamiento estatal, ya que se cumple con las cuotas de repartición y se posiciona a los amigos del partido tengan o no las competencias para gestionar. Este punto que refuerzo, me parece vital remarcarlo ya que si el partido comunista tiene éxito en este proyecto de ley, la expropiación del mundo privado no está lejos y por ende la ruina nacional.
Es una seria alerta para el país monitorear el avance de este proyecto, que cada vez más rebaja al faro de libertad que una vez fue Chile, a la deplorable realidad del tercermundismo.