Durante años, a Rafael Correa le gustó propagar la idea de que su “Revolución Ciudadana” iniciada en 2007 suponía una “década ganada” para la economía ecuatoriana.
El argumento caló hondo en la primera etapa de su gobierno, cuando el precio del petróleo estaba por las nubes. Pero una vez que el oro negro empezó a abaratarse, el modelo del “socialismo del siglo XXI” quedó por completo en evidencia.
En los primeros años de Correa como presidente, el boom petrolero facilitó un aumento espectacular del gasto público. Esto maquilló el progresivo retroceso del sector privado y permitió que las cifras de crecimiento se mantuviesen en niveles relativamente altos.
Sin embargo, la caída en los precios del crudo tumbó esa ilusión y ha puesto de manifiesto que el milagro ecuatoriano era, en realidad, una “burbuja” condenada al eventual pinchazo.
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Antes de Rafael Correa, el sector privado gestionaba alrededor del 75% del PIB. Hoy, su peso está cerca del 55% del PIB, de manera que el gasto público se ha disparado de manera espectacular.
Una de las partidas de gasto que más ha aumentado es la burocracia, que rondaba los 450.000 funcionarios en 2006 pero se sitúa ya por encima de los 700.000 asalariados públicos.
Otro ámbito en el que el gasto no ha parado de subir son los subsidios y las transferencias, hasta el punto de que cuatro de cada 10 ecuatorianos recibe ayudas directas del Estado, según los estudios de Sergio Daga.
Aunque la popularidad de Rafael Correa fue elevada en los años de “vacas gordas”, el progresivo enfriamiento de su modelo económico ha ido traduciéndose en un creciente rechazo hacia su figura.
De hecho, el candidato oficialista a la presidencia, Lenin Moreno, lo tiene difícil para ganar en primera vuelta y hasta podría caer en una segunda ronda frente al líder de la oposición, el empresario y candidato liberal Guillermo Lasso.
La corrupción también ha terminado haciendo mella en la “Revolución Ciudadana”. Aunque los escándalos de gestión han sido recurrentes, hay dos asuntos que han disparado el recelo hacia Correa y los suyos: los millonarios sobornos que pagó la constructora brasileña Odebrecht y el espectacular coste de la Refinería del Pacífico.
A todo lo anterior hay que sumarle el deterioro del clima democrático en Ecuador. Como acredita Fundamedios, la libertad de expresión está más limitada que nunca. Peor aún, la maquinaria de propaganda del Estado no ha titubeado a la hora de perseguir a periodistas y opositores, consolidando un régimen con preocupantes rasgos autoritarios.
Concluye, por tanto, una “década perdida” para Ecuador en la que el Estado ha arrinconado al mercado, la mala gestión ha estado a la orden del día y la frágil democracia de la república andina ha experimentado preocupantes retrocesos.
Esperemos que las elecciones del día 19 de febrero arrojen un cambio de tendencia capitaneado por Guillermo Lasso e inspirado en un amplio programa de reformas liberales.