
Por Luis Manuel Aguana*
Habló el dueño del circo. “Castro sale de su retiro para anunciar que jamás dejará a Venezuela”, titula el Panam Post en un reciente artículo. ¿Y por qué habría de dejar la colonia que capturaron sin disparar un tiro, como bien se ha comentado miles de veces en Venezuela? Nadie lo haría si de ello dependiera su supervivencia. Son como esa hiedra venenosa que se adhiere al tronco de un árbol sano, y no lo pueden dejar porque de ello depende su vida, aunque lo estén secando y el árbol muera poco a poco, y eso signifique que perecerán con él.
Pero para sacarnos de encima el parásito, debemos usar métodos que se traducirán en una herida en el árbol, dada la profundidad de las raíces de la hiedra venenosa. Se han probado (desde afuera) todos los métodos para deshacerse del parásito pero ninguno ha dado resultado y el árbol está cada vez más seco. Estamos todavía en la discusión de los métodos para salvar al árbol y ya no hay opciones. Será necesario usar medidas incluso más drásticas, usando la fuerza, es decir, arrancar el parásito así le haga un daño al árbol, que será en todo caso producto del proceso de extirpación y que, luego de una lenta curación de sus heridas, el árbol podrá recuperarse y crecer de nuevo.
El solo planteamiento de convivir con esa hiedra venenosa pegada al tronco de Venezuela (elecciones con Maduro o el castrochavismo) lo descartamos de entrada, aunque eso sea lo que pida la diplomacia de la Unión Europea, el Grupo de Lima y una parte importante de la oposición oficial, ahora acompañada de Henrique Capriles.
A ellos les recomendaría la lectura de un extraordinario informe titulado “Cubazuela: Chronicle of a cuban intervention” y publicado este mes por la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba, en el que sus autores, Juan Antonio Blanco, Rolando Cartaya, Luis Dominguez y Casto Ocando, hacen un análisis profundo del proceso de dominación cubano en Venezuela. De allí extraeré algunos párrafos que usaré para contestar al sátrapa que se cree el dueño de Venezuela, como una vez lo creyeron los reyes de España hasta que se encontraron con los protagonistas de la gesta que comenzó el 19 de abril de 1810.
Debemos comenzar por entender lo que enfrentamos. Al respecto, el informe claramente expresa que “la situación en Venezuela, por lo tanto, no tiene precedentes. No se trata de un Estado independiente y soberano que controle su territorio nacional, proteja el bienestar y la seguridad de sus ciudadanos y viva en paz con sus vecinos. Las instituciones del Estado se han transformado en perpetradores de una empresa criminal”, dejando perfectamente claro que “la lógica de los criminales no es la de los políticos. En circunstancias como estas, siempre hay voces que aconsejan prudencia política y apuestan honestamente a apaciguar los instintos agresivos del enemigo. Eso es lo que Chamberlain intentó hacer, solo para descubrir más tarde que los nazis eran criminales, no estadistas”.
Son criminales disfrazados de políticos, por lo que sorprende aún que la diplomacia internacional impulse soluciones electorales a un problema que no es de ninguna manera político sino de naturaleza criminal.
El informe coincide con la noticia de Raúl Castro, indicando que resistirá hasta el final sin soltar Venezuela. “El dictador cubano, Raúl Castro, decidió abandonar su retiro oficial de la política para aferrarse a Nicolás Maduro y dejar claro ante el mundo que seguirá apoyando al régimen venezolano hasta el final”, cita la nota periodística. Raúl Castro no saldrá por las buenas de Venezuela y “saboteará cualquier negociación que de alguna manera no asegure la continuación de su poder sobre Venezuela, aunque sea detrás de otra cara”. Desde la perspectiva de una realpolitik comunista, Venezuela es considerada por La Habana como el perímetro exterior de defensa del régimen cubano, de ahí la orden de resistir hasta el final. ¿De qué otra manera se le dice a los tercos que aún creen que el régimen saldrá electoralmente sino con los pies por delante?
El modelo colonial impuesto por Cuba en Venezuela implica no solo la expoliación de nuestros recursos naturales sino, como revela el informe la “subcontratación de tareas sucias y potencialmente peligrosas a Venezuela para evitar riesgos directos para la seguridad nacional de Cuba”. Esto es, “actividades criminales que coinciden con los objetivos geopolíticos de los aliados internacionales más odiosos de Cuba (Rusia, Irán, las FARC, el ELN, Hezbolá), lo que puede lograrse transfiriendo a Caracas las conexiones con el narcotráfico y su logística, así como el entrenamiento y aprovisionamiento de conexiones de grupos terroristas”. Los que creen en Venezuela que esto se resuelve abrazándose al régimen y yendo con él a un proceso electoral (o quieren, en su defecto, estar en el negocio con los delincuentes) ya forman parte de él.
Debemos entonces discutir en serio el uso de la fuerza para arrancar al parásito, afrontando el hecho de que ya se apropiaron de nuestro país, que en este momento funciona como un enclave colonial de la Cuba de los Castro, independientemente de que quienes están en posición de aplicar esa fuerza desde afuera se debatan entre hacerlo o no hacerlo por la razón que sea. Si los venezolanos hemos de salir de este problema debemos comenzar por preocuparnos por establecer la estrategia adecuada que ponga en el análisis una intervención militar y cómo debemos manejarnos con ese factor fundamental. Si eso no está en la agenda del Presidente Encargado y no se habla con la claridad debida al pueblo venezolano, se está mintiendo y haciendo un flaco servicio a la ruta que empieza por el “cese de la usurpación”.
En este sentido, el informe señala que “el uso de la fuerza va desde una invasión a gran escala (Normandía, Irak), hasta una maniobra relámpago y quirúrgica (Panamá), pasando por operaciones aéreas sin el uso de fuerzas terrestres (como ordenó el presidente Clinton en Sarajevo), la creación de canales limitados de ayuda humanitaria con espacio aéreo protegido (zonas de exclusión aérea), operaciones de comando para capturar, eliminar o remover a los enemigos (Bin Laden), y muchas otras acciones policiales o encubiertas (como interceptar naves dedicadas al narcotráfico, o utilizar aviones teledirigidos para eliminar a los elementos delictivos clave). Equiparar el uso de la fuerza sólo con acciones a gran escala, con aterrizajes y ocupaciones prolongadas puede confundir a los incautos y neutralizar a los que quieren una acción decisiva para sacar del poder a una banda de matones que no se irán por su propia voluntad”.
Y ciertamente es así. Los que han estado manejando el tema del uso de la fuerza internacional para resolver lo que en el fondo es acabar con el enclave colonial cubano en Venezuela, lo han hecho de una manera sesgada y maniquea siendo instrumentos útiles del régimen para permanecer en el poder: “Quienes anticipan que en ningún caso apoyarán una solución que utilice la fuerza -por temor a abrir la puerta a una prolongada ocupación militar extranjera- parten de una premisa falsa: están ignorando las múltiples opciones que históricamente se han utilizado para el uso de la fuerza cuando ésta se hizo imprescindible”, afirma el documento.
El régimen cubano no se siente realmente amenazado cuando las soluciones opositoras son blandas y llevadas a cabo sin determinación. El solo hecho de que en Venezuela la opinión pública se incline por no querer hablar de soluciones que impliquen el uso de la fuerza transnacional, los hace atornillarse en el poder. Esa es una lógica criminal, no política. Un pasaje del informe de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba es revelador: “pocos meses después del desastre de Bahía de Cochinos, en el que el Presidente J. F. Kennedy, con la operación ya en marcha, decidió cancelar el apoyo aéreo a la Brigada 2506, Khrushchev comenzó a instalar misiles nucleares en Cuba. A partir de entonces, la percepción del Kremlin de que había un enemigo inexperto y vacilante en la Casa Blanca hizo que la Guerra Fría fuera más peligrosa”. Así funciona la mente de estos criminales.
Una afirmación que destaca en el informe, y que considero clave de todo este problema, establece que “la soberanía de Venezuela -que recae sobre el pueblo-, ha sido ‘expropiada’ desde la alianza entre Chávez y Castro y necesita ser rescatada primero; de lo contrario estaríamos respetando la soberanía de un grupo criminal transnacional”. ¿Qué quiere decir eso? Que los venezolanos, que somos los dolientes de toda esta tragedia, hemos sido completamente ignorados en esta ecuación. Solo los partidos y sus representantes son los que hasta ahora “han hablado por nosotros” en la escena internacional, y ellos no representan el verdadero sentimiento del pueblo venezolano. En primer lugar, porque no votamos por ellos el 6 de diciembre 2015, sino en contra del régimen, y lo más grave es que están respondiendo a intereses que peligrosamente coinciden con los de Maduro y los de la corrupción que ha devorado todo en Venezuela. ¡Hay que ir a la fuente de la soberanía! Es la única manera de saber la verdad.
La comunidad internacional haría bien en acompañar lo que diga la voz del pueblo venezolano por encima de cualquier otra consideración, para no equivocarse en la solución que pretendan darle a Venezuela. Y eso solo se logra consultándole al pueblo, como efectivamente algunos ya lo hemos propuesto acerca de procedencia o no de la aplicación del principio de Responsabilidad de Proteger (R2P) en Venezuela y el cese de la tiranía. Y lo seguiremos proponiendo, porque cualquier solución debe pasar por quienes vamos a sufrir las consecuencias de las decisiones que se tomen.
No se puede estar sujeto a que “el diputado Guaidó no comprenda el callejón sin salida en que se encuentra y, en lugar de zafarse de quienes lo maniatan y lo entregan inerme al fuego lustral de la crisis, no asuma el rol de comando que las circunstancias le exigen, no se libere del manto castrador de su jefe político y no se abra a la conformación de un gran frente opositor dispuesto a acompañarlo con generosidad y desprendimiento en la inminente guerra de liberación que enfrentamos”, como sugiere Antonio Sánchez García.
El futuro y la independencia de 30 millones de personas no pueden solo depender de eso. Si vamos a pelear esta nueva gesta de independencia para sacudirnos el parásito que representa el coloniaje que está planteado Cuba, aspiro a que me pregunten si estoy dispuesto a ir a una guerra con ayuda extranjera contra estos delincuentes, en contraposición a vivir sometido a ellos por un arreglo de cohabitación electoral en calidad de colonia de una isla paupérrima. Yo ya tomé mi decisión, ¿y usted?
*Luis Manuel Aguana es analista político e investigador en Derechos Humanos.