
Sobran quienes afirman que la política es superior al Derecho, lo que equivale a que el derecho no existe y todo es cuestión de fuerza. Esto es, que la sociedad humana es una manada de chimpancés en la que manda el más fuerte –fuerza bruta– pero pudiéramos conspirar para atacarlo en grupo –fuerza política– En las sociedades humanas más primitivas ciertamente lo político se impone sobre el Derecho, por eso son violentas y míseras.
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Quienes proclaman la superioridad moral del chimpancé usan los frutos de la civilización para divulgar sus estupideces y ejecutar su salvajismo. Aunque, como explicó José Ortega y Gasset “La civilización no dura porque a los hombres sólo les interesan los resultados de la misma: los anestésicos, los automóviles, la radio. Pero nada de lo que da la civilización es el fruto natural de un árbol endémico. Todo es resultado de un esfuerzo. Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde.”
La envidiosa aspiración del socialismo es imponer sobre la civilización la moral igualitaria del hombre más primitivo, casi indiferenciable material y moralmente del chimpancé, y del que no queda sino registro fósil. Pretenden los socialistas destruir el Derecho, el dinero, el mercado y la moral impersonal del orden civilizado –producto involuntario de la acción humana, que como orden espontaneo evolutivo excede nuestra capacidad ordenadora– y disfrutar los frutos de esa civilización. Aunque tras los genocidas experimentos fallidos del socialismo en el siglo XX, ajustan objetivos a capacidades y no prometen prosperidad sino miseria –más o menos disfrazada– en nombre de igualdad y ecología. Que por la ecología justifiquen las miserias del sistema más contaminante de toda la historia es la paradoja perfecta.
Cuando un profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela, José Romero Losacco, afirma en la prensa propagandista del poder gobernante que “el socialismo del siglo XXI debería negar la modernidad, no solamente el capitalismo” y propone negar la civilización occidental, se queda corto. Es negar la civilización misma, aunque admitir que son pre-modernos y propugnar de forma menos velada la miseria como ideal de vida, es confesar mucho de su envidioso primitivismo, no solamente pre-moderno sino pre-civilizado, e incluso pre-humano.
Todo socialista odia: El mercado y el Derecho, porque son, con y desde la moral civilizatoria, los dos conjuntos institucionales claves de la civilización. No confundamos el Derecho con la ley, la ley puede ser expresión del Derecho o su negación, y cuando la política se impone sobre el Derecho, es lo segundo. Ley positiva del reclamo retrogrado del salvaje clamando contra la civilización que lo aprisiona y le impide ser lo que es: un animal carente de civilización, derecho, propiedad y mercado, que se ha reducido exclusivamente al animal político, al instinto, fuerza, astucia y miseria.
Con tales fundamentos del socialismo no es de extrañar que únicamente produzca destrucción material y moral. La escala genocida de sus revoluciones es una advertencia de la historia que todavía se ignora, minimiza y niega. De tal negación únicamente saldrán trágicas consecuencias, como que el socialismo llegue a imponerse cultural y políticamente al punto de copar el espectro político y la producción cultural. Lo segundo antes y como garantía de lo primero. Así es en Venezuela, y visto el asesinato final de la República, tras la contradictoria y tardía reacción de quienes debían ser sus custodios, en lugar de explicar sus contradicciones digamos ¡por fin!. Es normal denominar dictadura a un gobierno que se impone por la fuerza sobre un parlamento electo, y al socialismo revolucionario, dictadura; es el medio eventualmente indispensable de su objetivo final irrenunciable: totalitarismo.
En mi país, la política se impuso realmente sobre el Derecho, y en consecuencia el salvajismo sobre la civilización. Política es voluntad de poder impulsada por bajas pasiones. Para ser otra cosa debe someterse a las instituciones de la civilización: la propiedad, el mercado, el dinero, la moral y el Derecho. Así restringida, pugna por desatarse, como todo lo primitivo y bestial en nuestra propia naturaleza. El socialismo la libera, es el triunfo del salvaje sobre la civilización, de la política sobre el Derecho, de la envidia sobre el mercado, y de la bestia sobre el hombre. De esa bestia dormida en el propio hombre civilizado.
La República, que nunca llegó a establecerse totalmente en Venezuela, era apuñalada desde que se mantuvo por más de dos décadas suspendida la garantía constitucional de la propiedad privada, “excepción de emergencia” por más de dos tercios del período de vigencia de la previa constitución de 1961. Finalmente en vigor, la Corte Suprema de entonces decidió que todo lo legislado al amparo de la suspensión se mantendría vigente, el máximo tribunal imponía la política sobre el Derecho. ¡Vergonzoso precedente! Pero aquello era consenso entre socialistas moderados para co-gobernar democráticamente aplicando el socialismo con apariencias de República y prácticas democráticas. Esto es voluntad hegemónica del totalitarismo socialista revolucionario usando la ley contra el Derecho, los tribunales politizados contra la ley, y la violencia contra la República hasta sus últimas consecuencias.
La República no recibió la puñalada final con tribunales penales suspendiendo un referéndum revocatorio que podían evitar administrativa o judicialmente al controlar políticamente al organismo electoral y al poder judicial. Cayó una semana antes, cuando la Sala Constitucional del Tribunal Supremo sentenció al poder legislativo electo y auto-atribuyó sus funciones. Aprobar así un presupuesto es falsificar la ley que establecería límites republicanos a la voluntad política. Cuando el soberano hace de la pantomima del derecho un disfraz del la voluntad del cañón de sus fusiles, sus únicos limites son la obediencia de las armas y las fronteras. Y ya en el mercado financiero global comienzan a tomar nota del que un presupuesto que se ejecutará contra el Derecho está sujeto a que un tribunal Venezolano del futuro, o una corte de cualquier lugar del mundo, sentencié que su ejecución afectó, o pudiera afectar, el derecho de cualquier acreedor de un Estado que en nombre del política negó el Derecho.