“La Unión” es la alianza de demócratas cristianos y socialcristianos que adoptó la economía social de mercado de Erhard. Política económica que la socialdemocracia aceptaría en el consenso de un Estado del bienestar modesto. “A la derecha de la Unión no puede haber ningún partido democráticamente legitimado”, así resumió Franz-Josef Strauss –líder socialcristiano y primer ministro de Baviera de 1978 a su fallecimiento en 1988– el temor alemán al fantasma nacionalsocialista.
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Viejos y nuevos temores
Alternativa por Alemania (AfD) entrará al Parlamento Alemán, democráticamente legitimado “a la derecha de la Unión”. Strauss murió antes de la reunificación, de que la URSS colapsara por la inviabilidad del socialismo, y que sobre el Mercado Común rigiera una burocracia intervencionista con pretensiones de Estado supranacional.
Un nuevo mundo, con lugar para el marxismo revolucionario y su poco disimulado estalinismo, sin lugar para un nacionalsocialismo de sangre y raza. Die Linke es comunismo con fachada de “frente popular” para conflictos sociales y culturales de nuevos tiempos. AfD no puede ser un NSDAP disfrazado. Los verdaderos nacional socialistas estorban en esa derecha radical. Es una potencial amenaza –como la izquierda radical aunque la intelectualidad filomarxista en medios y academia la legitime– La estrategia política y cultural de la nueva derecha difiere demasiado del viejo nacionalsocialismo.
Tres errores se repiten intentando explicar AfD:
- Que no existe motivo de insatisfacción económica en Alemania. La tragedia del Euro del economista Phillipp Bagus, explica porque sí existe. El Euro despojó a los alemanes de una divisa con que sus incrementos de productividad se traducían en aumentos del poder de compra externo. Sufren la transferencia de productividad alemana al sur de la UE. Y de improductividad ajena hacia Alemania.
- Creerlos un partido de pobres, poco educados de la vieja RDA. La votación lo desmiente directamente.
- Afirmar que es racismo. Peligrosa simplificación. Hay racismo subyacente, pero no hablan de sangre y raza, sino de identidad y valores culturales que diferencian naciones y civilizaciones.
Pese al tabú del tercer Reich, el malestar alemán es parte del malestar por el futuro de la civilización occidental. Finis Germania, libro póstumo de Rolf Peter Sieferle, resumió el temor por el ocaso de Alemania como nación. Götz Kubitschek, editor, provocador y estratega cultural de la nueva derecha notó que una civilización occidental amenazada desde dentro y fuera atemoriza a quienes la despreciaban y descubren que sin ella carecerían de libertades que únicamente en occidente disfrutan. Problemas reales y complejos sin respuesta fácil. Mientras la democracia cristiana, los liberales y los comunistas los ignoran, otros magnifican temores y responden a quienes temen.
Sin la oleada de refugiados musulmanes el difuso malestar subyacente no justificaba el populismo político, ni a la izquierda con Die Linke emulando a Siriza o Podemos, ni a la derecha emulando al Frente Nacional de Marine Le Pen. Un millón de refugiados y la noche vieja de Colonia en 2015 cambiaron todo; capitalizó temores un populismo transversal “a la derecha de la Unión”. Más de mil abusos sexuales y algunas violaciones en una sola noche por refugiados musulmanes en varias ciudades, principalmente Colonia, luego intentos torpes de gobierno, policía y prensa por ocultarlo o minimizarlo. Muchos alemanes temen que todo empeorará con la presencia de millones de musulmanes; a la luz de estadísticas de crímenes el temor es infundado, a la de eventos como el de Colonia, no.
Temiendo el choque de valores del mundo musulmán y occidente, el temor es tan transversal y diverso como el voto de AfD. Es difícil convencer a homosexuales y lesbianas que su enemigo es la derecha identitaria con una alta dirigente lesbiana y que sus aliados son quienes defienden la cultura en que hoy es ilegal y perseguida la homosexualidad.
Ni hablemos de la posición de la mujer en donde impera la ley musulmana y la negación de cierta izquierda feminista ante sus implicaciones. La dirigente de Die Linke, Sahra Wagenknecht sufrió el feroz rechazo de activistas al declarar que “La acogida e integración de gran número de refugiados plantea problemas” y que había que tomar medidas para que la población se sintiera segura. El tabú se impuso. La preocupación de Wagenknecht por su electorado era razonable. Die Linke trasvasó más de sus votos a AfD que cualquier otra formación
La nueva ultraderecha alemana en números.
Alternativa por Alemania logró 5,8 millones de votos, un 12,6% del total. Subió 3,8 millones sobre las pasadas generales. 1.6 millones de votos de abstencionistas y votantes de primera oportunidad superan los 1,4 millones que les votan por segunda vez. Le arrebató un millón de votos a CDU, 510 mil votos al SPD y 420 mil a Die Linke. Relacionando los votos cedidos a AfD en relación con los de 2013, Die Linke perdió cerca del 11% de sus votos ante AfD. CDU y el FDP perdieron poco menos de 6%. El SPD poco más de 4%.
El 45% de sus votantes considera que AfD no se ha distanciado suficiente de la extrema derecha, El 99% de sus votantes afirma que AfD es “el único partido que ha entendido porque muchas personas no se sienten seguras en Alemania”. También 99% “quieren reducir la influencia del islam en Alemania”. Un 96% limitar el ingreso de refugiados. Y el 85% afirmó votarlo como protesta contra “el sistema”.
No hay desempleo, criminalidad y pobreza tras la acogida masiva de refugiados, los refugiados no alteraron todavía la vida alemana como para modificar la estadística, pero el 95% de los votantes de AfD teme que la cultura alemana se esté disolviendo y el 92% que el islam adquirirá demasiado poder. De ahí el apoyo de mujeres, homosexuales y viejos izquierdistas radicales; el 91% teme que el crimen aumentará en el futuro. Sus temores quizás sean excesivos, pero no son un simple rebrote nacionalista; hay mucho más que eso y por ahora lo asumen únicamente los que magnifican los miedos y proponen las peores soluciones.