Bajo el lema #NoTenemosMiedo, el lunes 21 de agosto, una ronda de invitados abordó los problemas en torno a los recientes atentados terroristas sucedidos en España en el programa televisivo Mad in Spain. Entre ellos, la periodista y exdiputada para Catalunya Pilar Rahola declaró —con lenguaje efusivo— su profunda indignación frente a la impavidez de los partidos políticos en su totalidad frente al auge de la corriente más fundamentalista del Islam, el salafismo.
En el programa, Rahola dijo: “ni un solo partido se atreve con este tema”. Pues, reclama que a pesar de que la policía catalana (Mossos) elogió su investigación, incluso otorgándole el título de “Mosso de Honor“, por su activa colaboración con la fuerza, no se tomó ninguna medida a nivel del Gobierno. Presentó nada menos que una lista con nombres y apellidos de imanes, clérigos musulmanes, que estaban y están radicalizando a los feligreses. El contenido está disponible en su libro La República Islámica en España.
Plantea que “el gran problema que tenemos no es sólo el loco que mata”. Es decir, no se trata de casos aislados sino de una ideología propagada y de manera generosa, con financiamento externo. Continúa, “¿Por qué permitimos la injerencia exterior con el Rey de Arabia Saudí, de Emiratos o de Qatar enviándonos, con dólares, imanes radicales a radicalizar la gente que vive aquí? ¿Por qué lo permitimos? ¡Es una injerencia!”.
Sobre el más joven de los atacantes en los atentados recientes, dijo: “¿Qué pasó con ese niño de 17 años?”¡La mierda del imán que había!” Siguió, “¿Cómo puede ser que lleguen imanes salafistas y destruyan el cerebro de los jóvenes? Y si no atacamos ese problema, tendremos un problema enorme.”
En todo momento habla del salafismo, no del Islam en su totalidad. Pues el Islam, al ser una religión esparcida en el mundo entero, es infinitamente diverso; como lo son sus fieles. Al momento, sus adherentes bordean los 2 mil millones de personas. Y su alcance también es reflejo de su naturaleza. Pues es expansivo. Por medio de la conquista militar, llegó hasta las puertas de Viena en Europa, conquistando parte del este del continente, el centro-sur de España por más de siete siglos, el norte de África, Asia Central y lo que se conoce como Medio Oriente. Otro incentivo fue el impuesto que deben pagar quienes no se adhieren a la religión. Por cuestiones económicas, hubo millares de conversos.
En medio de ese abanico, está el salafismo. Proviene del vocablo árabe salaf que significa los ancestros. El salafismo hace alusión al primer Islam, busca el resurgimiento de los tiempos del profeta Mahoma. Tiene a su vez tres corrientes: los puristas, que no son políticamente activos, los activistas que sí y los yihadistas —el grupo más pequeño pero más ruidoso y visible— que toman las armas.
Un argumento común frente a la crítica del Islam es que los extremistas no son la mayoría. En efecto no lo son. En términos estadísticos, en Catalunya son, de acuerdo a Rahola, el 25 %. Traducido a números, implica que de los 400.000 musulmanes que habitan en suelo catalán, 100.000 han sido radicalizados. Cuestiona entonces: “¿Podemos tener 100.000 radicales islamistas sólo en Catalunya?”.
La escritora ha manifestado en este sentido que ninguno tuvo la valentía de decir “vamos a atacar este tema” y añadió “los pongo a todos, los que me gustan y los que no”. Rahola es de familia republicana, ejerció política desde izquierda. Con el tiempo ha forjado alianzas con figuras de centro derecho. Así que su crítica se extiende a todos, pues ninguno ha actuado en este aspecto. Continúa,”El fenómeno salafista ha crecido en España porque nadie ha tenido los cojones de ponerse a luchar contra este fenómeno”.
Queda evaluar qué implica volver a los tiempos de Mahoma como pretenden los puristas, cuán compatible es con la cultura moderna, con España, con Occidente y qué clase de choques podría provocar. Respecto a esto, en el artículo Orígenes intelectuales del fundamentalismo islámico moderno, plantea que la adhesión al yihadismo por parte de jóvenes es parte de un choque de civilizaciones, donde la una no es compatible con la otra y la misión es “retornar al islam al lugar que pertenece: el de ordenador de la vida pública y privada de todos los musulmanes, por medio de la aplicación irrestricta de la sharia (la ley islámica)”.
A pesar de sus diferencias, en las tres ramas del salafismo está presente la sharia como norma jurídica, ética y moral. Por ello es imperativo analizar el impacto de esta corriente sobre una sociedad. En una sociedad libre, la libertad de culto es una premisa fundamental e inalienable; como una extensión de la libertad de expresión. No obstante, si una fe exige una reforma legal, como mínimo merece análisis; más cuando recibe financiamiento de otro Gobierno, como sostiene Rahola.
Es evidente que España tiene un problema y no es la única en el continente. Hay sangre derramada. Es momento de hablar de lo que sucede. Para encontrar una solución, hay que detectar el problema. Rahola apunta al financiamiento de la radicalización del salafismo y la falta de valentía —dicho en términos más enérgicos— para hacer algo al respecto.