En vista de la ola de protestas en las calles de EE. UU., en una columna de opinión el comentarista político Marc Thiessen, quien fue escritor de discursos para la Casa Blanca, nos presenta una perspectiva no solo actual, sino histórica del movimiento que se denomina “antifa” en abreviación de anti-fascista y cómo detrás de su supuesto altruismo y lucha por la justicia social hay un llamado por el comunismo.
Cuestiona a su vez cómo hoy en día la prensa masiva ha hecho apología de esta ideología y cómo socialmente se juzga de forma desigual al comunismo (socialismo internacionalista) y al nazismo (nacionalsocialismo).
Ante la convocatoria de una marcha pacífica, cuyo lema era “No al marxismo en Estados Unidos”, sucedió una contramarcha de “antifa” donde manifestantes estaban armados con palos y arrojaban gas pimienta mientras golpeaban a los marchantes contra el marxismo con escudos que irónicamente decían “No al odio”. Según Thiessen, “porque su definición de fascista incluye no solo a los neonazis, sino también a cualquiera que se oponga a su cosmovisión totalitaria”.
Y la protesta fue coordinada por alguien que no podría estar más alejada al fascismo, nazismo y neonazismo. Amber Cummings, la coordinadora se describe a sí misma como “mujer transexual que abraza la diversidad”. En su cuenta de Facebook dijo que “cualquier grupo racista como el KKK [y] neonazis… no son bienvenidos”. En sus propias palabras, el fin de la protesta contra el marxismo era necesaria porque” Berkeley es un punto de partida para el Movimiento Marxista”.
En efecto, y no aplica únicamente a esa universidad. El profesor de la Universidad de Dartmouth, Mark Bray, a su vez autor de El Manual Anti-fascista, defendió las tácticas violentas de esta agrupación en un artículo para The Washington Post: “Sus partidarios son predominantemente comunistas, socialistas y anarquistas” que creen que la violencia física es “éticamente justificable y estratégicamente eficaz”.
Por ello, Thiessen destaca que “no son diferentes de los neonazis. Los neonazis son los violentos defensores de una ideología asesina que mató a 25 millones de personas en el siglo pasado. Los miembros de antifa son los violentos defensores de una ideología asesina que, según el “Libro Negro del Comunismo“, mató entre 85 millones y 100 millones de personas en el siglo pasado. Ambos practican la violencia y predican el odio. Son moralmente indistinguibles. No hay diferencia entre los que golpearon a personas inocentes en nombre de la ideología que nos dio Hitler y Himmler, y los que golpearon a personas inocentes en nombre de la ideología que nos dio Stalin y Dzerzhinsky”.
El autor resalta cómo Estados Unidos se enfrentó a ambas ideologías asesinas en el siglo XX. Y es por ese motivo que el rechazo hacia ambos debería ser no solo obvio, sino visible. Pero en la actualidad no sucede; al contrario, en lo que va del año un medio de comunicación masivo como The New York Times publicó seis artículos que frontalmente no solo defienden, sino que promueven el comunismo.
Eso sería inviable e impensable respecto al nazismo. Uno de los seis artículos mencionados, por ejemplo, destaca que Lenin era conservacionista. Se dice, por ejemplo, que Hitler era vegetariano y defensor de animales, pero no vemos titulares al respecto. Sería impensable ese “lado sensible” del padre del nazismo. Mientras que en The New York Times sí aparecen titulares donde se habla de los bolcheviques como “románticos de corazón” que implantaron el Comunismo. Otro artículo, en cambio, dirigido al público femenino, servía de propaganda con el lema “Bajo el socialismo las mujeres tenían mejor sexo”.
La misma tolerancia que se ve en los medios se ve en las marchas. Las banderas rojas del comunismo circulan con impunidad, pero las banderas negras del nazismo no. Eso en buena medida es gracias a como se promocionan a nivel educativo. De acuerdo con el Informe anual sobre las actitudes estadounidenses hacia el socialismo,”casi 7 de cada 10 (68 %) de los estadounidenses y casi 6 de cada 10 (59 %) de la Generación Z (de 16 a 20 años) creen falsamente que más personas fueron asesinadas bajo Hitler que Stalin”.
Quienes conocen la historia mundial y sobre todo quienes la vivieron, saben que no es así. Por ejemplo, la madre y el abuelo de Thiessen lucharon contra los nazis en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando la Unión Soviética venció soportaron el terror bajo el mandato de Stalin que siguió. Es decir, pasaron de la ocupación nazi a la dominación soviética. Por ello moralmente no ve mayor diferencia moral entre una esvástica y un martillo y la hoz. Como tal, los partidarios de ambas ideologías son igualmente criticables, tanto hace décadas atrás como ahora, sobre todo cuando cometen actos violentos para llevar adelante sus ideas cargadas de odio, sea nacional/racial —en el caso del nazismo— o de clases/ideológicas —en el caso del comunismo—.
Thiessen hace un llamado de atención tanto a la izquierda como la derecha sobre la responsabilidad de vigilar sus propios movimientos. Resalta cómo la condena hacia la violencia de la izquierda no es equiparable al de la derecha. Aunque menciona que poco a poco desde las figuras prominentes del partido demócrata está sucediendo; como fue el caso de Nancy Pelosi, dirigente demócrata, que repudió públicamente la brutalidad de antifa.
Pero el tema de fondo es aún más profundo. Se necesita una revisión histórica, conocer la brutalidad del socialismo en todas sus variantes. Comprender que no importa si es de tendencia nacionalista o internacionalista. Solo cambia quién es el enemigo de turno, porque el socialismo colectiviza y prejuzga basado en grupos y no en individuos, podría basarse en la raza, etnia, clase social, nacionalidad, según dicte el partido o la revolución del momento.
Recordemos que hace apenas algunos meses el precandidato del partido demócrata de los EE. UU., Bernie Sanders, promocionó su campaña bajo el lema de la “democracia socialista” y cómo, desde sus simpatizantes, se han agravado estos actos de violencia. Es decir, la aceptación social hacia una ideología que se ha llevado la vida de más de 100 millones de personas se vende fácil con el marketing adecuado, solo basta con decir que el suyo es el correcto, el “democrático”, el que lucha contra el odio, así sea con violencia.
Y antifa deja más que claro cuan poco valora la libertad de expresión, sobre todo de quién considera su adversario. En caso de prosperar el modelo político que promueven, vemos cuan totalitarios son y podrían ser. Cambian el empaque, pero el contenido es el mismo: totalitarismo.