El pasado sábado 21 de julio, el parlamento cubano determinó que la palabra comunismo quedará eliminada en la nueva constitución.
Esto no significa el fin del socialismo en la isla, sino el reconocimiento que el autoritarismo sigue y seguirá en marcha.
El presidente de la Asamblea Nacional aseguró que la ausencia del término comunista “no quiere decir que renunciemos a nuestras ideas, sino que en nuestra visión pensamos en un país socialista, soberano, independiente, próspero y sostenible”.
De acuerdo a la teoría marxista, el fin último del comunismo es la desmantelación del Estado a favor de una dictadura del proletariado, donde no exista la propiedad privada ni las clases, sino que todo será de todos y por ende, nada de nadie.
Para lograrlo, primero es necesario una etapa socialista donde los medios de producción estén en manos del Estado, volver los bienes públicos y así redistribuir la riqueza producida por la empresa privada.
Eso en Cuba ha sucedido por más de medio siglo. Y ahora con Raúl Castro fuera del Ejecutivo, con un rol más protagónico en el poder legislativo, como presidente del Consejo de Estado, se afirma la incapacidad de alcanzar la utopía comunista.
En la plataforma digital cubana 14ymedio establecen que “la sociedad comunista resulta inviable por dos razones fundamentales: la primera, porque los recursos del planeta no lo permiten, y la segunda, porque la ambición personal forma parte indisoluble de la naturaleza humana”.
O sea, es inviable pretender que todos sean iguales dada la inmensa diversidad entre las personas. Cada cual tiene talentos y aspiraciones irrepetibles.
Sin embargo, el medio resalta la sinceridad y el pragmatismo de Castro al “eludir el compromiso con una meta inalcanzable”.
No obstante, hace un llamado a la coherencia.
Pues el preámbulo de la constitución todavía reza: “guiados por las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin” y el partido de gobierno, el único legal y permitido en la isla es el Partido Comunista de Cuba.
Luego, compara la confesión de la inviabilidad del comunismo, por parte del líder del PCC, es decir, que no habrá un paraíso terrenal en la Tierra, luego del purgatorio socialista, con la confesión del sumo pontífice de la Iglesia Católica que no habrá vida paraíso celestial después de la muerte, ni retornará el mesías.
Ya que el socialismo se sostiene en la creencia, no en la evidencia. Dado que la historia muestra una vez tras otra su rotundo fracaso.
Apela a la sensibilidad y no a la razón, a las falsas promesas que simples mortales emanarán maná del cielo.
Ahora, la confesión de la inviabilidad del socialismo, implica la necesidad de un cambio educativo.
Bajo un régimen socialista donde no existe un sistema de enseñanza por fuera del ideario de la revolución, desde la educación primaria, los niños cubanos hacen un juramento de lealtad: “pioneros del comunismo, seremos como el Che”.
A partir de la oficialización de la nueva constitución, que se espera en septiembre, tendrían que adaptarse a la ausencia de este término y como tal, modificar el ideario social, cultural y educativo.
Los cubanos deberán aprender desde niños que el socialismo no logrará llegar al comunismo donde promete “eliminar la explotación del hombre por el hombre”, sino que -a través del socialismo conducido por el gobierno- seguirá en marcha.
Todavía en los tiempos de Nikita Jruschov, líder de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, decía: “la presente generación soviética vivirá en el comunismo” y no solo que no lo logró, sino que el bloque socialista se derrumbó.
Dice un refrán satírico que “lo peor que tiene el comunismo son los primeros 500 años del socialismo”.
“No hay diferencia entre comunismo y socialismo, excepto en la manera de conseguir el mismo objetivo final: el comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza, el socialismo mediante el voto. Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio”, decía Ayn Rand, exiliada soviética.
Cuba lleva medio siglo y no solo no ha llegado a su fin, sino que sus líderes confesaron que no terminará.
Si quien inició la revolución del proletariado en América deja al descubierto la inviabilidad del comunismo, quedará como precedente para el resto del continente.