El gobierno argentino emite hoy un bono en dólares a 100 años, en una acción sin precedentes para el país. Si bien todavía no se precisaron los detalles se especula con una tasa cercana al 8 %. Los bancos colocadores serán el HSBC y el Citibank.
Existe para la mayoría de los ciudadanos una gran desinformación respecto a las deudas emitidas por el gobierno nacional. Inclusive en la mayoría las noticias relacionadas no se reflejan ni sus titulares ni dentro de sus artículos que se trata de una deuda que deberán afrontar los contribuyentes.
Inclusive los términos “bonos” y “colocación” para el lector desapercibido parecen indicar que el gobierno ha emitido papelitos y que, gracias a su credibilidad, mágicamente alguien le da dinero sin pedir nada a cambio en confusas operaciones limitadas para “los entendidos”.
Como indica el profesor Alberto Benegas Lynch (h) la deuda estatal es incompatible con el concepto de democracia. Una gestión elegida por los ciudadanos en un determinado momento no debería estar en condiciones de endeudar a futuros gobernantes y a futuros contribuyentes, que nada han tenido que ver con el acto electoral que llevó a los que se endeudaron al poder.
Un sistema de préstamos en el sector privado tiene a funcionar porque los incentivos de las partes vinculadas tienen a llevar a los compromisos pautados, es decir, a pagar y a cobrar.
Si una persona decide endeudarse, ya sea para tomarse sus vacaciones o para capitalizar su empresa, sabe hasta que punto puede hacerlo. Es consciente de sus limitaciones y tiene en claro que si no cumple con las cuotas acordadas, las represalias legales serán un problema.
Del lado del acreedor también hay incentivos y limitaciones. Tiene que saber a quien le presta y cuánto. Al momento de firmar el contrato especula con que el deudor cumplirá con lo establecido. Si bien contará con las herramientas legales para accionar contra un posible incumplidor, lo cierto es que es preferible, y rentable, prestar a quienes pueden devolver, cuanto puedan devolver.
Ahora veamos que pasa cuando el deudor es un Estado, representado por una administración particular en un momento determinado.
Lo más probable es que esta administración, al momento de asumir, ya tenga que pagar una deuda de gestiones anteriores, por lo que analiza cómo pagar mientras toma nueva deuda. Si bien no fue responsable de los montos y plazos de los anteriores deudores, dejará un nuevo saldo para los que vengan después.
De más está decir que cuando quien paga la cuenta es otro, los incentivos del gasto y del ahorro suelen no ser los mejores.
Milton Friedman decía que existen cuatro formas de gastar el dinero. En uno con billetes propios (gasto efectivo), en cosas para los demás con plata nuestra (priorizamos gastar menos), con dinero ajeno para nosotros (no nos importa cuánto gastamos) o con cosas para los demás con plata de otros (situación más ineficiente). De la última manera es como gastan y se endeudan los gobiernos.
La ineficiencia total se completa cuando los que le prestan al gobierno son organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
A diferencia de un banco privado que presta sus recursos a una persona y especula que pueda pagar, los burócratas de estas organizaciones internacionales obtienen los recursos fiscalmente de los países que conforman la entidad. O sea, ellos no son los dueños del dinero que prestan y probablemente tampoco estén en gestión cuando “alguien” tenga que pagar. Los incentivos aquí son directamente perversos.
Como si esto fuera poco desde la izquierda se relaciona a estas entidades con el capitalismo salvaje, mientras que en realidad funcionan como los socios perfectos del estatismo.
El gobierno de Mauricio Macri debe reducir el nivel de endeudamiento que está enfrentando Argentina. Los gobiernos “serios” luego de procesos populistas tienen a tener las puertas abiertas al crédito, lo que puede ser un problema y una tentación. La última vez que el país enfrentó una situación semejante fue durante el gobierno de Carlos Menem. Producto de las privatizaciones y del fin de la inflación, año tras año el gobierno fue el “beneficiario” de un crédito que le permitió no reducir el supuestamente intocable gasto público. Esta situación llevó a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, que no pudo pagar la cuenta, y el país cayó en default, la convertibilidad voló por los aires y se devaluó la moneda más de un 300 %.
La mala lectura de la situación llevó a una mayoría a responsabilizar al “neoliberalismo” del crash y la salida fue la del kirchnerismo. Es momento de aprender de los errores para no repetirlos.