Muchas veces en política un traspié del opositor puede ser más positivo que la mejor campaña propia. El bochorno que generó ayer el grupo sindical más hostil a Mauricio Macri pudo haber sido la mejor publicidad del mundo, algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar. Por ahí estos hechos no se manifiestan en nuevos partidarios fervientes del Gobierno, pero seguramente se traduzcan en apoyos en el corto plazo, puede que no por amor a Cambiemos, pero sí por espanto a lo que hay enfrente.
El acto de ayer en Plaza de Mayo estaba planeado previo a las primarias, probablemente por sindicalistas que contaban con encuestas que indicaban un amplio triunfo de la expresidente Cristina Kirchner, que no apareció al conteo de votos. Varias agrupaciones gremiales decidieron separarse de la convocatoria, interpretando correctamente que la opinión pública apuntaba en otra dirección.
Los que decidieron continuar con el plan fueron los sindicatos más cercanos al kirchnerismo. Lejos de lo que planearon hacer, una manifestación de fuerza para visualizar los reclamos que le hacen al Gobierno, el resultado fue un show decadente que no hizo más que perjudicar la imagen de la expresidente.
Luego de haber cortado el tránsito para millones de personas en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, al momento en que las agrupaciones sindicales llegaron a la Plaza de Mayo se generó una batalla campal. El combate no fue entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes, como podría suponerse, sino entre los mismos sindicalistas. Conocido este dato alguien podría sospechar que se enfrentaron dos sindicatos en una puja de poder. Pero el peronismo siempre sorprende: el combate bizarro se dio entre dos facciones del mismo sindicato: Camioneros.
Los novedosos drones de los medios de comunicación ofrecían en directo para todo el mundo una guerra donde los gremialistas se arrojaron con lo que encontraron. Para hacer todavía más repulsiva la imagen, cabe destacar que lo que encontraron fueron las cruces en homenaje a los soldados caídos en la Guerra de Malvinas.
Mientras una voz por los altoparlantes pedía (mejor dicho, suplicaba) calma con la justificación de que eran todos “trabajadores”, los violentos se arrojaban con todo como si estuviesen luchando por su propia vida. Como es tradicional en el peronismo, la batalla campal era por acceder a un lugar privilegiado en el palco del acto sindical.
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Los hechos de la tarde de ayer fueron, sin dudas, una muestra de que Mauricio Macri está de buena racha. Mientras se impuso en la mayoría del país en las primarias y pelea voto a voto la Provincia de Buenos Aires con Cristina, ayer el kirchnerismo hizo un papelón que repudió la mayoría de la sociedad argentina. Los medios de comunicación, en luna de miel con el nuevo Gobierno, fueron implacables con el bochorno del acto sindical.
Las redes sociales no tardaron en ofrecer los memes de la jornada: Los más elegidos fueron las vinculaciones de los gremialistas con cazadores de vampiros, con motivo de las fotos con las grandes cruces, y las comparaciones de los manifestantes con imágenes del Planeta de los Simios.
Rápido de reacción, Macri comprendió que cotizaba en alza, y a minutos del espectáculo peronista, echó a dos funcionarios vinculados con los grupos sindicales: Ezequiel Sabor y Luis Alberto Scervino.
Con estas remociones el Gobierno logra quitarles a los gremios la “caja” de las Obras Sociales, fuente de recursos millonaria para las agrupaciones sindicales.