“Liberalotes”, “plateístas”, los funcionarios del gobierno de Mauricio Macri no ahorraron peyorativos para con los economistas liberales que cuestionaron la solidez de un programa endeble desde el día uno. Mientras no sopló ningún viento, Cambiemos pudo atravesar los dos primeros años de mandato sin grandes sobresaltos. Creyeron que se había terminado el peronismo, que Cristina Kirchner les iba a servir de sparring y se dedicaron a subestimar la crítica constructiva de muchos referentes como Ricardo López Murphy, Javier Milei o el mismo José Luis Espert, que un día se decidió a ser candidato a presidente.
Mientras que el kirchnerismo y la izquierda pegaban desde la demagogia y buscaban desestabilizar a un gobierno no peronista (el último en finalizar mandato constitucional en término fue en 1928), los economistas liberales se dedicaron simplemente a señalar el rumbo. Con más diplomacia, en la voz de un López Murphy o con mayor vehemencia desde las expresiones de un Milei, nadie puede decir que las críticas eran mal intencionadas. No había especulación o competencia política electoral. Solamente la intención de marcar los repetidos errores de la economía argentina.
El fracaso total del “gradualismo” y la falta de respuestas de un gobierno que llega al fin de término pidiendo la hora al árbitro y con el salvataje del Fondo Monetario Internacional hizo que los medios de comunicación se dedicaran a buscar respuestas concretas a las problemáticas nacionales como el desempleo, la improductividad, la inflación y la escalada del dólar. José Luis Espert “el profe”, se convirtió en uno de los voceros de, como a él le gusta decir, las ideas del “sentido común”. El archivo lo acompaña. Ya antes de la caída de Fernando de la Rúa anticipó, al pie de la letra, los costos de no implementar un modelo económico civilizado. Argentina fue en otra dirección y el tiempo le dio la razón.
“No es el camino la economía cerrada, el déficit fiscal y la emisión monetaria”, dijo en 2001 y el resto fue historia. Es decir, el kirchnerismo y su fracaso.
Cuando Espert se decidió a “jugar” en las elecciones de este año, no le resultó sencillo. Tener que conseguir un partido ya establecido (situación que le valió la crítica de varios economistas amigos), conseguir financiamiento y hacerse un lugar en la discusión electoral fue complicado. Pero empezó de abajo y transitó el complicado recorrido de insistir con una candidatura que ni aparecía en las encuestas. Pero de la mano de nuevos jóvenes libertarios que fueron surgiendo durante los últimos años en todo el país, Espert comenzó a hacer pie y a recorrer la Argentina. Llenó todos los lugares donde fue con un público sub30 interesado en escuchar cosas distintas. Al principio apareció en las mediciones con un punto, con uno y medio, alguna le dio en algún momento tres, pero Espert siguió con el mismo libreto, sin preocuparse mucho por los resultados. Esta semana, una encuesta de Federico González y Asociados colocó al “profe” con casi 7% de intención de voto. 6,9% para ser más exactos. Lo interesante, además del nada despreciable caudal, es el desagregado. Espert aparece ganando en el sector de entre 16 y 30 años con el 30,8%. En ese espacio Macri tiene un 13% y los Fernández un 25%.
Pero aunque todos los días las encuestas y los encuestadores muestren a Cambiemos y a la fórmula de Kirchner rotando entre el primer y segundo lugar, una cosa ya es clara: lo que saca Espert ya es mayor a la diferencia entre el primero y el segundo, sea cual sea cada uno.
Con los últimos números, el macrismo cambió la estrategia. Ya no se subestima la alternativa liberal, sino que se la trata de irresponsable. Si algo se leyó esta semana en las redes sociales dentro del mundo “no kirchnerista” fue la acusación de los partidarios de Cambiemos a los votantes de Espert. Lisa y llanamente les echan la culpa de la posibilidad de que Cristina Kirchner gane las elecciones. La estrategia del miedo es “votá a Macri porque si no vuelve CFK”. Lamentablemente todo esto es muy parecido a lo que intentó hacer el kirchnerismo en 2015, apelando a los temores más absurdos para que la gente no se decidiera por Cambiemos. Aunque el gobierno actual apeló al cambio como idea, hay que reconocer que terminó (salvando las distancias) demasiado parecido al proceso político anterior.
Los funcionarios del macrismo, en lugar de mandar a sus seguidores a ser hostiles con los votantes de Espert deberían hacer una autocrítica y preguntarse, antes que nada, de dónde sale el humilde fenómeno que hoy les quita un poco el sueño. Si Cambiemos se siente amenazado por la pérdida de votos a manos del liberalismo, debería proponer otro rumbo para seducir al espacio. No parece muy lógica la estrategia del desprecio que finalmente muta en amenaza e intento de intimidación.