
Nunca desde la fundación del Mercado Común del Sur (Mercosur) en 1991, la unión comercial entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, esta había pasado por una crisis como la de hoy.
El origen se puede rastrear al 2012, cuando el bloque aceptó a la Venezuela de Hugo Chávez como Estado parte (en 2015 también Bolivia inició el proceso de adhesión).
Actualmente, los países miembros discuten si el régimen de Nicolás Maduro es apto o no para asumir la presidencia pro tempore del Mercosur, como técnicamente le corresponde desde el 1 de agosto, por un período de seis meses.
No obstante, Mercosur también se rige según el llamado Protocolo de Ushuaia de 1998, el cual establece, como explicó Hana Fischer en el PanAm Post, “una cláusula democrática por la cual se puede excluir del bloque al país en donde se quiebre el orden democrático. El artículo I estipula que ‘la plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes’”.
El hasta ahora archivado Protocolo de Ushuaia salió a la luz dada la triste situación en Venezuela, donde Chávez y su sucesor, Maduro, acabaron con la separación de los poderes públicos y crearon un régimen autoritario que encarcela a presos políticos, viola constantemente su propia Constitución, intenta socavar la autoridad de la Asamblea Nacional desde que es controlada por la oposición, reprime a críticos del gobierno y expropia lo poco que sobrevive del sector privado.
Tras 17 años de “Revolución Bolivariana”, todos los Gobiernos de Unasur son plenamente conscientes del fin del Estado de derecho en Venezuela. No obstante, Brasil, Uruguay y Argentina —pese a las promesas iniciales del presidente Mauricio Macri de defender los derechos humanos en Venezuela— han decidido mantener un bajo perfil e ignorar los atropellos de Maduro contra la democracia y su propio pueblo.
Estos mismos países, de hecho, han tratado de impulsar un supuesto diálogo entre Maduro y la oposición desde la Organización de Estados Americanos (OEA). Pero tal acercamiento seguramente no ocurrirá, ya que la oposición y la mayoría de los venezolanos exigen que se efectúe un legítimo referendo revocatorio, un plebiscito que el oficialismo, recurriendo a la ilegalidad, ha intentado de bloquear.
Solo Paraguay ha sido partidario de impedir que el régimen venezolano asuma la presidencia de Mercosur por haber minado “la plena vigencia de las instituciones democráticas” en el país caribeño. Oficialmente, Mercosur no ha tomado una decisión final al respecto.
El régimen de Maduro, sin embargo, le ha propiciado a Mercosur una dosis de la autocracia a la que están sometidos los venezolanos desde que Chávez asumió el poder; el gobierno de Venezuela no solo insiste en que tiene un “derecho” a asumir la presidencia del organismo, sino que ya se autoproclamó el nuevo presidente de Mercosur.
Tras 25 años de estabilidad relativa, Mercosur está fragmentado porque Maduro pretende actuar como en casa y asumir el poder ilegítimamente. El chavismo está tan acostumbrado a actuar sin límites en Venezuela que, sin precedente alguno, ahora pretende efectuar una especie de golpe de Estado dentro de un bloque económico internacional.
Como era de esperar, el enfrentamiento entre Maduro y Mercosur no se ha dado sin la usual paranoia chavista; según la cancillería venezolana, los países de Mercosur impulsan un supuesto “Plan Cóndor” para desestabilizar al chavismo.
De la misma manera, Maduro y Chávez acusaron a la oposición democrática durante años de ser golpistas dirigidos desde Estados Unidos. Las diatribas fundamentadas en falacias de asociación que hoy son nuevas para Mercosur son el pan de cada día para los ciudadanos venezolanos.
Indudablemente, los miembros de Mercosur fueron incrédulos al pensar que en Venezuela existe una democracia plena. Fue un error haber admitido al régimen chavista como Estado parte en primer lugar, y hoy es un error abogar por un diálogo entre un régimen despótico y la oposición democrática.
Este jueves 4 de agosto, sin embargo, Mercosur tiene la oportunidad de cambiar el rumbo de la historia no solo del organismo, sino de toda Latinoamérica.
Mercosur tiene la oportunidad de sobresalir como un organismo multilateral que defiende las libertades económicas y políticas realmente, no solo en la letra. El bloque tiene la oportunidad de defender la dignidad democrática al negarle la presidencia a Venezuela, exigiéndole respeto por los acuerdos internacionales que se rehúsa a cumplir.
Especialmente Brasil, Uruguay y Argentina tienen la oportunidad de abandonar su posición sumisa y unirse al esfuerzo de Paraguay a favor de las libertades de los venezolanos. Al exigir la aplicación de una Carta Democrática contra el régimen de Maduro, estos países pueden recuperar su dignidad como verdaderos defensores de la democracia latinoamericana.