Detenido (sin pruebas) durante los hechos de “La Salida” en 2014, Rosmit Mantilla pasó casi 30 meses como preso político en los calabozos del Sebin, la tenebrosa policía política del régimen de Nicolás Maduro. En ese lapso, fue elegido como diputado suplente por su estado natal, Táchira, pero aún así no fue liberado por los tribunales venezolanos.
Ahora, por mediación del Vaticano y presión de su partido, Voluntad Popular, y la Mesa de la Unidad Democrática, y luego de casi morir por cálculos en la vesícula (tenía hasta una orden de tribunales para ser operado y fue sacado literalmente de una clínica en la que iba a ser intervenido por una decisión arbitraria del director del Sebin, Gustavo González López, funcionario sancionado por el Gobierno de Estados Unidos), Rosmit Mantilla se encuentra en libertad.
- Lea más: Dictadura de Maduro libera a un preso político: Quedan 107
- Lea más: 21 expresidentes piden a la OEA informe sobre el diálogo en Venezuela
Aunque está sometido a régimen de presentación en tribunales, sus abogados esperan pronto eliminarle también esa restricción, en vista de que ya fue juramentado como diputado por la Asamblea Nacional y goza de inmunidad.
Mantilla, activista de los derechos LGBT, conversó con PanAm Post sobre su cautiverio y sus planes para el futuro. Sus palabras son firmes y pausadas, y es un hombre notablemente calmado, sobre todo cuando cuenta el horror que le tocó vivir, en una entrevista estremecedora.
Víctima de un secuestro
¿Cómo está su salud en este momento, y su estado de ánimo, luego de haber pasado por un trago tan amargo como el que pasó?
De salud, afortunadamente bien. Recuperándome de mi operación de la vesícula, que tuvieron que quitármela porque estaba destruida por los cálculos y ya estaba contaminando el páncreas; estoy en recuperación, gracias a Dios, mi cuerpo ha respondido muy bien aunque no haya podido tomar reposo por la dinámica política, tuve que juramentarme como diputado.
¿Y cómo se ha tomado su libertad en su hogar? Me imagino que ha sido una gran alegría para su familia, sobre todo, además, porque ya tiene su inmunidad parlamentaria…
Ha sido maravilloso el reencuentro con los míos, aunque he compartido muy poco con mi familia porque los procesos han sido muy fuertes, a nivel nacional, con los medios de comunicación, con mi partido, pero bueno, ha sido maravilloso el reencuentro entre ellos y yo.
Una vez que va dejando atrás la pesadilla de los últimos dos años y medio preso en la policía política, ¿qué conclusiones saca de su experiencia?
Creo que fui víctima de un secuestro, creo que la dictadura me secuestró por pensar distinto, pero bueno, ha sido una gran oportunidad para reflexionar, para entenderme, para pensar en Venezuela y para entender que gracias a Dios la razón nos acompaña.
En 2014 le dijimos a los venezolanos que venía hambre, que venía escasez, que no iba a haber medicamentos y que la inseguridad se iba a multiplicar. Dos años y seis meses después la historia nos da la razón. Por eso es que mi cárcel sí valió la pena, porque dos años después le podemos decir a Venezuela que sí teníamos la razón. Y ahora toca trabajar para reconstruir a Venezuela.
Usted es parte del grupo que está preso por el movimiento de La Salida. ¿Considera que su liberación es una respuesta del Gobierno a la exigencia de la mesa de diálogo de soltar a los presos políticos?
Mi liberación se dio gracias a la presión del Vaticano, por mi estado de salud, gracias a la presión de mis compañeros de la Mesa de la Unidad Democrática, que vieron como yo perecía ante la mirada incólume del régimen. Son diferentes cosas, pues, porque sé que el Vaticano fue vinculante en mi liberación, así como mis amigos de la MUD hicieron un gran esfuerzo y una gran presión para que yo fuera liberado y operado.
Mi agradecimiento al Vaticano, a la Iglesia Católica, que hizo la presión oportuna para que mi operación se llevara a cabo, y a mis hermanos de la Unidad.
¿Qué metas se plantea ahora en su legislatura? Obviamente no va a tener el rol de un diputado titular, porque usted es suplente, pero me imagino que también piensa mucho en Gilberto Sojo y Renzo Prieto, que como usted, son diputados suplentes y presos políticos…
Por supuesto, mi prioridad como activista de Derechos Humanos y como diputado a la Asamblea Nacional es la liberación de los presos políticos. Denunciar la prisión injusta y la tortura como política de Estado de Nicolás Maduro es hoy mi prioridad.
Tortura en Venezuela es práctica cotidiana
¿Usted fue víctima de torturas?
Yo fui uno de los pocos presos políticos de 2014 que no sufrió torturas físicas. Psicológicamente éramos torturados día a día durante dos años y medio. Afortunadamente, no fui torturado físicamente, pero sí presencié, sí compartí, conviví con torturados con corriente, con golpes, con bolsas con excrementos, etc.
¿Les explicaban por qué los torturaban? ¿No era tortura suficiente estar presos en unas condiciones infrahumanas? ¿Cómo eran las condiciones de su cautiverio?
Yo estaba en una celda de dos por tres metros, sin ventanas, en un pasillo de 35 metros de largo por 1,5 metros de ancho, y nos pasábamos todo el día ahí encerrados, la mayoría de las veces, o cuando a ellos les daba la gana.
Tuve la oportunidad de vivir muy de cerca la tortura, y era por motivos varios. Por simple morbo de oprimir, de humillar, de mancillar; o para presionar a presos comunes, o presos políticos, para obtener declaraciones en contra de dirigentes opositores.
Está, por ejemplo, el caso de Gerardo Carrero, torturado en el Sebin por simple morbo; también está el caso de los 14 polichacaos, que siguen presos incluso con boletas de libertad, y electrocutados durante días para que dijeran que habían sido financiados por dirigentes de la oposición; eso lo vivimos de cerca. Está el caso de Edgar Tovar, que es funcionario de Polichacao y que perdió un ojo como consecuencia de las torturas. Todo eso está allí.
Las torturas psicológicas, por otra parte, estaban basadas en las constantes requisas, donde nos rompían todo; después de que se ahorcó Rodolfo González, “el aviador”, nos requisaron solo para rompernos lo que teníamos en la celda, incluso las Biblias. Eso nos mantenía en pánico constante.
Una vez estuve en huelga de hambre dos días porque un comisario del Sebin nos amenazó de la manera siguiente: nos leía los versículos del Apocalipsis y entre versículo y versículo nos decía que más nunca íbamos a ver a nuestras familias, y que nos iban a perseguir a nuestros familiares.
También vi a Villca Fernández, cuando estuvo detenido, pasar casi tres días, con sus noches, esposado de una puerta, en unas fotos que luego vio el mundo entero a través de Twitter. Y muchos otros casos de presos comunes sometidos a torturas.
¿Era esa la actitud general en el Sebin o sí había funcionarios que eran solidarios con ustedes? ¿De su vivencia, qué puede sacar usted de lo que hay en la policía política venezolana?
Como usted sabe, los derechos humanos se violan por acción o por omisión. Había funcionarios que discrepaban y lo manifestaban de forma directa, había otros que seguían órdenes y luego te decían “perdóname”, pero igual te hacían daño. Al final, no hay diferencia entre los que te dicen perdóname o el que te lastima de forma morbosa, porque los dos están violando derechos humanos.
Son funcionarios y las responsabilidades son individuales, y a la hora de que llegue la justicia, que va a llegar, ellos no van a poder decir que esas eran órdenes que venían de arriba. Ante la barbarie, su único alegato podrá ser que eran órdenes superiores, pero ese es un argumento que no van a poder esgrimir.
¿Es la violación de los Derechos Humanos, entonces, una política oficial del Gobierno de Nicolás Maduro?
La tortura es la “misión” más eficiente de Nicolás Maduro. La tortura es un instrumento para ellos. Es un instrumento para matar. Eso está comprobado por los chamos que estuvieron en La Tumba, en Plaza Venezuela; con los que están torturados en el Sebin; con lo que hoy vive Leopoldo López; con lo que hoy vive Daniel Ceballos; o con lo que viven Delson Guárate o Yon Goicoechea, aislamiento absoluto, amedrentamiento de sus familiares, etc.
¿Este testimonio que hace usted hoy, lo va a hacer público en la tribuna de la Asamblea Nacional? ¿No va a denunciarlo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos?
Estamos trabajando en los detalles con los abogados y con las víctimas para llevar esto a la Asamblea Nacional. Ya está conversado con varios diputados y con varias comisiones, y tenemos el apoyo de la bancada de la Unidad para ello.
Sobre el tema de la CIDH, también, por supuesto, estamos preparando el expediente, y se va a introducir como una demanda en cuanto esté listo.
Usted es un hombre joven, afortunadamente, y tiene muchos años por delante para superar esta dura experiencia. ¿Qué saca de ella?
Yo siento que más que nunca hoy tengo una misión, y esto era algo que tenía que vivir muy de cerca para poder ser la voz de los sin voz. No me arrepiento, ni lamento los años de cárcel, aunque fue muy duro, muy cruel y estoy muy triste, perdí el tiempo de estar con mi familia, con mis amigos, pero creo que fue una experiencia que me permitió ver otra cara de mi país, dormir en el estómago de la Bestia y saber cómo piensa. Son básicos, y simplistas, y la única arma que les queda es el miedo.
¿En algún momento perdió la esperanza de salir, sintió alguna vez que la sociedad venezolana lo había olvidado, o siempre la mantuvo?
Hubo momentos muy difíciles, de mucha presión, de mucho pánico, mucho horror, pero yo afortunadamente soy un hombre muy bien formado por mi partido político, y siempre tuve esperanza, porque en el encierro no hay alternativas. Tener esperanzas es lo único que te mantiene aferrado a la vida.
Frente a cada humillación, frente a cada vejamen, frente a cada maltrato, literalmente lloraba, sufría, pero me hacía mucho más fuerte al final.
¿Alguna vez esa tortura psicológica que le aplicaban se afincó en el hecho de ser usted un activista de los derechos de la comunidad LGBT?
Había un proceso estándar de intimidación. Para todos era el mismo trato.
Y ahora que está ya en la calle, ¿cómo va a responder a la demanda de esos colectivos?
Voy a ser una voz de la comunidad LGBT en la Asamblea. Mi compromiso con esa comunidad está más firme que nunca. Espero en los próximos meses recorrer una vez más el país para, entre otras cosas, hablar de la reforma del Código Civil que queremos implementar para el matrimonio igualitario.